En los últimos cuatro años el flujo migratorio de personas nicaragüenses que buscan el sueño americano ha ido en aumento. Entrar a Estados Unidos de forma irregular se considera un acto criminal y las personas que lo hacen se exponen a permanecer en centros de detención. Hay quienes optan por asumir ese riesgo antes que volver.
“Nos esposaron de pies y manos con una cadena en la cintura, como lo que se ve en la tele, como si fuéramos asesinos, narcotraficantes”, relata Isaías, un nicaragüense de 31 años, sobre su experiencia en un centro de detención para migrantes en Estados Unidos. No solo estuvo en uno sino en dos después de sobrevivir a la travesía del ya famoso Río Bravo para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.
Se había desplazado por allí como parte de un grupo constituido por nueve personas: cinco hombres y cuatro mujeres. Dos de ellas eran de baja estatura y necesitaron ayuda debido a la fuerte corriente que les impedía avanzar por su tamaño. Llevaban ropa en una bolsa plástica para cambiarse al salir del río. Así lo hicieron, mientras, una patrulla fronteriza les vigilaba. En un momento apareció un vehículo de ICE (siglas inglesas que identifican a la Fuerza de Migración y Aduanas de Estados Unidos) en el cual los trasladaron al centro de detención.
Nos tomaron los datos y nos dieron dos brazaletes. Uno era color naranja y contenía el número de suceso, con el cual se indica el lugar donde nos recogieron. El otro brazalete era verde. Señala nuestra nacionalidad y un número de identificación del caso. Me dieron un teléfono para poder reportarnos. Del grupo, regresaron dos varones a México, pero ahora ya los dejaron entrar”.
La experiencia de Isaías ilustra cómo cada vez un mayor número de personas procedentes de Nicaragua se aventuran a ingresar sin documentos a Estados Unidos. En ese país hacerlo implica la comisión de un delito menor que puede llevar a quienes lo intentan a ser recluidos temporalmente en centros de detención, una política cuestionada por grupos de activistas civiles que consideran que es una forma de criminalizar la migración.
Los datos sobre la frontera sur de Estados Unidos son elocuentes al respecto. Las cifras de aprehensiones y expulsiones de personas de nacionalidad nicaragüense revelan un salto inédito: fueron de 3,164 en 2020 a 134,515 en 2022 según los datos consolidados de la Patrulla Fronteriza y de la Oficina de Operaciones de Campo, (USBP y OFO respectivamente de acuerdo con sus siglas en inglés).
Los números reflejan que sobran las personas que prefieren exponerse a aprehensiones en las llamadas “hieleras” con tal de no volver a Nicaragua. Los testimonios recabados para este trabajo también lo confirman. El país de 6,7 millones de habitantes está bajo el gobierno dictatorial de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo y se encuentra sumido en una crisis sociopolítica que se ha agudizado en los últimos cuatro años. Organizaciones multilaterales como Naciones Unidas y no gubernamentales han cuestionado a la pareja al mando, entre otras razones, por perseguir y encarcelar opositores, candidatos presidenciales, feministas y más recientemente sacerdotes y colaboradores de la iglesia católica.
Las peticiones de refugio o de asilo político realizadas por personas de esa nacionalidad se han multiplicado en Estados Unidos, pero también en Alemania, México, Costa Rica y España y alcanzaron una cifra récord de 92,700 el año pasado, de acuerdo con los datos del informe de Tendencias Globales de Desplazamiento Forzado en 2021 de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Sólo en México se habían presentado hasta agosto de 2022 un total de 6921 solicitudes, según la Comisión de Ayuda al Refugiado (Comar). La nicaragüense es la quinta nacionalidad con más peticiones. En Estados Unidos la mayoría de las personas aprehendidas han solicitado el estatus de protección.
La insistencia por alcanzar territorio estadounidense ha tenido distintas motivaciones que van desde la huida a la persecución política hasta la búsqueda de la reunificación familiar y el levantar nuevamente los negocios perdidos a causa del asedio policial en Nicaragua, de acuerdo con los testimonios recopilados. Costa Rica ha comenzado a dejar de ser considerada una opción: así le ocurrió a José y María. “Intentamos empezar allí pero no encontramos una forma de salir adelante” expresa María.
Costa Rica ha absorbido una migración de casi 102,000 mil personas procedentes de Nicaragua. Por su cercanía y estable economía había recibido históricamente flujos a migrantes económicos, que solo buscaban mejores condiciones de vida, pero ese perfil varió por la acción política del sandinismo. La situación de nicaragüenses en territorio tico, sin embargo, es dura por los altos costos de la vida, los frecuentes casos de xenofobia y la lentitud en el procesamiento de las solicitudes de refugio. Ello ha hecho a muchos —incluyendo quienes están en el exilio político— arriesgarse a perseguir el sueño americano para estabilizar sus finanzas, sus vidas e incluso superar los traumas de la persecución.
Panamá, otra opción común además de la costarricense, también se ha quedado corta para las personas de Nicaragua. José y María probaron suerte sin éxito también allí al igual que Isaías, quien fue asediado por la policía de su país. Él intentó asentarse en tierras panameñas, pero no logró integración laboral:
Llegué al punto de prestar dinero para sobrevivir allá, y eso me hizo volver a Nicaragua a pesar del riesgo y luego venirme a Estados Unidos”.
Las señales estadounidenses han sido menos hostiles para los nicaragüenses en 2022. Datos de Washington Office Latin America, organización no gubernamental con sede en la capital estadounidense, revelan que en el presente año se redujeron notablemente las expulsiones de personas de Nicaragua: fueron únicamente 42 personas según el año fiscal 2022. Es un giro porque con la aplicación del programa “Quédate en México” impulsado por el gobierno de Donald Trump y recientemente cancelado por orden judicial, anteriormente hubo aproximadamente 3,700 personas nicaragüenses expulsadas.
“Quédate en México” —nombre con el que se conoce el programa Migrant Protection Protocols (MPP)— obligaba a esperar fuera de Estados Unidos y en territorio mexicano a quienes tuvieran procesos migratorios pendientes. Ello hizo que miles de personas quedaran retenidas en la frontera norte de México. A raíz de la cancelación quienes contaban con un caso migratorio abierto pudieron volver. Las personas de nacionalidad nicaragüenses fueron las primeras a las que se les permitió retornar.
A pesar de que la cancelación del programa fue recibida como una buena noticia, la comunidad centroamericana y el presidente de México Manuel López Obrador, no dejan de pensar que se pueden explorar mejores fórmulas para atender grandes flujos migrantes forzados como ha evidenciado el programa “Uniting for Ukraine” impulsado por el actual presidente Joe Biden y que permite a las personas de Ucrania, afectadas por la invasión rusa, gestionar permisos de permanencia temporal en tiempo récord a diferencia de lo que sucede con quienes proceden de países en dictadura o zonas de conflicto armado.
Para 2015 Estados Unidos contaba con alrededor de 637 centros carcelarios, los cuales van desde centros de detención en fronteras, hasta cárceles y prisiones, sus diferencias más allá de la infraestructura radican en el tiempo que cada persona detenida debe permanecer, estos van desde estancias cortas hasta períodos extensos por condenas ante delitos mayores. Algunos centros son improvisados, tal como el primero en el que estuvo Isaías, quien describe el espacio como una carpa y otros más establecidos para permanencias más prolongadas. La suerte de personas refugiadas y migrantes en esos establecimientos es variable. Muchas veces les someten a traslados por razones que las personas no comprenden del todo.
Para todas las personas entrevistadas para este trabajo, incluidos voceros de organizaciones civiles, el trato recibido en estos centros depende de “la suerte del oficial que te toque”. En los testimonios recopilados, sin embargo, se menciona la violencia verbal como común sumado a la sustracción de medicinas, o la falta de atención médica o la carencia de protocolos de salud, menciona Dolores Pombo investigadora del Colegio de la Frontera Norte.
Sin importar la época del año, un abrigo de un material que asemeja a papel aluminio será la frazada o cobija que acompañará a la persona migrante para mantener su calor corporal, mientras tanto la alimentación será jugos, agua, galletas, alguna manzana y burritos, ese último el alimento más consistente descrito por los consultados en el menú.
La experiencia de acudir a las cortes también ha resultado traumática. Es en el momento cuando muchas personas migrantes sienten un choque emocional “Me llevaron a una cárcel real”, “Nos esposaron”, “Nos trataban como a delincuentes”, son frases que repiten para describir cómo se sintieron. Cuando deben presentarse ante la justicia, quienes ingresaron de forma irregular deben declararse culpables, ya que violaron una ley migratoria. No pueden entender que huyeron para no estar en una prisión y terminan en otra celda, pero el proceso es así, excepto para quienes ingresaron con visa.
Abogados migratorios recomiendan a personas nicaragüenses agotar las vías legales para llegar a Estados Unidos si esa es su meta. Recomiendan comenzar con la petición de una visa, un trámite de 160 dólares, antes que recurrir como primera opción a traficantes de personas con los riesgos que ello implica. El caso del matrimonio de María Adilia Peralta y Cristhian Fajardo es un ejemplo. Ya han comentado su experiencia después de ser ambas personas presas políticas en 2018 y liberados en 2019. No tuvieron que pasar por un centro de detención en Estados Unidos, dado que ya estaban con sus familiares y solicitaron asilo antes del vencimiento de su estadía.
El camino que eligieron José, María, Moisés fue entregarse a un oficial migratorio y pedir asilo político. Moisés llegó acompañado de su abogada a la línea fronteriza, ella se identificó y presentó el pedido. El oficial indicó lo que seguía: tomar el testimonio de Moisés y pruebas impresas que él llevaba consigo, porque así lo pide el protocolo estadounidense. En ningún momento lo esposaron, pero sí fue extensa la entrevista inicial.
Isaías, José y María completaron rutas largas y complejas a través de América Central y México, estuvieron expuestos a toda clase de riesgos y pudieron ser uno de los tantos rostros que se ven redes sociales donde familiares solicitan apoyo económico para pagarles a secuestradores y liberar a sus seres queridos o repatriar cadáveres de quienes perdieron la vida en el intento, porque esa es la otra cara de la moneda, pero son hoy parte de la población nicaragüense que está a salvo.
Después de 5 países, 12 ciudades, 8 centros de detención, 20 personas llegaron en diferentes rutas y grupos y se encuentran actualmente a la espera de sus resoluciones de solicitudes de asilo político en Estados Unidos. En la última semana, uno de ellos recibió su permiso de trabajo después de meses de espera, está de más mencionar la alegría que siente en este momento después de todo lo vivido. Es ahora una persona que está a salvo. Empieza aquí un proceso de sanación y libertad.
Puede leer más de la experiencia de las personas que brindaron su testimonio a continuación:
José y María
“Recibimos un buen trato en un centro de detención en Texas, Estados Unidos después de entregarnos a oficiales de migración en un punto fronterizo donde solicitamos asilo político. Parte del protocolo es separar por género, para nosotros la diferencia fue que a me trasladaron a una celda diferente por mi especial condición: embarazo.
“Cuando íbamos de camino a Estados Unidos nos enteramos del embarazo. Pese a lo complicado que resultaba en esta situación, preferimos seguir adelante. Había más esperanza y sueños por cumplir del otro lado que en el país que nos vimos obligados a dejar por la situación de incertidumbre y asedio”.
“Todo empezaba a mejorar, les liberaron en dos días, la esperanza les embargaba pero no fue suficiente: perdimos el embarazo. No es fácil, hay días que recuerdo cuando pasó lo de mi bebé y lloro. Hace poco me tocó ir al hospital porque necesitaba los documentos de la institución para meterlos al proceso y recordé cada paso que dí ese día desde que llegué, hasta cuando me dijeron que no había nada que hacer, y me puse a llorar horrible. José solo me abrazaba, pero fue inexplicable, es duro sinceramente.
La pérdida de su primer y deseado embarazo se suma a los relatos y pruebas que deben incluir para los trámites migratorios que llevan en Estados Unidos, un duelo reciente dado que ocurrió apenas unos meses atrás y que no está próximo a sanar porque deben repetir lo vivido a cada persona que les entreviste durante este proceso.
“En México fueron detenidos durante 8 días en un centro de detención migratorio y lo que recibían eran insultos, malos tratos por la mayoría de personas ahí, excepto el señor que les llevaba la comida. En Estados Unidos nos fue mejor. Allí nos vacunaron contra el Covid 19, cosa que en Nicaragua no habíamos podido hacer”
“Mi hermano estuvo en cuatro centros de detención en Estados Unidos. Uno de ellos una cárcel. Estuvo detenido durante un mes y fue trasladado en cuatro ocasiones antes de su liberación. Lo más fuerte para él fue encontrarse con ser trasladado a una cárcel real”.
En la mayoría de los casos la población nica migrante cree estará en lugares que solo son exclusivos para migrantes. La realidad es diferente y es necesario prepararse para encontrarse con estos escenarios.
Moisés
“Hice un recorrido por cuatro países y siete ciudades. Cuando llegué a Ciudad de México había sido asaltado ya tres veces. Para la última ya no traía algo que pudieran quitarme. Fueron las manos solidarias de personas que encontré a mi paso las que me dieron alimento, algo para el frío y zapatos, porque hasta el elemento más necesario para esta odisea me habían robado.
“Dormí en refugios y antes de llegar a Tijuana, mi último reto antes antes de Estados Unidos, me hospedó en una cuartería de Comalapa para poder ahorrar lo poco que andaba y descansar. En Tijuana fui amenazado por una mujer que dirigía un bar, con conexiones con el narcotráfico y la prostitución, ubicado cerca de la cuartería. Primero intentó seducirme ofreciéndome trabajo manejando a las trabajadoras sexuales de la zona que domina. Como no acepté me puso un arma blanca en el cuello.
“Uno ve que en Tijuana hay calles como “La Coahuila” donde hay personas migrantes que se quedan ofreciendo sus cuerpos para pagar cuotas impuestas por traficantes de personas, quienes en muchas oasiones les imponen dos años de trabajo sexual para pagar deudas relacionadas a su desplazamiento. En otros casos personas migrantes que quedan a la deriva recurren a este medio para poder tener con qué subsistir.
“Pude abandonar Comalapa y llegar a Tijuana gracias al apoyo de un sacerdote que supo lo que sucedía y logró sacarme de la cuartería e incluso gestionó el pago del boleto de avión hacia la ciudad fronteriza ayudado de una organización que apoya a migrantes en situaciones así de delicadas.
“Llegué con otro muchacho a la frontera Tijuana-San Diego. Ahí nos acompañó una compatriota y abogada. Pedimos el asilo político. Los oficiales procedieron a tomar nuestros datos y nos trasladaron a un centro de detención donde solo estuvimos un fin de semana. Tardé más o menos seis meses antes de llegar a la frontera estadounidense.
“Fue así porque en México logré la aprobación de refugio y obtuve algunos trabajos temporales. Además, algunas personas me aconsejaron descansar de todo lo vivido antes del siguiente tramo. Al final conocí a una familia de Tijuana que me apoyó en la espera”
Mientras entrevistaba a Moisés, su permiso de trabajo en Estados Unidos le llegó. “Ya me vino el permiso laboral, bendito Dios, (...) Nunca me voy a aburrir de darles las gracias a quienes me ayudaron en este proceso”.
Los nombres de las personas que brindaron su testimonio han sido cambiados por seguridad.
Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.
Agradecimiento especial a quienes brindaron sus testimonios para esta nota periodística y a la familia Moreno de Tijuana por su apoyo en logística, así como su hospitalidad con las personas migrantes nicaragüenses que ha apoyado en el transcurso de 2022. También a mi editor, David González y al equipo de Radio Vos, parte importante de este trabajo.
Fuentes: Casa del migrante en Tijuana, Servicio Jesuita a Migrantes en México, Colectivo Nicaragüenses en México, Colaf, ACNUR, CIDH y Washington Office Latin America.
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