En las tres semanas pasadas he vivido altos y bajos en la salud y el trabajo, dos aspectos medulares de nuestra vida, creo que, para todos, razón por la cual no he estado presente con la columna, ojalá alguno la haya extrañado, como yo extrañé sentarme a escribir. Escribir para mi significa, comunicar, estar en contacto, soñar con que algo de lo que escribo sea de provecho para alguien que lea, siento que es una forma de aportar ideas, conocimiento, historias sobre la vida, sobre los temas del cotidiano y cómo nos afectan.

Mi trabajo consiste en enseñarle o apoyar a la gente a comunicarse, a entender el sentido más puro de la comunicación, la semana pasada di una charla en el Escuela Municipal de Artes Integradas EMAI en Santa Ana, estaba dirigida a personas adultas mayores, a un grupo muy particular de 15 Ciudadanos de Oro que nombraron ese espacio de los viernes como: Tertulias y yo le agregué … Tertulias Doradas.

La idea era conversar sobre la importancia de la comunicación y me sorprendieron, como siempre pasa con las personas mayores cuando nos hablan y nos cuentan cómo viven esa etapa en tiempos donde la comunicación y la conexión está tan dispareja y tan distante.

Están conscientes de que nunca antes en la historia, ha habido tantas formas de comunicarse como ahora, que contamos con teléfono, internet, redes sociales, chats, computadoras, etc., Pero apuntaron a un elemento vital, ahora hay más cosas para comunicarse, pero hay más soledad en el ser humano, porque ellos son en muchos casos víctimas de ese “progreso” que ha hecho que las reuniones familiares sean reuniones de “zombis”, así las describió uno de los participantes. Estamos solos, dijo.

“Ya nadie responde un saludo en la calle, la gente prefiere hablarte por mensaje de texto y a mí me tiemblan las manos, no puedo usar un celular”.  “Hay pocos que quieren tomar café y conversar, están viendo redes sociales y se quedan pegados por horas en la silla, no se levantan, no quitan los ojos del televisor, ya no casi no vemos los canales como antes, siempre tengo que escuchar que ven Netflix”. “En mi casa, se dañó el radio hace unos años y la nieta dijo que no hay arreglo, que era muy viejo que no puedo escuchar los partidos o la música que me gusta, ya casi no escucho música… ni salimos a pasear”.

Escuché con atención sus comentarios, que parecían más bien un amoroso reclamo de atención y cariño, al final decían, - “por dicha existen estos grupos, estos… donde como amigos venimos y nos distraemos, aunque a mí me mandan para que no joda en la casa… ”.

Me dio sentimiento, me puso a pensar y analizar, ¿cómo es la comunicación de nuestros ciudadanos de oro en estos tiempos? ¿Cómo estamos llevando como sociedad estos espacios y hacia dónde vamos? ¿Será posible que paremos este tan abrumador momento de desconexión y podamos volverlos a vincular en nuestros círculos familiares y sociales sin excluirlos y discriminarles, será que hay voluntad para comunicarse con el adulto mayor de hoy cómo ellos lo necesitan?

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