El próximo 21 de noviembre dará inicio la Copa Mundial de la FIFA 2022 en Catar. Este mundial será el primero en celebrarse en un país del Medio Oriente y el último que se jugará bajo el formato actual. Además, será probablemente el último que disputen grandes estrellas como Karim Benzemá, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.

La asignación de la sede del mundial a un país sin tradición futbolística como Catar, ha evidenciado una serie de intereses extra deportivos y ha generado grandes polémicas alrededor de la FIFA: el ente rector del fútbol a nivel mundial que, como tal, debería garantizar que sus operaciones sean socialmente responsables.

Esa no ha sido la tónica de los preparativos del gran evento deportivo en Catar. Por el contrario, todo indica que lo único importante para la FIFA y sus patrocinadores es que el balón ruede nuevamente, a partir del 21 de noviembre.

Condiciones laborales

Según el diario The Guardian, desde el año 2010, cuando fue elegido como sede de la Copa del Mundo 2022, Catar se ha embarcado en un programa de construcción sin precedentes. Además de siete nuevos estadios y docenas de nuevos proyectos, inició la construcción un nuevo aeropuerto, carreteras, sistemas de transporte público, hoteles, e incluso una nueva ciudad.

Para alcanzar sus ambiciosos objetivos, la organización ha recurrido a mano de obra inmigrante que trabaja sin cesar, bajo condiciones infrahumanas y derechos laborales inexistentes. Según la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, los trabajadores de esos proyectos provienen en su mayoría de Bangladesh, Nepal, India y Pakistán.

Según esta organización, los trabajadores deben pagar altas comisiones de contratación, que oscilan entre los $500 y $4300. Como cuentan con muy pocas oportunidades en su país de origen, muchos de ellos recurren a deudas que les permiten pagar estas comisiones y trabajar en Catar.

Presumiblemente, algunos trabajadores han sido víctimas de engaños. Por ejemplo, en su país de origen les ofrecen una cantidad de dinero, pero al llegar a Catar reciben el pago de un tercio del monto ofrecido. Como si esto fuera poco, los salarios llegan tarde, si es que llegan, y los trabajadores están tan desprotegidos que la posibilidad de reclamo es inexistente.

Una vez instalados en Catar, las condiciones laborales son deplorables. Según Amnistía Internacional, los trabajadores son despojados de sus pasaportes cuando llegan a suelo catarí. Esto implica que no pueden salir del país ni cambiar de trabajo. Además, están obligados a permanecer en sus campamentos, ya que al no contar con un documento de identificación pueden ser multados o incluso encarcelados.

Los trabajadores son sometidos a campamentos insalubres, jornadas de trabajo sin descanso, acceso limitado a agua potable y temperaturas de hasta 50 grados centígrados, entre otras calamidades. Todo lo anterior, aunque sea disfrazado de trabajo por las autoridades de la FIFA, significa simple y llanamente esclavitud.

Políticas de papel

Además de todos estos problemas, las condiciones de salud y seguridad en el trabajo parecen ser inexistentes en Catar. Según The Guardian, alrededor de 6500 trabajadores inmigrantes han muerto durante la organización de esta Copa del Mundo. Esto representa alrededor de 12 muertes semanales desde que se designó a Catar como sede y sugiere que en noviembre celebraremos un evento planetario que merecería llevar el nombre triste de la Copa de la muerte.

Si queremos poner en perspectiva estos datos, podríamos considerar que en el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York murieron alrededor de 3000 personas, mientras que la guerra en Ucrania ha acabado con la vida de aproximadamente 5000 personas. Esto significa que las obras relacionadas con la Copa del Mundo en Catar han acabado con la vida de más personas que cualquiera de estos eventos. Sin embargo, esas muertes han sido invisibilizadas.

Recientemente, el CEO de Catar 2022, Nasser Al–Kather, declaró en una entrevista que únicamente tres personas habían muerto como consecuencia de las obras de la Copa del Mundo. Sin embargo, según The Guardian, la mayoría de las personas fallecidas se encontraban en Catar por el único hecho que ahí se albergará la Copa del Mundo. Lo más irónico de este caso es que, en su sitio web, la FIFA cuenta con una Política de Derechos Humanos y No Discriminación. En este documento se compromete a respetar los derechos humanos reconocidos internacionalmente y a promover la protección de esos derechos.

La política en cuestión no sólo se expone en el sitio web de la FIFA, sino que además es ampliamente utilizada en banners, anuncios y camisetas que portan los grandes jugadores antes de los partidos. Evidentemente sus consignas funcionan como una estrategia mercadológica y no como parte de la filosofía corporativa.

Los cuestionamientos hacia la FIFA no son nuevos. En el año 2014, se publicó “El lado sucio del fútbol”, un libro que señalaba una amplia red de corrupción, lavado de dinero, evasión fiscal y otros delitos alrededor del llamado deporte más hermoso del mundo. Lo triste es que, en nuestros días, a esa lista habría que sumarle, además, miles de muertos. Bien aplica la recordada frase de Diego Armando Maradona de hace alrededor de dos décadas: “la pelota no se mancha”.

El desarrollo de una Copa del Mundo es, sin duda, una inversión que genera beneficios económicos a todos sus implicados. Como tal, es necesario aplicar diferentes criterios de sostenibilidad y gobernanza, que aseguren el cumplimiento de condiciones básicas. Los patrocinadores juegan un papel fundamental en esto. Todas las empresas que patrocinan esta Copa Mundial son cómplices del atropello a los derechos humanos que ha tenido lugar en Catar. Hasta que las empresas empiecen a tomar en cuenta factores adicionales al económico, estos problemas están destinados a repetirse en cualquier tipo de proyecto de inversión.

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