«Es normal que un individuo dé más importancia a su dolor de muelas que a millones de personas que pierden la vida cada día». D. Hume

Presuponer que la democracia vive entre nosotros, podría ser una alucinación o hasta una falacia, pero, ver como ciudadano a un presidente que justifica acciones reprochables, antiéticas de una ministra, inserta en una vil guerra mediática politiquería, es preocupante y debe de demandar, de parte de la sociedad, una sana búsqueda de la defensa de los derechos humanos, como lo es la información clara y objetiva.

Le democracia, desde el ideal de los helenos, implicaba la participación, nuestra sociedad actual, no puede pasar el tiempo en discusiones, sobre todo si la premisa es la demagogia o el fanatismo, pero se debe incidir en la sana e informada deliberación, plano en el que los medios de comunicación deben de ser aliados, por lo anterior, enemistar la opinión pública, no edifica, en una sociedad que debe encaminarse a un equilibrado pluralismo de pensamiento. Vivimos un preocupante retroceso en políticas democráticas, a nivel regional, cada vez surgen más líderes políticos populistas que opacan la información, buscando rivalizar las diferentes corrientes ideológicas en un país y no la tarea de la gobernanza: armonizar.

Es urgente una formación ética en la educación, más específica y fundamentada en una revisión crítica de los derechos humanos, porque nos están polarizando. Dividir la opinión pública, es una estrategia para distraer a cualquier sociedad, cuando por debajo hay demás intereses. Cuando el interés primordial tendría que ser el seguir el camino de la unidad desde la empatía, como lo propone la filosofía social sudafricana llamada “Ubuntu”, somos humanos en razón de los otros seres humanos, donde el bien común es el bien propio.

Cuando se habla de fortalecer el sentido de respeto a la información, a los medios de comunicación y a la libertad de pensamiento, es el lenguaje donde se puede fortalecer el reconocimiento del otro, de su dignidad, vamos en un mismo barco, no existen varias sociedades, hay una sola sociedad costarricense y la compasión entre los ciudadanos se hace inconmensurable, no me refiero a la lástima, al “pobrecito”, si no, a despojarme del lenguaje violento, del prejuicio y construir con la verdad que cada uno propone.

La propuesta de una sana vida democrática es resaltar la dignidad de todos, no solo de los afines, el termómetro es y será la humanización. Por otro lado, es un llamado de atención a los medios de comunicación, para que el rigor científico en su investigación sea un imperativo, de manera que con claros argumentos, se proponga la credibilidad y la defensa de la justicia social. Que cada ente cumpla su función los políticos, que trabajen por el bien social y los medios por información objetiva que empodere la opinión. Cada vez la sociedad civil, seguimos viendo con lupa las actitudes sociales, se manifiestan las inconformidades, solicitando cambios.

Quisiera cerrar estas líneas mirando al futuro, ¿Cómo es la Costa Rica que deseamos edificar? Desde la sana corresponsabilidad y el papel de cada uno. No podemos quedarnos quietos viendo lo que hemos perdido como país, sino en una búsqueda activa de qué queremos construir como sociedad. Implicarnos en la vida política, y no despilfarrar fuerzas en batallas de memes, lo cierto es que necesitamos emplear todas nuestras energías para construir una mejor sociedad, más inclusiva, solidaria, empática y con recursos de desarrollo social y sostenibles.

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