Dos experiencias de la vida real

En un evento académico de una universidad local, un estudiante joven no paraba de golpear con su pie mi butaca en el auditorio, le pedí dos veces de muy buena manera que cesara de hacerlo; al sentir los impactos en el respaldo de mi espalda nuevamente, le hablé fuerte y directo, pero sin ofensas. Para mi sorpresa, salió llorando del recinto, después me enteré que la profesora que lo atendió, también lloró con él. Quedé perplejo cuando supe que era un estudiante de derecho, recé en mi mente a algún dios pagano para que soportara una semana de ejercicio profesional en el mundo real en el caso de que se graduase como abogado. En otra situación distinta, un conocido de mi infancia que emigró a Estados Unidos de Norteamérica, padre de cinco hijos, con una maestría en educación, me decía que necesitaba mayores ingresos, y le di la página de la Naciones Unidas para que aplicase como consultor externo, de repente, en un arrebato intelectual quiso iniciar una conversación de tipo filosófica acerca de un tema que evidenciaba manejar a nivel “arjonístico”, le expliqué con calma, que yo estaba muy ocupado con el teletrabajo y que admitía estar de acuerdo en estar en desacuerdo con él, pero insistía en debatir conmigo, al ver el lado oscuro de su luna en la falta de consideración de quien solo intenté ayudar, le dije que el tópico no ameritaba una discusión extendida, a lo que me replicó que él tenía una maestría, yo me despedí con mediana cortesía y me llamó “snowflake” (copo de nieve). Seguí con mi vida, lo bloqueé de mi teléfono, de una red social y me recordé que hay que tener extrema prudencia al ayudar a los demás. Ya estoy curado de sorpresas, pero no de espanto, pero siempre hay espacio para más, he conocido predicadores ateos; una persona docente de filosofía a nivel de posgrado, que no tolera la disensión del pensamiento (no ríe nunca), cuyo ego es incompatible con el oficio y que tuvo la dicha de mamar directamente de una pitonisa del Oráculo de Delfos.

¿Qué significa el término copo de nieve?

La expresión, proviene de un libro distópico: “The fight club” (el Club de la Pelea), escrito por el estadounidense Chuck Palahniuk, concretamente del párrafo: “You are not special. You are not a beautiful and unique snowflake" (Tú no eres especial. Tú no eres un precioso y único copo de nieve). El texto se llevó al cine en 1999 y fue dirigida por David Fincher (le adeudan el Óscar hace tiempo), y fue protagonizada por Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter.

La generación copo de nieve, no sólo se refiere a un grupo de edad, sino a personas en condiciones específicas, se trata de un fenómeno urbano, particularmente en ciudades con buena calidad de vida que varían dentro del contexto de cada país. Sin embargo, la mayoría de sus componentes son muy jóvenes, pueden ser hijos de los baby boomer, de la Generación X y Z, pero, sobre todo, son la progenie de los llamados Millenials. Aunque las generalizaciones son odiosas porque generan estereotipos, es posible identificar características mayoritarias en la llamada Generación Alfa, sin embargo, siempre, habrá excepciones para bien o para peor. Debe aclararse que hacer cortes generacionales no es una ciencia exacta y las nomenclaturas varían y son confusas. La connotación peyorativa del término copo de nieve inició en el año 2016, cuando el periodista inglés Piers Morgan declaró que los nacidos entre 1997 y 2012, era más sensibles y menos resistentes que las generaciones anteriores. Pero el apogeo del desprecio a la expresión sucedió en la era Trump, tanto así, que la definición que figura en el diccionario inglés Collins para este término empleado en Estados Unidos por los conservadores y partidarios de Donald Trump con el propósito de mofarse de sus adversarios de izquierda, descritos como quejosos alérgicos a la libertad de expresión es: “Copos de nieve”, tan sensibles y frágiles que se disuelven al escuchar el más mínimo discurso antagónico.

Elementos comunes

Los copos de nieve fueron criados por sus padres con mucha sobreprotección del mundo exterior, casi en una burbuja. Se les dijo desde temprana edad que eran únicos y especiales, por eso interiorizaron el mensaje y no suelen ser muy agradecidos, ya que sienten que merecen lo que obtienen. De alguna manera, fueron “compensados” con bienes materiales por la ausencia física de sus progenitores que salían a trabajar para darles todo lo que ellos carecieron de niños. Por ende, no es una sorpresa que el afecto y lo material sean medios y fines fusionados para esta nueva camada de seres humanos.

Joe Nellis, profesor de economía global de la escuela de negocios Cranfield del Reino Unido, afirma que:

La generación Alfa está formada por los niños nacidos desde 2010, el año en que Apple lanzó por primera vez el iPad”.

Nellis explica que, mientras que el resto de las generaciones todavía están aprendiendo a adaptarse a un mundo digital, estos niños representan "la primera generación digital", son nativos digitales. Según las estimaciones de los expertos, cada semana nacen más de 2,5 millones de Alfa en todo el mundo. Eso significa que para el 2025, cuando según los expertos nacerán los últimos miembros de esta generación, podrían ser más de 2.000 millones de personas. La definición de las distintas capas sociológicas es cada vez más frecuente porque se definen más por los avances tecnológicos que por la cultura misma, que a su vez responde a los medios sociales, entonces lo que antes separaba a una generación de la siguiente era un lapso de veinticinco años, ahora solo toma una década y la tendencia es a reducirse más.

Conectados

La generación Alfa está siempre conectada, no puede comprender el mundo analógico sin la mediación tecnológica, (en un futuro cercano con la prevalencia de la computación cuántica este fenómeno será más evidente), de tal manera, que, para los jóvenes no lectores, su lenguaje se verá mermado sensiblemente y el argot de neologismos crece en procura de simplificar la comunicación para ahorrar un tiempo que no conocen en realidad. Esta combinación de factores resulta en una baja capacidad de argumentación y afrontamiento. Una vez que los copos de nieve salen del nido familiar, no comprenden los retos cotidianos y experimentan una gran vulnerabilidad frente a ellos, lo que los expone como frágiles y aprehensivos. Suelen demandar un respeto total de sus opiniones, pensamientos y acciones, pero se muestran intolerantes hacia los demás y son muy sensibles a la crítica (no todos). Es usual que carezcan de resiliencia, ya que no se le aportaron los recursos para afrontar las adversidades. A nivel afectivo, varían entre la modalidad dependiente y otros en la evitativa, lo cual significa que hay quienes generan vínculos para sentirse estables, mientras que otros prefieren no vincularse para protegerse. Pertenecen a una generación desarraigada, porque los padres se preocuparon más por la forma que por el fondo, y no se les inculcó a profundidad creencias, hábitos o ideologías. Su sistema de aceptación es la cultura de la simple encrucijada entre like y dislike. Ello provoca, lo que, según Zygmunt Bauman, llama un activismo de sofá, haciendo de las redes sociales el escenario de la frustración, el punto de queja en el que no importa el sustento de lo dicho, sino el grado de indignación, la cual recogen los políticos para después revenderla como esperanza y soluciones, pero es un eco vacío, sin contenido y sin sustancia. Los jóvenes de este grupo se informan en mucho, a través de la social media, lo que reduce la complejidad informativa de la época, un proceso en el que se edita la realidad para insertarla en categorías políticamente convenientes. El sistema educativo valoró más sus opiniones que los preparó en destrezas, y es por eso, que al concluir sus estudios y enfrentarse al mundo laboral, se dan cuenta que se les engañó, o al menos se les distrajo, porque no se les pedirá su opinión o sus ideas, sino resultados concretos que no siempre pueden cumplir. En la selva de cemento nadie es tan especial y la compasión es un bien escaso. La competencia libre (o tramposa), es un tren que puede descarrilarse con facilidad. Esto toma mal parados a este grupo, que llora frente al espejo y se pregunta porque no son tan exitosos como creen merecerlo.

No hay manera de escapar de una generación. La única salida a un posible determinismo es cobrar conciencia de que se pertenece a ella y aprovechar sus ventajas y superar sus obstáculos. La educación tendrá que enfatizar el desarrollo de habilidades socioemocionales; ya no basta saber y hacer, hay que contar con capacidades para convivir, negociar, resolver conflictos y afrontar las adversidades. No hay nada de malo en ser sensible, el problema es no darle dirección a ello, por eso es imperativo direccionar la emoción hacia el crecimiento y la creatividad. Un reto enorme para este grupo de seres humanos es la dispersión de la atención, porque nacieron con una pantalla y su umbral de enfoque es muy limitado. Por otra parte, su fusión con el metaverso será una transición natural y eso incidirá de manera positiva en la economía.

Ansiedad y sensibilidad

Los copos de nieve sufren estrés, pero es ansiedad. La ansiedad es buena, porque es la alarma interna corporal de que se está en riesgo, es un mecanismo evolutivo de supervivencia. A nivel neurocientífico, la fórmula sería más oxitocina y menos cortisol. La ansiedad positiva se regula con oxitocina, hormona moduladora de los comportamientos sociales; mientras que el cortisol dispara el impulso de huida, dispositivo antiguo de nuestros orígenes. Quien se escapa todo el tiempo se vuelve un prófugo de la vida. No hay que huir del auditorio, sino dejar de golpear el asiento aprendiendo a modular la ansiedad de la confrontación y ser capaces de racionalizar la conducta.

En un aspecto más optimista, los mejores exponentes de la Generación Alfa, han aprendido a cuestionar instituciones que parecían inamovibles y han redefinido estructuras arcaicas para adaptarse a realidades actuales. El término hipersensibilidad fue acuñado por Elaine Aron, utilizado como una forma de describir cómo se responde al trauma y a la violencia. Las personas hipersensibles constituyen aproximadamente del 15 al 20% de la población mundial; son más propensas a tener reacciones adversas a la agresión y la tensión, con tendencia a sentirse abrumadas con frecuencia. Es probable que las personas muy sensibles eviten situaciones que las hagan sentir ansiosas y fuera de lugar. Las investigaciones muestran que las personas altamente sensibles suelen ser más creativas y tienen relaciones personales más profundas. La Generación Alfa reconoce el prejuicio que enfrentan las poblaciones de ciertas etnias, los queer y gente con discapacidad y lo consideran injusto. Esta generación lo reconoce y tiene como objetivo generar un mundo más representativo y tolerante. También ayudan a normalizar y abrir el debate sobre la salud mental y el trauma, convirtiéndolo en parte de la conversación cotidiana en lugar de un tabú que esconder bajo la alfombra. No cabe duda de que son más abiertos, y ecológicamente más conscientes. Se debe tomar en cuenta que los Alfa están criados en familias en las que los roles parentales tradicionales están redefinidos y no obedecen a los esquemas que el patriarcado imponía décadas atrás, hoy día las tareas domésticas se comparten como nunca antes entre los progenitores.

No me identifico como un copo de nieve, ni pertenezco a esa generación, ni fui educado de esa manera, pero, si me viera en la imperiosa disyuntiva de escoger entre ser un hombre “fuerte” que agrede a la persona que ama, o golpea a una mujer para sacar mi credencial de “macho”, prefiero ser sin duda ser un snowflake que se derrite felizmente mirando al sol lleno de orgullo.

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