En estas elecciones es fundamental votar por quien consideremos que puede ser la mejor opción para ocupar la Presidencia de la República, ya que, todavía a 16 días de las elecciones, la encuesta del CIEP-UCR mostraba un 41% de votantes indecisos, que son, sin duda, quienes van a elegir.

Pero más importante aún es lo que Enfoques Investigaciones MP refuerza con el dato de que entre los que aún no han decidido por quién votar, hay un alto grado de rechazo hacia quienes han estado estancados durante muchas semanas, en virtuales empates técnicos en los primeros lugares.

Lo anterior implica que hasta quienes no superan el margen de error podrían ganar esta campaña aún en primera ronda, razón por la cual debemos tener cuidado de no caer en la trampa de votar por un candidato o candidata con la sola motivación de evitar que otro pase a la segunda ronda.

Esa manera de votar distorsionaría y debilitaría nuestra democracia, porque empoderaría a encuestadoras tureca y a las manejadas por alguna manilla peluda.  En pocas palabras, votar de esa manera sería trasladar el poder de elegir a las encuestadoras, entre ellas las de dudosa independencia, con lo que le daríamos un voto de confianza a la corrupción.

No sería hasta que, eventualmente, lleguemos a una segunda ronda, cuando a muchos podría tocar votar, con frialdad y absoluta ecuanimidad, por lo que parezca menos malo para nuestro país.

Sin embargo, es en la Asamblea Legislativa donde se pueden tomar las decisiones que resultan más críticas para el futuro de Costa Rica.  Es por eso que aún mas importante es escoger, con afán y cuidado, a quién le damos el voto para diputados, hurgando entre los aspirantes cuya elección parezca no estar asegurada, única manera de hacer que, en este amañado sistema de elección por listas, nuestro voto decida.

Esa tarea nunca ha sido fácil y esta vez tenemos un verdadero charral electorero.  Como tal, hay que empezar a limpiarlo por descarte, primero de partidos y después de candidatos, hasta llegar a tener depurada una lista de aspirantes en la que valga la pena invertir el tiempo que toma buscar y analizar la poca o mucha información disponible sobre cada uno (por lo menos, ver páginas web del TSE y los partidos).

En el menú electoral hoy tenemos casi de todo, y hasta de repuesto.

Ahí están los dos de siempre, para los que todavía quieran volver al pasado por el camino que nos perdió en el espeso bosque de anárquicas autonomías, cacicazgos y privilegios, irresponsabilidad en el manejo fiscal y el empoderamiento de una burocracia descaradamente ineficiente e infinita, que a pesar del enorme gasto de recursos públicos ha sido incapaz de enganchar el vagón de los más pobres al tren del desarrollo.

Pero lo más grave es que están tomados por una terrible y temible red de corruptos, muchos de ellos asociados con narcotraficantes, que se ha instalado en casi todos los niveles de ministerios, oficinas e instituciones de los tres poderes de la República.

En ambos extremos del espectro encontramos desde marxistas que no han parado a pensar que no vivimos en la Europa de la Revolución Industrial, hasta ultraliberales inmaculados, aún más trogloditas que los comunistas, que no se han dado cuenta siquiera de que ya nos independizamos de España y de que hace rato que se abolió la esclavitud.

La socialdemocracia, por más teñida o desteñida que la quieran pintar, está muy bien representada por el Frente Amplio, que quiere seguir profundizando el hoyo que dejó el bipartidismo.  Además, cargan con la miopía de esa vetusta izquierda latinoamericana, que no quiere y ni siquiera puede ver la evolución de los movimientos populares de avanzada, como pueden ser los casos de Uruguay y Chile, y todavía cantan loas a los Ortegas y Maduros.

Hay dos partidos que en términos tradicionales podríamos denominar una nueva centro derecha.  En Unidos Podemos y el Partido Liberal Progresista vemos a gentes serias y muy críticas, convencidas de que el empuje socialdemócrata y socialcristiano de mediados del siglo pasado fue de muy corto aliento y que muy rápidamente el Estado fue tomado por la corrupción y la carísima ineficiencia de la burocracia.  Su posición básica la puedo resumir en que no se puede obtener resultados diferentes haciendo más de lo mismo y que Costa Rica no puede avanzar si no se frena en seco la dictadura de la burocracia.

El PAC nació hace 20 años como un partido personalista en reacción a la inoperancia y corrupción del bipartidismo.  A pesar de la insistencia de muchos, nunca maduró ni hizo la tarea para convertirse en un verdadero partido político, debido a la prepotencia y terquedad de algunos.  Hoy sigue siendo el mismo refugio de inconformes, pero sin liderazgos claros, más variopinto que nunca, y esta vez con una propuesta electoral bastante distante de lo bueno que han hecho los dos últimos gobiernos, a pesar de la fuerte "contramarea" politiquera y populista que han tenido que soportar.

Sacar a las iglesias de la política y mantener la religión alejada del poder ha costado mucha sangre y sufrimiento a través de los siglos, como para retroceder en este campo.  Los insto a descartar de entrada a todos los partidos religiosos.

Como aderezo de esta suculenta ensalada, hay momias políticas de las dinastías Monge y Calderón, solicitudes de cheques en blanco para tercos y habladores sabelotodo, y toda otra colección de sales, aceites y vinagres políticos, así como de taxis electorales que no han podido encontrar un buen pasajero.

Adelante, pues, descarte usted y recuerde la importancia de escoger aspirantes que no tengan su elección ya asegurada por el anónimo arrastre de las listas. Con el norte fijo y el rumbo claro hacia un mejor futuro para Costa Rica, escoja a personas honradas, inteligentes y valientes, que puedan hacer una mejor diputación que la recua de borregos y fundamentalistas que ya conocemos.

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