Las políticas macroeconómicas convencionales tienden a plantear que cualquier política de gasto es inflacionaria. En este sentido está implícita la limitación de que existe una tasa de desempleo natural o sea la posibilidad de estar cerca de pleno empleo y por lo tanto el peligro inflacionario.

Sin embargo, no es asumida esta limitante con toda la consecuencia del desafío que plantea para los que elaboran las políticas. Si, efectivamente, estuviésemos con posibilidades de recalentamiento de la economía, deberíamos contrastarlo con el hecho de que nuestras sociedades están lejos del pleno empleo, dependiendo de lo que entendamos por tal.

Cuando tenemos una tasa de desempleo de superior al 10%, cuando tenemos una población sin capacidades ni posibilidades para insertarse en los mercados laborales y cuando entendemos que parte de la capacidad empresarial al nivel de la micro empresa y los emprendimientos familiares, está bloqueado.

En esa línea las políticas nuestras han mostrado debilidades en dos aspectos, por lo menos. Por una parte, una política monetaria concebida a partir de un banco central cuyo principal objetivo único está centrado en el manejo de la inflación, y por otra parte el requerimiento del desarrollo de políticas productivas, que está mostrando ser ineficiente en promover inclusión social inclusión productiva.

Este es el desafío que creo tienen los de decisores de la política económica, pero también que tienen los partidos políticos —si es que quieren aportar al desarrollo nacional— y, adicionalmente, lo tenemos en el resto de la sociedad desde diferentes posiciones.

En las discusiones se oye mucho las referencias a políticas productivas, a inclusión social, inclusión de género, políticas para la innovación. Pero pareciera que no se tiene conciencia de que tienen que enfrentarse a esa barrera que deja por fuera a una gran cantidad de personas de la sociedad en términos de acceso a empleo y en términos de acceso a procesos de satisfacción de sus necesidades básicas.

En ese sentido —aunque suene trillado y trasnochado— es importante retomar o mantener en la perspectiva las políticas de gasto gubernamental. políticas que creen demanda y con ello que creen empleo y ahí está el gran reto que tenemos. Cómo traducir ese esfuerzo de gasto que se realice en la sociedad al nivel macroeconómico, en dinamismo a partir de sectores excluidos, de sectores que están ahí al margen con muchas dificultades para ser incorporados. Por ejemplo, para salir de la informalidad y de la precariedad de la informalidad productiva y de la precariedad del empleo.

Con esto, entonces, volvemos al inicio de este de esta reflexión. Será que el recalentamiento que se prevé siempre cuando hablamos de políticas de gasto es un recalentamiento que no considera todo lo que significa la dimensión del desempleo. La capacidad potencial de las políticas orientadas hacia quienes están dentro de las posibilidades pues su potencial hay que impulsarlo para abrir oportunidades de producción y empleo a partir de los que están establecidos es fundamental. Pero no tienen el impacto de arrastre sobre los sectores que están al margen. Ahí entonces una pregunta importante se orienta a cuestionar si el banco central debería preocuparse solamente del tema de precios, y también tiene que preocuparse del tema del crecimiento a través de una variable muy importante que incide en la actividad productiva: esto es, las posibilidades de acceso a crédito que implica disponer de un sistema financiero sintonizado con este desafío y el mejoramiento indudable de las políticas productivas.

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