“Recuerdo el día en que mi padre tomó el palo de la escoba para golpearme porque estaba discutiendo con mi hermano, aun así, soy el hombre que soy y no ocupé ir al psicólogo, en casa se hacía lo que mandaran mis padres” lo anterior podría resultarle familiar pues es uno de los miles de comentarios comunes cuando las personas se refieren a las generaciones anteriores.
“La Generación de cristal” es un término que se hizo viral gracias a las redes sociales y otras plataformas en donde se refiere a generaciones más recientes de personas que algunos consideran poco tolerantes a la crítica, al rechazo, a la frustración y en síntesis frágiles. Y es que alguna generación más entrada en años ha menospreciado a las nuevas generaciones, sin embargo, esto podría traducirse como una trampa a la memoria y el ego. Investigadores de la Universidad de California analizaron la percepción de generaciones anteriores a las actuales sobre construcciones sociales y concluyeron que:
Existe una tendencia general a menospreciar a la juventud actual, así como una tendencia específica a ver a la juventud de hoy como especialmente carente de aquellos rasgos en los que uno sobresale”.
Pensar sesgadamente puede proyectar su “yo” actual en su “yo” pasado, lo que genera una trampa porque se hace comparación con una memoria sesgada del pasado con una evaluación más objetiva del presente, generando que la persona emita criterios catalogados como naturales.
Por otro lado, existe un mecanismo psicológico más complejo relacionado con la forma en que nos vemos a nosotros mismos, pues la Universidad de Oslo informó que las personas tienden a verse como superiores a los demás en ciertos aspectos, independientemente de las cualidades reales. Esto hace que cuando una persona orgullosamente reconozca una habilidad también identifique una ausencia de otro rasgo en otras personas incluidas las más jóvenes. Lo anterior permite pensar que alguien que muestra respeto por la autoridad, considere que las generaciones de hoy en día ya no respetan a sus mayores, sean menos inteligentes o frágiles.
Estimada señora ministra, no es una generación de cristal, es una generación que ha (hemos) crecido en un contexto en el que está bien demostrar que se es vulnerable, que los hombres lloran y las mujeres opinan, porque a diferencia de las generaciones pasadas, no les temen a cuestionar lo que no está bien, a cambiar de trabajos que no promuevan el crecimiento, una generación que se abraza y no le teme a expresar amor, pero también una generación más expuesta a la presión de grupo, a la crítica social, una generación que incluso no podrá tener casa propia por la coyuntura actual.
En sus manos tiene la oportunidad de transformar la educación para la nueva generación, en una época de recursos limitados y prioridades que compiten con el presupuesto de la República, resultará de vital importancia garantizar el acceso a la educación como una cura a la vulnerabilidad social, económica y política de una generación que desea oportunidades para el futuro.
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