Manfred nació en abril de 1999. Los cuatro años que siguieron fueron un esfuerzo monumental y permanente por hacer todo y hacerlo bien: ser una buena mamá soltera a los 26 años y no perder el impulso de mi carrera en comunicación en un buen lugar de trabajo. De tanto intentar hacerlo ver normal, a veces hasta yo me lo creía.

Por las mañanas dejar al niño en el pre-maternal, después de dos horas de preparativos y jaleos cotidianos en casa, para luego entrar al mundo laboral, cuya terrorífica puerta en ese momento se llamaba La Platina.

Al final del día de 8 o 10 horas de trabajo salía hacia la misma pesadilla de tráfico para llegar a la casa con el cerebro frito, el cuerpo pidiendo cama, pero el corazón buscando al bebé para al menos, verlo dormir mientras su nana Mila me ponía al día de sus monadas o progresos del día.

En el 2003 tuve Mi Gran Renuncia, puse fin a esa rutina y me lancé al vacío de la consultoría, y mientras trataba de vender mis servicios y mis ideas, también di clases en la Universidad y hasta me hice vendedora de ropa interior; todo lo necesario para completar el presupuesto del mes. Estaba dispuesta a pagar el precio de la incertidumbre a cambio de la flexibilidad, de la posibilidad de decidir por mi tiempo y estar más cerca de mi hijo.

Desde hace unos meses en los círculos empresariales se viene hablando de La Gran Renuncia, esa tendencia global, hija de la pandemia, que ha hecho renunciar a sus trabajo a una de cada cinco personas. Uno de cada cuatro líderes dice no estar preparado para manejar esta situación, y más del 80% de las empresas buscaron ayuda para atraer y retener talento.

El principal factor de esta respuesta masiva de dejar los trabajos es el desgaste provocado por la inflexibilidad de las empresas. El salario o el clima laboral se han convertido en solo parte de los factores determinantes para elegir o quedarse en un trabajo, y ahora se agregan la búsqueda de propósito, la alineación entre los valores personales y corporativos, el estilo de liderazgo, el espacio para la creatividad y la innovación y el impacto, el derecho de ejercer una maternidad y paternidad más plenas. Se me hace tan familiar, como en el 2003.

En el 2005 Próxima Comunicación ve la luz y en el 2013 se convierte en la primera agencia 100% teletrabajo. De más está mencionar lo que todos estos años nos prepararon para seguir operando con relativa normalidad en el alocado 2020 y en adelante. Nadie se quedó atrás, todos y todas estábamos ya preparadas para no detener la operación de la agencia. Todas las pruebas de trabajar desde la casa, desde la playa o fuera del país durante temporadas cortas adquirieron sentido de simulacro.

Han sido nueve años de diseño, prueba y error de un sistema laboral flexible, productivo, humano, feminista, siempre experimental, y a la vez profesional e innovador en su propuesta de valor y hay un elemento que quisiera rescatar especialmente: el regreso a lo rural.

No estoy hablando de un nómada digital que se mueve a la playa 3 o 6 meses, mientras pasa el invierno en su país, o la quinta ola del COVID-19 en la ciudad, sino realmente de vivir y trabajar remoto en las zonas rurales, dejar de ser turista.

Me refiero a tener una casa permanente con servicios de buena calidad, agua, electricidad, internet, seguridad, salud, accesos y carreteras, centros de estudio para los hijos, oferta de productos y servicios de calidad, todo fuera del Gran Area Metropolitana.

El primer Conejillo de Indias fue Julián, quien vive en Cahuita, Limón, hace años, él y su esposa decidieron vivir y criar a su hija Alana cerca de la familia materna, de la playa y la comida caribeña.

Creo que yo fui la segunda, una movida drástica de Barrio Escalante, con centenares de restaurantes a unos pasos de distancia, hasta la montaña de San Antonio de Damas, Parrita, con centenares de especies de insectos, aves, reptiles a unos pasos de distancia y hasta entrando a mi oficina.

La zona de influencia de Tamara sigue siendo Ciudad Quesada, Tiffany decidió regresar a Guápiles y estar cerca de su familia, Stephany ha sido censada nuevamente en San Vito de Coto Brus, Yuliana tiene su centro de operaciones en Esparza y Gary en Grecia. Y en el lugar más extremo, como casi todo lo que hace está Javier, quien pudo sostener un noviazgo pandémico y ahora un matrimonio con Natalia, quien estudió y trabaja en Alemania.

Lo que yo deduzco de las conversaciones y ejercicios de observación del equipo, es que todos los ahora rurales hemos experimentado mejoras en la salud física y mental, gracias al contacto con la naturaleza y la cercanía a un estilo de vida más sencillo, auténtico y en balance.

Pero no todo es felicidad; estamos viendo de cerca la vida de la Costa y más lejos de la Rica. En las comunidades que nos ofrecen ese nuevo hogar se viven retos enormes de infraestructura, educación, mano de obra, seguridad y sobre todo, ausencia de liderazgo. Con casi la mitad de la oficina repartida por el territorio nacional, en Próxima también estamos distribuyendo la riqueza, comprando local, generando empleo en zonas de pocas oportunidades, escuchamos a las comunidades a las que ahora también pertenecemos.

¿Será el equlibrio posible entre lo urbano y lo rural, lo presencial y lo virtual, lo bueno conocido y lo bueno por conocer? ¿Será posible La Gran Renuncia al egoísmo y la polarización y la apuesta por el bien común para toda la Costa y la Rica?

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