Cuando un hijo o una hija llega, las mujeres y los hombres salimos del hospital con una criatura en brazos que depende totalmente de nosotros para sus cuidados. No traen manual de instrucciones, no sabemos por qué lloran o por qué gimen, suponemos que será hambre, frío, calor, ganas de estar limpios y arropados por el amor de mamá o papá.

La madre usualmente se encuentra débil, cansada, mal dormida y con una avalancha de hormonas en el cuerpo. Tendrá dudas de si darle pecho, de si su leche será la suficiente, de si sus cuidados bastarán. Tendrá también, de acuerdo con la ley, derecho a quedarse con su retoño durante al menos tres meses.

El padre, por su parte, hasta hace pocos meses, debía seguir trabajando como si en su vida no ocurriese ningún evento maravilloso, fantástico y demandante, como lo es la llegada de un hijo o una hija. Hace pocas semanas, finalmente, nuestro país cambió su legislación y los recién estrenados papás tienen derecho a una licencia de paternidad que consiste en dos días a la semana, durante un mes. Lo que ocurría antes era que los padres trabajadores que querían y podían, tomaban días de vacaciones para poder estar con su pareja y con su bebé algunos días.

Según la Caja Costarricense del Seguro Social, del 3 de julio (cuando entró en vigor la ley) al 27 de julio del 2022, se han solicitado 1541 licencias especiales en todo el país. Dichas licencias son otorgadas por paternidad, muerte materna o adopción. En otras palabras, más de 1500 familias han podido tener unos días a papá en casa, criando y formando un lazo con su hijo o hija que permanecerá para toda la vida.

Hace pocos años, las cosas empezaron a cambiar y algunas empresas privadas comenzaron a valorar que sus empleados pudieran ejercer una paternidad responsable. Citibank, Citrix, Microsoft e Intel cuentan con licencias de paternidad pagadas por la empresa que van incluso hasta las 18 semanas. En el sector público, el Ministerio de Educación Pública negoció con los sindicatos -en su convención colectiva- una licencia de paternidad por un mes. En el plano internacional, muchos países europeos cuentan con licencias parentales de 90 días incluso; mientras que, en América Latina, Colombia otorga dos semanas de licencia, Venezuela brinda 14 días y Chile unos cinco.

Es así como, el ejercicio de una paternidad presente e involucrada, impactó al mundo laboral y cambió las prácticas corporativas para finalmente hacerlo con las leyes. Esto es un gran avance para el bienestar de niños y niñas, para fortalecer el vínculo paterno, pero lo es también en términos de igualdad.

Este avance legal nos permite balancear un poco mejor las cargas de la vida familiar. Papá no sólo tendrá la oportunidad de cambiar pañales, de trasnocharse igual, sino también de ser esa persona adulta que está allí acompañando a su pareja, permitiendo con su presencia que mamá se pueda bañar tranquila, que tenga alguien con quién hablar de cómo se siente. Papá podrá estar allí para servir un plato de comida, mientras mamá amamanta.

Existen pocos períodos de la vida cuando la soledad nos pesa particularmente a las mujeres.  El post parto y el puerperio son dos de esos momentos. La presencia del padre no solo significa compañía para la madre, también es una oportunidad para detenerse y disfrutar de esa cara diminuta que demanda comida y cuido.

Las licencias de paternidad llegaron para quedarse y las necesita no sólo el niño o la niña, papá las necesita y mamá también para compartir la crianza. La sociedad y las empresas también la necesitan para aumentar su productividad y la fidelidad de las personas trabajadoras.

Dice el refrán que se requiere de una tribu para criar.  Maternar en igualdad también requiere una tribu con padres amorosos y responsables

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