En esta vida matraca nadie se escapa, no se gana ni se pierde, siempre es un empate. Desde los verdes días primeros hasta el umbral del responso, cada aliento y cada etapa nos conduce hacia el remate.  Somos tiempo, apenas eso, en la espiral del descenso y a menudo se nos recuerda que la intensidad del momento no detiene el movimiento inevitable entre lo que finaliza y empieza. Es por eso que la vida termina siempre en tablas, e iluso es aquel que cree que algo permanece en la marea del atrezo.

Toma tu pequeño equipaje de certezas, déjalas junto al río de tu infancia y camina con humilde porte por delante, porque en la lata de los pensamientos se acomodan como quieren los recuerdos, y son los espíritus que se conjugan siempre en un presente imperfecto. Se puede mirar el horizonte encima de un barril, o una casa, desde un volcán o un montón de garzas, el resultado siempre cabe en la balanza.

Las palabras no son hechos, y el amor es caprichoso como el viento en el desierto, no se guía por la voluntad, sirve a su propio deseo que es el amo. Quienes te quieren son devueltos y a quienes amas no responden, coincidir es un misterio, como equilibrar piezas de dominó durante un lanzamiento.

Cuando la vida te ponga en jaque, y te muevas de lado a lado, buscando una entrada o una salida, no desesperes ni te arrebates, porque de sí ya has ganado con haber participado, y también habrás perdido porque no todo habrás logrado, así comprenderás que al fin y al cabo es un empate.

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