Don Pepe, desde el inmerecido exilio que sufrió por hablar y oponerse públicamente a quienes detentaban el poder, escribió en 1942 el ensayo "Palabras gastadas" y con sabiduría dijo:

Las palabras que han servido de caballo de batalla en grandes luchas, y que expresan los anhelos porque el hombre esgrime aún su lanza, a fuerza de repetirlas los periódicos, la radio, y la gente en incontables ocasiones, se han gastado.”

Hoy, las palabras “cambio” y “renovación” se gastaron en el Partido Liberación Nacional (PLN). Completamente vacías de contenido, estos vocablos son utilizados como lemas de campaña, simplemente porque es la moda; es de lo que se habla o lo que se reclama. Cuando se pide que profundicen en qué consiste el cambio o cómo se logra la renovación, la respuesta –cuando la hay- son más frases motivacionales. Casi nunca se dan propuestas que permitan valorar si el cambio y la renovación prometida tienen sentido o son las deseadas.

Por ello, y a propósito de la elección de las nuevas autoridades del PLN, conviene dejar en evidencia qué es un verdadero cambio de rumbo y qué no lo es.

Cambio no es presentar o defender currículos. La inmensa mayoría de las candidaturas anunciadas para el Comité Ejecutivo y la Fiscalía del PLN lo que entregan o circulan como oferta electoral son extensas hojas de vida para convencernos al resto que su vastísima experiencia, en el sector público o dentro de las estructuras del partido, es sinónimo de una transformación radical inminente. ¿Cuál es la lógica detrás de eso?

Renovación no es tirar frases al aire sin contenido. Hablar de “nuevas generaciones”, de “conocer el partido”, de “ser progresistas” o “ser modernos”, de “comprometerse con la transparencia”, de “tomar acciones”, o de “reconstruir la imagen del PLN”, por mencionar solo algunas ideas que se han presentado por parte de las y los candidatos a los distintos puestos, no se traduce en una guía para transformar al partido. No dejan de ser buenas intenciones que cualquiera puede decir.

Cambio no es solo cambiar unas caras por otras. Sin duda, ver caras distintas al frente de Liberación Nacional es algo positivo, pero no es suficiente. De nada sirve presentar una supuesta renovación de figuras si estas, en el fondo, no son más que agentes del status quo. En este punto la edad importa poco, pues se puede ser muy joven y aun así representar a la o las corrientes de liderazgo del partido que se resisten a ceder sus posiciones de poder. De igual forma, una persona entrada en años, por más experiencia que aduzca, no necesariamente es lo que le conviene al partido si hay un vacío de ideas o si es percibido por la gente como “más de lo mismo”.

Renovación no es volver al pasado. Existe una tesis, dentro de algunos sectores de Liberación Nacional, que consciente o inconscientemente consideran que el futuro del PLN está en la nostálgica y melancólica frase “volver a las raíces”. Un candidato propone regresar más de ochenta años en el tiempo hasta 1940 para recrear el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales. Hay otro candidato que sugiere retomar una socialdemocracia propia de la década de los setentas del siglo pasado y que ve a los empresarios como adversarios a los que se debe excluir, olvidando aquello que aspiraba don Pepe de tener un “país de propietarios y no de proletarios”.

Nada de lo anterior es cambio, nada de eso es renovación. El espíritu reformador pasa por asumir, con valentía, que el liderazgo requiere que se le diga con claridad al liberacionismo qué se pretende lograr en caso de ocupar cualquiera de los puestos en disputa. No con frases huecas, sino con una hoja de ruta definida. Propuestas que puedan ser confrontadas y debatidas, de forma tal que nadie dude del camino que el partido va a seguir. Es saber cuáles son los objetivos que se persiguen y que estos trascienden una elección interna.

Eso conlleva hablar de frente, sin tanto cálculo político. Parafraseando al expresidente Oscar Arias: “liderar es decidir”. Tomar decisiones no es fácil y no siempre son del gusto de muchos, pero deben darse de forma oportuna y sin vacilaciones.

El cambio pasa por un compromiso con la ética política, sin escudarse en procesos judiciales como una forma de evitar la toma de decisiones sobre militantes que ponen en entredicho la capacidad moral del PLN.

Renovar es saber qué, cuando el desgaste en la imagen de un líder, una autoridad o un delegado es tan grande, se debe dejar espacio a otras personas para que asuman la conducción del partido. Pero también es saber cuándo una candidatura es muy anticipada, pues aún no se reúnen las condiciones de liderazgo necesarias para asumir un puesto, empezando por la independencia de criterio.

El cambio requiere, ante todo, de una voluntad real para que suceda. Debe estar antecedido por el compromiso, la capacidad y el ánimo de lucha. Don Pepe nos dijo que “la contienda jamás fue por las palabras. Las palabras se gastan; los sentimientos se avivan." En tanto haya personas dispuestas a darle vida al sentimiento verdadero del cambio y la renovación, Liberación Nacional podrá recuperarse. Ojalá eso que hoy no se ve, pueda darse pronto.

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