Puede ser, que en el resbaladero del tiempo no haya muchas pausas, quizá simplemente porque no hay manera de parar. Puede ser, que no exista el para siempre y las mejores intenciones se estrellen como esferas de vidrio de botellas en paredes de realidades ajenas, impuestas por voluntades de oscuros corazones.

Puede ser, que las peores soledades aniden en las caras más sonrientes y que las más excelsas dignidades no correspondan a los mayores escalafones observables. Puede ser, que haya más amor entre tablas de madera descascarada que en altas torres de bits controladas.

Puede ser, que la verdad de las mentiras arroje luz en las tinieblas y que la vileza del engaño se mude de ciudad cuando regrese la piedad. Puede ser, que no quede rastro de las caricias más queridas, de las tardes aburridas y de las mañanas cuyo sentido se escondía. O tal vez, era la ruta de una flecha arcana e íntima que te robó el aliento cuando el sol languidecía.

Puede ser que tu interior traiga semilla de generaciones, o se seque como pasto de verano, sin que nada cambie ni se espante; no valés menos, ni pesas más por procrear, porque en la balanza de los actos, quizá la joya más rara y hermosa sea no disfrutar jamás la desgracia de ningún ser.

Puede ser, que las despedidas no suelan anunciarse, disfruta buenamente lo que resta del día; porque hoy podría ser el último o el primero, eso nunca se sabe. Si te lo permiten, regresa callado a la casa de tu infancia, recuerda a tus padres, escucha al búho blanco de tu corazón, acaricia al conejo pequeño de la ternura y cierra los ojos. Puede ser que exista el Cielo y ya estés en él.

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