Desde el año 2018 comencé la tarea de producir una película sobre Shirley Cruz, porque es una referente en mi vida, y para mostrarle a la parte del país que no la conoce, quién es ella. Si bien es cierto, hay muchas personas que la ubican con facilidad, hay muchas otras que no, incluso siendo muy “futboleras”. A pesar de que cada vez se le da más visibilidad al fútbol femenino en el contexto local, no es un deporte que goce del apoyo masivo. La intención con esta película es, entre otras cosas, que las generaciones de mujeres que vienen detrás tengan justamente heroínas (o al menos referentes) de carne y hueso, que sean además cercanas a su realidad; una posibilidad que no tuvieron generaciones anteriores.
Shirley es una deportista ejemplar, lo ha sido durante toda su estelar carrera. No olvidemos que es la futbolista costarricense con más títulos internacionales, entre esos dos Champions League, el torneo europeo más importante a nivel de clubes. Es realmente notable el legado que deja al país en el deporte, pero también en superación e historia de vida. Este es precisamente un año relevante para la carrera de Shirley, no solo por su retiro como jugadora de la Liga Deportiva Alajuelense, sino por el hecho que este año se realiza el Mundial Mayor Femenino, cita que –pensábamos— sería la cereza en el pastel para su retiro definitivo ¡Y qué suerte que coincidieran el uno con el otro! ¿Qué mejor forma de retirarse para un emblema del fútbol, que en un mundial?
Lamentable sorpresa nos llevamos en la afición al enterarnos de que la jugadora no fue convocada para ser parte del equipo patrio. Digo sorpresa, pues no es debatible que Shirley es nuestra jugadora pionera y referente, tanto por sus logros internacionales, así por el hecho de haber revolucionado el fútbol femenino de este país. Gracias a su regreso a Costa Rica en el 2019 y su lucha por un contrato (algo que claramente no hizo solo por ella), se les fueron presentando mejores condiciones a sus colegas, las cuales nunca habían podido tener –ni siquiera– un seguro de parte de sus equipos.
La ausencia de la convocatoria de Shirley al Mundial Femenino Australia – Nueva Zelanda 2023 me deja dolor e inconformidad. Es doloroso porque desaprovechan la oportunidad de retirar a un ícono de la manera que se merece, en el torneo más importante del mundo, dándole, por última vez, un espacio en la vitrina más relevante de su categoría. Esto le imposibilita a la afición, de todas las edades, verla aportando en la cancha una vez más con la camisa de nuestra selección, como clímax de una serie de esfuerzos incontables que asumió ella con toda responsabilidad y pasión: el rol de representarnos de mejor forma que lo que éramos como selección femenina, y el de conseguir mejores condiciones para sus colegas.
Me impacta de sobremanera que dejen de lado todo eso y que se alegue el argumento de su edad (37 años) como elemento para no convocarla. Hay 23 espacios que tiene la entrenadora Amelia para la convocatoria y resulta sorprendente que, entre esos 23 no haya un espacio para nuestra referente, la jugadora líder, la mejor de nuestra historia hasta la fecha, la capitana. Más allá de las capacidades físicas de una jugadora (que en este caso ha demostrado, no se le pueden poner en duda), mi texto tiene que ver con alzar la voz sobre cómo una atleta se ha ganado, por su trayectoria, esfuerzo, disciplina y ejemplo, el honor de ser convocada. Así de simple: al no estar en esa lista, se lo están negando.
Varios jugadores de la selección masculina participaron en Rusia 2022 teniendo la misma edad de Shirley y niveles físicos insuficientes para la titularidad, aunque por factores de liderazgo, fueron comprendidos como parte esencial del equipo. En Brasil 2014 Álvaro Saborío asistió (inclusive estando lesionado), por todo lo que representaba mentalmente para el equipo. ¿Por qué no se le da la misma oportunidad a Shirley de hacerlo en esta ocasión? No quiero dejar de mencionar que ella acaba de jugar 90 minutos de partido final (en la ida) de la liga nacional y tres días después, 120 minutos donde fue una de las mejores jugadoras del partido, decididamente significativa en la remontada, y determinante en el campeonato de su equipo.
No puedo evitar sentir indignación e impotencia, porque (a pesar de no ser yo estratega de fútbol ni mucho menos) valorando todo el contexto, no logro pensar en argumentos razonables para esta desafortunada decisión. Me duele incluso pensar en la posibilidad de que se trate esto de una especie de “castigo” por algún desencuentro personal con alguien, y que simplemente sean razones personales las que privan. Espero que no sea el caso y que no usen estrategias repudiables basadas en meter miedo a las jugadoras, y de no poder expresar lo que sienten o piensan.
Soy consciente que no tengo credenciales o autoridad para solicitarles reconsiderar la exclusión a la entrenadora Amelia Valverde, o al presidente de la Federación Costarricense de Fútbol, Rodolfo Villalobos. Sin embargo, decidí no quedarme sin manifestar mi enorme molestia al ver el golpe tan duro que le están dando al deporte, a Shirley, a la afición y al fútbol femenino. No en vano es que la prensa, sus compañeras de equipo y de selección nacional, el pasado sábado 3 de junio, en palabras textuales, despidieron a la futbolista de la liga nacional diciendo: “Hay un antes y un después de Shirley Cruz”.
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