El por qué escribo estas líneas, tiene una razón circunstancial, ya que como ateniense, he pasado incontables ocasiones al frente del templo católico, y nunca me había detenido a pensar: ¿quién fue el Presbítero Ricardo Rodríguez Elizondo? Por mera casualidad, conversando con un amigo y colega, me contó que leía el libro “El año de la ira” del autor costarricense Carlos Cortés, y que había una referencia al citado Presbítero, y al instante recordé que existe un busto en su honor. Por ello, empecé a tomarle interés a la vida del Padre Ricardo, quien nació el 11 de agosto de 1868 en el seno de una familia herediana, y quien, por azares del destino, murió como ateniense el día 31 de mayo de 1918.

Dice una frase muy popular que “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla” (Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás), y me he preguntado cómo durante la escuela y el colegio no escuché sobre el Padre Ricardo y su legado, situación que tiene una explicación en la casi nula enseñanza sobre la dictatura de los hermanos Tinoco entre 1917 y 1919. Es entendible que se estudien los pormenores de la I Guerra Mundial —en la primaria y secundaria— pero también, durante esos años nuestros bisabuelos vivieron momentos de crisis muy importantes —la dictadura de los Tinoco, por ejemplo— de ahí que no se entiendan las poquísimas enseñanzas al respecto en el ámbito educativo nacional y ateniense en particular.

Por fortuna, autores “ticos” han investigado y publicado sobre el tema del Padre Ricardo Rodríguez —del cual por cierto no me une ningún lazo familiar desafortunadamente— y quienes rescataron la tan importante memoria histórica de su obra en el pueblo costarricense, pero sobre todo en el cantón No 5 de la provincia de Alajuela. Si bien a Atenas se le conoce por el clima, las toronjas rellenas o bien como un excelente lugar para pasear o comer, lo real es que, debería también ser recordado como el sitio en donde construyó su mayor obra el Padre Rodríguez Elizondo, no sólo edificando el inmueble más alto (templo parroquial en 1918), sino con su mensaje de trabajo, amor al prójimo, y respeto al derecho de las personas y a la institucionalidad del país. Al respecto, dice Carlos Cortés en su obra antes citada:

En mayo de 1918 Ricardo Rodríguez, el cura rebelde de Atenas, partidario de Fernández Güell, fue flagelado en la Penitenciaria Central y recibió 200 azotes. En una de las sesiones de tortura reconoció a Tinoco, quien estaba presente, y al verlo levantó la cabeza y le espetó: “Tu muerte será muy trágica y los perros beberán su sangre” (pág. 128).

Cabe mencionar, que el Padre Ricardo fue detenido en dos ocasiones, y en ambas fue azotado por los cuerpos policiales afines al gobierno de facto, incluso el autor Carlos Cortés señala que herido se le envió a morir a su parroquia en Atenas, para que no lo hiciera en la penitenciaria, ya que ello generaría más problemas al gobierno (ver pág. 134). Así para comprender en su real magnitud el impacto de los azotes sufridos por el Padre Ricardo, tenemos que “Los golpes de vara o “el palo” como lo llamaban comúnmente, eran dados por una vara de membrillo por lo general, de una gran dureza, que era azotado en la espalda y glúteos de los prisioneros. Estos eran acostados boca abajo en una especie de mesa con garfios a sus extremos para extender y sujetar tanto los brazos como las piernas, inmovilizando al prisionero. Este instrumento era conocido por los prisioneros como “la zorra”. En esa posición, los encargados de torturar, que por lo general eran los esbirros, desataban los golpes en series de cincuenta por lo general, hasta el punto de desgarrar el músculo y provocar graves hemorragias. Finalizado el tormento, los esbirros lanzaban una cubeta de agua fría, como una forma de “detener” la hemorragia, pero más bien lo que causaba era un dolor más profundo en la víctima”.

Sobre el Padre Ricardo, se ha señalado que era un “… gran hombre tuvo siempre su corazón embargado por el amor. Amó sobre todo a Cristo y a su iglesia, por ellos dio su vida. Fue un hombre íntegro de palabra, que entregó también sus esfuerzos al cultivo del verbo en los lides sociales y políticos. Amó y compartió la vida del labriego del campo, de su amadísima feligresía, con ellos compartió su vida y entre ellos quiso que sus restos mortales descansasen”. Y con relación a los motivos que llevaron a su persecución, los autores consultados concuerdan en que su férrea lucha en contra de la tiranía de los hermanos Tinoco, y la defensa de su pueblo, provocaron que ganase enemigos que finalmente le dejaron mal herido, provocando que muriera en Atenas. El Padre Ricardo, fue una persona de bien, un defensor a muerte del pueblo costarricense e inclaudicable protector de sus ideales, los cuales convirtió en obras para el bien del pueblo. No se quedó callado, sino que, ante la dictatura, usó la libertad de expresión y de prensa para contrarrestar el yugo opresor del (des) gobierno, que no sólo eliminó las libertades individuales, sino que torturó y asesinó a quienes los adversaban, entre los que sobresalieron el educador salvadoreño Garcia Flamenco, el periodista Fernández Guell y el Padre Rodríguez Elizondo, entre muchos otros/ as.

Concuerdo con don José Antonio Muñoz Elizondo, en el sentido de que es:

justo y reivindicativo, el reconocimiento oficial por el Estado y la Iglesia, de que el Pbro. Ricardo Rodríguez Elizondo sacrificó su vida en el cumplimiento de su misión profética. Y que su testimonio es de altísimo valor y significado eclesial y cívico, para la presente y futuras generaciones.”

Hace unos días, pedí un espacio ante el Consejo Municipal de Atenas, con la intención de explorar la idea de retomar el estudio sobre la vida del Padre Ricardo, y de que ésta sea conocida en el cantón. No es posible que, una amplia mayoría de los visitantes, no conozcan que un cura se puso “las pilas” y junto con su pueblo colocó cada piedra que cimienta el edificio más grande y alto de la Atenas actual, y que, además, esa misma persona entregó su vida en pro de la libertad, y de la democracia que se veía carcomida por el afán opresor de una dictadura que oprimía al pueblo costarricense.

Finalmente, planteo la siguiente interrogante: cuántos atenienses conocen que “el 30 de junio de 1968, en sesión municipal extraordinaria Nº 132, celebrada a las 14 horas, el Consejo Municipal Ateniense acordó: Artículo Único: "Se procedió de inmediato al nombramiento de las personas que por su gran obra moral y material son dignos de ser llamados "Benefactores de Atenas". Así se designaron ocho personas entre las cuales está recordado solo como presbítero el insigne héroe del civilismo democrático y mártir por la vivencia del Evangelio: Ricardo Rodríguez Elizondo” (). Por consiguiente, en una sociedad en donde a cualquier persona se le cataloga de héroe, debe rescatarse la historia y esta debe ser valorada y colocada en el lugar que merecen. Nuestros jóvenes y niños tienen el derecho de conocer, quién fue el PADRE RICARDO, y cuál fue su obra en el pueblo ateniense, ya que ello permitirá enaltecer los valores democráticos, y los ideales de libertad que deben imperar en un Estado como el nuestro. Sólo así, haremos justicia a la memoria de quiénes dieron su vida por el país, convirtiéndose en próceres de la vida democrática, y en el caso del Padre Ricardo, en un héroe sin capa, en mártir de la democracia y del amor al prójimo. Por ello insto, a la Municipalidad de Atenas, al Gobierno de la República y a la Iglesia Católica a colocar el nombre y las obras del Padre Ricardo en el lugar que merecen en la historia del país y del cantón.

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