"Hoy competimos despiadadamente por la atención. Somos, los unos para los otros, escaparates que pugnan por acaparar la atención."
La expulsión de lo distinto, Byung-Chul Han
Videos como "Agustín Laje destruye a progre" o bien "Conservador Ben Shapiro humillado en entrevista de BBC" son parte de lo que el filósofo Guy Debord llamaría "La sociedad del espectáculo." Una sociedad que no está interesada en conciliar, escuchar o entender al otro, sino que busca "humillarlo y destruirlo" y en el proceso, hacer de esto un producto de entretenimiento. En palabras de Mario Vargas Llosa "En la civilización del espectáculo, por desgracia, la influencia que ejerce la cultura sobre la política, en vez de exigirle mantener ciertos estándares de excelencia e integridad, contribuye a deteriorarla moral y cívicamente, estimulando lo que pueda haber en ella de peor. Ya hemos visto cómo, al compás de la cultura imperante, la política ha ido reemplazando cada vez más las ideas y los ideales, el debate intelectual y los programas, por la mera publicidad y las apariencias. Consecuentemente, la popularidad y el éxito se conquistan no tanto por la inteligencia y la probidad como por la demagogia y el talento histriónico."
La era de lo banal, donde la política, el arte, la salud, la cultura e incluso la palabra, distintivo de nuestra humanidad, se ven reducidos a imágenes, mercancías, memes y titulares clickbait para el consumo; los medios audiovisuales, la televisión, el cine y el Internet han dejado rezagados a la literatura y la palabra, pero ¿es esto provechoso y útil para nuestra vida y sociedad?
El tiempo que queda libre después del trabajo se usa para la diversión como el "atracón de series" y horas en redes sociales, se evita el autoanálisis, el conflicto, a menos que sea para humillar al otro en redes sociales o simplemente buscar tener la razón, no para solucionar verdaderamente el problema o encontrar la verdad; se huye de la responsabilidad de vivir y se corre hacia el hedonismo y el entretenimiento.
Según el sociólogo Alain Ehrenberg, el aumento de la depresión de nuestro tiempo se basa en la pérdida de la relación con el conflicto. Esto ha influenciado en la manera que vemos el mundo, a nosotros mismos y nuestras relaciones, vemos al otro como alguien desechable y en ámbitos sociopolíticos se reduce la otredad a un "alien" o alguna etiqueta reduccionista y generalizadora: facha, progre, fanático, normie, soyboy o incluso alguna fobia, y yo me pregunto ¿ayuda esto a la conciliación, al mejor entendimiento y la resolución de problemas?
¿Qué hacer?
No es mi intención ser puritana ni extremista, la diversión y el ocio están bien y son importantes, pero no pueden ser reguladores ni ideales de nuestras vidas, debe haber otros ideales más que la diversión fugitiva, la cual no puede ni debe ser un proyecto social.
La cultura debe revolucionar nuestra sensibilidad y espíritu crítico, no promover el espectáculo, las noticias “spicy” y amarillistas, es menester el rechazar tajantemente estas actitudes en la política y los medios; Nunca antes hemos tenido tanto acceso a información como ahora y no debemos ni podemos conformarnos con la información que hay en redes sociales o de influencers, debemos invertir en nuestro intelecto y la cultura, ser cada uno parte de responsable de la construcción de mejores individuos y sociedades.
Es crucial recuperar la cualidad de escucha, no ver al otro como "el enemigo" por no pensar como nosotros. Nutrir nuestra capacidad para entender al otro y trabajar en la mejora de nuestro mundo interno y externo como fin en sí mismo y no como medio para la gloria y el reconocimiento, estos son valores que debemos de promover para la construcción de individuos más fuertes, sanos y resilientes que no busquen escapar por medio del espectáculo de la complejidad que es nuestra condición humana.
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