Douglas Rouskoff es un experto en tecnología que fue citado por un pequeño grupo de millonarios en un desierto. Él esperaba que le preguntaran acerca de Inteligencia Artificial, o algún consejo para invertir en empresas de tecnologías, pero no, la pregunta fue: cuándo ocurra EL evento del colapso, ¿cómo podremos garantizar que nuestro personal de seguridad no se ponga en nuestra contra y se quede con nuestras cosas? Esa experiencia está descrita en su libro, El Escape de los Ricos.
Frente a los datos que nos aporta la ciencia, debemos reconocer que toda la vida en el planeta, se encuentra en este momento seriamente comprometida.
Solo para mencionar los principales, tenemos problemas en la atmósfera por la cantidad de CO2 y metano que generan especialmente la quema de combustibles fósiles y los residuos orgánicos, problemas en la litosfera por el agotamiento de los minerales, problemas en la criosfera por el derretimiento de los polos, problemas en la biosfera por la extinción de miles de especies silvestres y el aumento exagerado de ganado y pollos para la alimentación humana, problemas con la hidrosfera, los océanos, por su acidificación, calentamiento y contaminación con plásticos, y el agua potable es insuficiente. La pedosfera, o tierra cultivable también está en agotamiento por las sequías y los agroquímicos. Y todos estos problemas, al cruzarse entre ellos crean otros nuevos que ni siquiera pudimos haber imaginado, hasta que ocurren.
Muchas ciudades y países, especialmente del Sur Global han vivido en colapso por años: hay zonas y grupos humanos especialmente de personas pobres, migrantes, negras, indígenas, con discapacidades y mujeres, que hace mucho no cuentan con las condiciones mínimas de subsistencia digna.
La diferencia es que, en el futuro cercano, la unión de todas las crisis afectará a las mayorías, y ningún país estará fuera de la zona de impacto. Antes del fin de esta década, se presentarán serios problemas para garantizar el agua potable, la seguridad alimentaria, especialmente de granos; las cadenas de abastecimiento de bienes sufrirán patrones similares a la época del COVID-19, y la atención a las migraciones involuntarias masivas sobrepasará la capacidad de recursos de cualquier país.
A diferencia de la visión de los Ricos de Douglas, debemos entender que el colapso no es un evento, es un proceso, y no hay duda de que ya se desató, más o menos en el 2015.
El modelo económico está basado en el crecimiento económico constante, pero pasando por alto que los recursos y la energía necesarios para producir son finitos y ya se están acabando: el petróleo barato ya se agotó, lo minerales y las tierras fértiles se están agotando y ya se ha confirmado que la sexta extinción de la biodiversidad en el planeta está en marcha. Por sexta vez en la historia del planeta, la tasa de extinción es mayor que la de especiación, y esta vez sucede en tiempo récord de tan solo algunos años para los tiempos humanos, segundos, para los tiempos del planeta.
Frente a cada vez más evidencia, ya pocos son los negacionistas, bastantes más son retardistas: pateando la pelota para adelante lo más posible, aún hay muchos tecnoentusiastas que esperan una solución técnica de último momento para salvarnos, e incluso la religión interviene para invitarnos a poner todo en manos divinas.
Desde múltiples miradas, el único camino posible para, al menos, amortiguar un choque frontal es poner límites.
En mi camino profesional he dedicado muchos años a hablar de sostenibilidad, y posiblemente me han escuchado hablando de las R de la economía circular:
Rediseñar, Rechazar, Reducir, Reusar, Reparar, Remanufacturar, Reciclar, Recuperar, pero ahora además, es hora de agregar a la lista más Erres, de la Resiliencia, de la Redistribución, la de Regeneración, de la Renuncia, y como dice Jem Bendell, profesor inglés y líder del movimiento Adaptación Profunda, de la Reconciliación, con la propia idea de nuestra muerte y del colapso de la civilización.
El discurso de la sostenibilidad, de la mitigación o la compensación en este momento ya resulta insuficiente, es necesario pasar decididamente a la Adaptación, reducir el tamaño de la economía lineal y bajar la dependencia de la energía en todo el planeta, eliminar la producción y el consumo de artículos no indispensables, pasar a economías más locales y más circulares, prohibir la obsolescencia programada, reparar y hacer minería urbana, iniciar huertas locales, escolares o comunitarias, y diseñar política pública que realmente combata la inequidad desde la raíz.
La verdad es que nunca hemos enfrentado una paradoja tan compleja en nuestra historia como humanidad, porque lo que tenemos que hacer, contradice lo que hemos hecho por años y aún se considera exitoso, casi siempre relacionado con hacer y tener más dinero.
Pongamos un ejemplo de Costa Rica: ¿Cómo convive la idea de ser un país verde y con una verdadera economía descarbonizada con nuestra dependencia del turismo y las miles de toneladas de carbono que producen los vuelos internacionales? Cada año se considera un éxito la llegada de más turistas europeos, americanos y ahora chinos, y miles de empleos dependen de que eso suceda. ¿Podemos renunciar al turismo? No podemos.
Somos como esos niños que prefieren escupir la medicina porque es muy amarga, antes de curarse de su enfermedad.
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga dice que nos llegó la hora de ser adultos. ¨La verdadera ciencia nos pone frente a nuestras limitaciones y nos dice a qué debemos renunciar. Por ejemplo, la ciencia ha demostrado que fumar produce cáncer, entonces deja de fumar¨.
Un indicador de madurez es cuando empezamos a reconocer y respetar seriamente al otro, más allá de nuestras necesidades o deseos individuales; como lo dice el neurocientífico Antonio Damasio, la verdadera Inteligencia es lo que me hace bien a mí, al otro y a la humanidad entera.
En los años 90, Manfred Max-Niff, economista chileno formuló la hipótesis del “umbral” la idea de que a partir de determinado punto del crecimiento económico, la calidad de vida comienza a disminuir. Esa teoría, coincide con la paradoja del economista Richard Easterlin que concluye que después de cierto nivel de ingresos o lo que llama “punto de saciedad” los recursos adicionales no tienen impacto en los niveles de felicidad.
Yo le pregunto, ¿cuál es su punto de saciedad? ¿Puede usted decrecer su consumo actual? ¿Puede usar menos el auto? ¿Puede dejar de hacer algunos viajes no indispensables? ¿Puede intentar reparar el microondas en lugar de comprar uno nuevo? ¿Puede vivir con menos pares de zapatos en el closet? ¿Alguna vez ha sembrado su propia comida? ¿Ha reusado el agua de la lavadora para regar las plantas o descargar el inodoro? ¿Alguna vez se ha impuesto límites?
Ya es hora de comportarnos como adultos, de reconocer los límites, de tomar la medicina, de comportarnos con verdadera inteligencia, de abrir la puerta a nuestros vecinos, de hacer comunidad y redes de apoyo, de sembrar juntos, reparar y compartir. ¿Parece un salto al pasado, cierto?
¿Saben qué respondió Douglas a los millonarios? Háganse amigos de sus guardaespaldas desde ahora, así no tendrán que preocuparse por estar en el otro bando. Esa será la única manera de tener un futuro: construir mesas más largas, y no muros más altos.
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