Si me permiten, quiero compartir con ustedes, algunas pautas de entendimiento que han llegado a mí en los últimos días y que supongo provienen de algún lugar de claridad y de reflexión, probablemente la experiencia tenga algo que ver también. De ninguna manera pretendo que ustedes tengan una forma de pensar similar a la mía, pero tampoco los aliento a que disientan. Solo expreso puntos de vista, dentro o fuera de la caja.

Hace un tiempo, cuando era colaborador escribiendo artículos en otro medio de comunicación, se me dijo que mis piezas tenían un ángulo demasiado personal, nunca entendí porque aquello sonó como un reproche. La llamada “realidad” objetiva siempre es intermediada y construida por nuestra mente con base en la información captada por los sentidos del exterior, pero nuestra percepción es siempre subjetiva, por eso no es de extrañar que no exista un solo mundo, sino que hay tantos como cerebros presencien el mismo hecho, por eso es tan difícil ponerse de acuerdo sobre lo mismo, ya que no captamos el mismo fenómeno, y de ahí que la disensión sea lo usual y el conflicto sea parte del paisaje humano.

La familia elegida es tan importante como la biológica, si habría que marcar una diferencia, apuntaría que la primera siempre nos agrada, y la segunda, a menudo, simplemente nos tolera. No es una regla, pero tampoco es una excepción.

Los éxitos personales y profesionales son peligrosos como minas terrestres. Conviene ocultarlos con discreción y elegancia. La gente está más dispuesta a ser condescendiente con las tragedias y los fracasos de los demás, sospecho que la razón obedece a que existe una liga secreta de competencia entre los pares y los impares, sazonada con el inadmisible pecado capital de la envidia.

Mientras el tiempo pasa, el pasado se abulta y es inevitable revisarlo, en cambio el futuro luce anoréxico y miedoso. Los amigos de “para siempre” se van esfumando como la obesidad de un faquir. Sin embargo, la integridad manda guardar los secretos confiados como tesoros y enterrarlos en islas malayas donde nunca llegó Sandokán.

Se puede comprar en línea maquillaje social, reservando las batallas de la autenticidad a preciadas luchas para no ser observadas. Personalmente, las palabras para mí no valen algo, observo clínicamente los hechos, evalúo y decido a partir de ello. Doy rienda suelta a la intuición, me alejo sin empacho de las etiquetas, son alimento mental de los perezosos. Lo más difícil es no hacer juicio de valor, pero una vez desprendido de la necesidad de validación; la ausencia y el ninguneo, la obsequio en su justo precio.

Si suprimo la fe, no tengo idea de porqué estoy aquí, y menos aún adónde iré. Sin embargo, existe un compás ético basado en la condición humana y la reciprocidad. Podría escribir de mariposas y flores, de cascadas y optimismos. Pero, prefiero las cosas como son.

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