Por Daniel Méndez Navarrete - Estudiante de la Especialización de Ingeniería de Sonido

El sonido en vivo es una arista fundamental del arte escénico; incluso se podría determinar que es un arte por sí mismo. La cualidad artística se presenta en cuanto esta rama de la ingeniería en sonido no depende solo de los parámetros técnicos y teóricos para una buena gestión en vivo, sino que recae muchísimo sobre el gusto auditivo de quien esté en control de la consola de audio. Cuando el sonido se trabaja adecuadamente puede mejorar exponencialmente la experiencia del consumidor y no necesariamente refiriéndose solo a conciertos.

Un ejemplo de esta necesidad de proveer audio de alta calidad fuera del contexto usual de eventos sería los parques temáticos de Disney, por ejemplo. Difícilmente sus atracciones serían tan cotizadas si no brindaran una experiencia tan completa, la cual jamás se podría llevar a cabo sin un sonido trabajado al detalle. Por otro lado, una mala gestión sonora se trae abajo todos los esfuerzos que conlleva dar un buen espectáculo, y es aún más delicado cuando se toma en cuenta que los problemas de sonido pueden ser reconocidos fácilmente por el público puesto que tal vez el espectador no sabe qué es efecto Larsen por su término, pero definitivamente puede reconocer que hay un problema con el sonido cuando escuche esa alta frecuencia oscilando desproporcionadamente. A manera de comparación se trae a la mesa el caso de una revisión médica: cuando un paciente médico va a que un doctor lo vea, dicho paciente sabe que algo anda mal, pero no sabe precisamente qué sucede; así también con ciertos parámetros del audio.

Como se mencionó antes, es indispensable conocer ciertos conceptos técnicos para realizar el trabajo de mejor manera, pero no es solo a nivel de gratificación del espectador, sino porque un mal de trabajo por parte del ingeniero de sonido puede presentar riesgos reales para quienes presencien el espectáculo. Es importante mantener los niveles de audio dentro de las regulaciones del Ministerio de Salud, aunque hasta al mejor ingeniero se le puede ir la mano de vez en cuando. Lo que sí es indispensable mantener presente es como regular el feedback o Efecto Larsen, por su nombre correcto, dado que el oído humano muchas veces lleva cierto tiempo escuchando a un mismo volumen y el feedback genera un alza frecuencial y de volumen que provoca una interrupción en el promedio auditivo que consumen nuestros oídos. El umbral de audición llega a un límite de 130 decibeles, a partir de ahí ya empieza a provocar daños sustanciales en la audición de una persona. Es fácil mantener una mezcla en vivo por debajo de los 130 decibeles cuando todo está donde debe estar, pero un movimiento en falso y el micrófono captará las ondas sonoras en el ángulo equivocado; el ingeniero a cargo debe estar sumamente pendiente de lo que los artistas hacen para prevenir este tipo de situaciones.

Asimismo, el aspecto económico es algo importante a considerar. Retomando el ejemplo de los parques temáticos, si una persona se monta en una montaña rusa y sufre un accidente el parque deberá tomar responsabilidad por ello; de la misma forma, un espectador que presente dolencias auditivas a causa de un error de ingeniería en un evento al que asistió perfectamente podría demandar a los responsables, ¡es más económico contratar un buen ingeniero!

A manera de conclusión, es indispensable tener un ingeniero en sonido de planta que conozca el sistema y cuente con las herramientas técnicas para realizar una buena gestión de emergencia en caso de presentarse retroalimentación, para así proteger a los espectadores. La única forma de controlar que la salud del público no se ponga en riesgo es teniendo a un responsable capacitado detrás de la consola, listo para tomar decisiones basadas en evidencia científica y apoyadas del buen gusto artístico del ingeniero, para desarrollar una gestión de forma pertinente.

 

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