Hace más de 25 años llevo a cuestas el enorme peso de ser víctima de violencia sexual, hecho que he mantenido privado a pesar de ser consciente de que, compartiéndolo, podría haber ayudado a otra mujer a salir adelante. Pero no tenía la fuerza para hablar. Irónicamente he encontrado la fuerza en un momento de dolor, temor y rabia.
Dolor porque hace dos años uno de mis hermanos llamó a mi casa y me dijo: Ani, se murió Luisi. Temor porque horas después, ese mismo día, entendí que Luisi no se murió, sino que la asesinaron. Rabia porque Luisi, o como se refieren los noticiarios, la doctora María Luisa Cedeño Quesada, es una de las mujeres de nuestra familia, y lloro de rabia cada vez que un medio de comunicación se aprovecha de su muerte para hacer dinero.
Hay tantos detalles positivos, divertidos e inspiradores para compartir de su vida: lo buena que era contando chistes, y era aún mejor riéndose de ella misma; era una gran deportista, una de las mejores profesionales en su campo; alegre y coqueta a más no poder, quería aprender a bailar flamenco, le gustaba montar a caballo con sus hermanos, disfrutaba de viajar por el mundo, decía que nada enojaba más a un hombre que tener una jefe rubia, bonita e inteligente -por eso iba impecable a trabajar- y, lo más importante, amaba a su familia.
Me pregunto si existirá alguien, en esos medios de comunicación que hoy comparten los detalles de su muerte, con un mínimo de empatía hacia una familia que nunca se va a recuperar de un golpe como este, hacia sus amigas y amigos que la adoraban y la seguirán adorando, hacia las otras mujeres víctimas de violencia sexual.
Lo que están haciendo esos comunicadores y esos medios de comunicación es asqueroso y deplorable.
Pido perdón a las familias de mujeres que fallecieron de la forma que falleció Luisi, les pido perdón por haberse tenido que enfrentar a esas noticias amarillistas y oportunistas sin que yo levantara la mano. Tuvo que pasarle a nuestra familia para que fuéramos conscientes del dolor que esto genera.
Y a los medios de comunicación les digo que generarían mayores ingresos celebrando la vida de una persona que compartiendo con sus lectores y sus audiencias los detalles atroces de su muerte, tal vez generarían una conexión emocional más positiva con el público, y lo digo así porque es evidente que apelar a su ética y empatía no tiene sentido, queda la posibilidad que ante una oportunidad de hacer un mejor negocio decidan tomar en consideración la profundidad y la intensidad de mi protesta.
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