Ser mortales no es morir sin más, sino morir varias veces en vida. Morir de manera compulsiva, con fanatismo extrapolado, como vivir, muriendo por exceso de vida. Vivir la vida llorando copiosamente y con profunda pena y, aún así, salvarnos, a nado, con nuestro llanto.

Como una cinta cinematográfica proyectada sobre un lienzo, es despuntar una fuga hastiada porque vivir es una carrera hasta que la muerte nos alcanza o alcance a los otros, ojalá alegres, aunque cansados. Es un gerundio: ‘viviendo’ equivale a ‘muriendo’. ¿Como llorando por exceso de dicha?

Esta soledad tan concurrida empapa sin razón alguna la vida que te deja caer en una alcantarilla (que se dice de muchas maneras). No importa si tus padres te dijeron alguna vez que habías nacido para hacer grandes cosas, porque aun así podés acomodar tus soledades por orden alfabético con una emotiva falta de candor.

Estamos llenos de adioses y de pérdidas de último vagón, con la conciencia de las ausencias que nos pertenecen, sin renunciar a ellas en una inmensidad que siempre duele tras el hambre de los besos bienvenidos y con muchos abrazos sin sabor.

Y es que no es la ausencia a secas lo que duele, sino la ausencia porque nos falta alguien. Nos falta una persona, esa que no volveremos a ver, y las demás sobran. No se echa de menos el amor sino a la persona amada que ya no está. Un poeta lo escribió:

En tu ausencia, mi corazón todas las tardes muere".

No obstante, lo anterior, si los seres humanos fuéramos como el Sísifo de Camus, seríamos felices. Sísifo desafió a los dioses muchas veces. En consecuencia, los dioses le castigaron con una piedra eterna y, a cambio, ellos le dieron la inmortalidad subiendo la colina sin fin. ¡Qué astucia la de Sísifo! Sísifo será como los dioses, inmortal, pero llorando. Sísifo es un humanista descarado. Y cualquier inflada promesa de otra inmortalidad que venga de dioses o demonios habrá que rechazarla y perderse de ella.

En la muerte, estamos solos y, en la vida, también. ¡Mor(t)ales, simplemente! La vida nos urge con veinte poemas desesperados y una canción de amor.

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