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No me llame, yo lo llamo

— Con el cambio de gobierno noté que muchas de mis conversaciones con personas ajenas a mi cámara de eco giraron en torno a dos puntos de vista. El primero, juraba que la llegada de Chaves cambiaría todo y que, a punta de decretos y referendos haría y desharía el país a imagen y semejanza de su campaña. Podemos llamarlo el grupo de los oficialistas radicalmente optimistas. El segundo, juraba que Chaves iba a llegar a desmantelar todo lo que se le pusiera al paso y a borrar con el codo lo que medio hemos construido con las rodillas. A este podemos bautizarlo como el de la oposición extremadamente fatalista.

— Mi posición en ambos casos no fue muy popular. Dije (y sostengo) que la institucionalidad de Costa Rica es tan fuerte que ni este ni ningún otro presidente podría hacer o deshacer tanto como quisiera. Los primeros me dijeron “ya veremos” y los segundos “ya verás”. Yo me siento cómodo y tranquilo en la hamaca, con una taza de café y espero... si la vida ...