El título de esta pieza es un homenaje directo al gran escritor, activista, iconoclasta, performativo, chileno, cuir, Pedro Lemebel, que solía decir que se libró del sida, pero se lo llevó un cáncer de garganta. Otro gigante, Umberto Eco, alguna vez mencionó que no todas las palabras están hechas para todos los oídos, así que lea usted amable lector bajo su propio criterio, porque no habrá concesiones esta vez.
Escribo, desde lo que intento esbozar como la filosofía de la humillación, y me dirijo a los excluidos, los señalados, los que viven al margen de los grupos humanos y son sujetos de murmuraciones; a los que les embuten culpa desde niños por ser y existir, a los que son dominados mediante la manipulación y los discursos meta terrenales. Les hablo a quienes tienen la piel gruesa como la de un elefante, porque de tanto insulto y burla, llega un momento en que ya no les duele nada y la única salida es avanzar con paso paquidermo, recordando que como dijo Nietzsche, la verdadera libertad es no tener vergüenza de uno mismo.
No escribo este manifiesto desde la compasión, sino desde la valentía, no se trata de un llamado a la subversión de las normas jurídicas, al contrario, sino a la exigencia de su cumplimiento. La autenticidad es siempre un discurso molesto, la expulsión solapada de los ámbitos de poder, el ostracismo, el desprecio y la indiferencia son poca cosa a cambio del respeto de sí mismo.
Me refiero a todos y todas que por cualquier motivo o condición han sufrido cualquier clase de discriminación en su vida y sé que somos multitud, ¡reaccionen! Costa Rica es un Estado Social de Derecho, el lenguaje se puede volver acción.
Muchos de quienes me leen, incluyéndome, somos toros humanos, nos han clavado banderillas distintos picadores, seguimos vivos, duele; difícilmente el ofensor tiene argumentos o coraje para dar la cara, por eso se suelen clavar cuchillos en el lomo, y es por eso que tenemos cicatrices en la espalda.
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