La crisis educativa actual, tiene el preámbulo de un sistema desquebrajado por años de abandono, promesas políticas, incumplidas y una desoladora cadena de malas decisiones que nos han acompañado por décadas. El fenómeno vivido en los años ochenta, no fue sino el preámbulo de la realidad actual.

El más reciente Estado de la Educación, es tan solo un reflejo de la realidad que el COVID-19, reveló, sin embargo; es solo la punta del iceberg; el número como tal es cruel, si vemos el hacinamiento tecnológico en hogares con más tres personas estudiantes, la falta de planificación estratégica, más allá de imitar acciones de primer mundo; en realidades muy lejanas a Costa Rica  y a la muy reducida conectividad de los que viven fuera del Gran Área Metropolitana.

Sin embargo, esto formó por años parte del contexto de cientos de estudiantes en el país, en donde reinó la ausencia de críticos y propuestas para mejorar lo que a la vista y paciencia se venía presentado, para nadie es un secreto que, para el Poder Legislativo y Ejecutivo de los últimos 12 años, la Educación no estaba en sus prioridades.

Y ahora, como tal circo romano, se rasgan las vestiduras, y piden intervención del MEP. ¿Dónde estaban señores y señoras diputadas hace décadas, cuando el tercer estado de la Educación divisaba el aumento de la brecha entre la educación pública y privada? ¿Cuándo se tornó un eje público las “curvas” que se hacían en las pruebas nacionales de Bachillerato, en las cuales la “promoción” no era más que un engaño para cientos de familias? ¿Quién alzó la voz, cuando los propios docentes no podían aprobar el examen de matemática como simulacro?

Y las preguntas, sin respuestas continúan. En plena campaña electoral, las propuestas en el ámbito educativo son mínimas, ¿Qué se resolverá con el 51% de los costarricenses entre 25 y 34 años que no llegaron o concluyeron a la educación diversificada de acuerdo con la OCDE? ¿Dónde están las estrategias para solventar el rezago cada vez más evidente en pruebas PISA? ¿Quién propone resolver las carencias en capacitación y formación docente, con la cual se ha lucrado en los últimos cinco años?

No queda más que, esperar que la pandemia, no siga siendo la justificación, para seguir haciendo de la Educación un tema político, cuando conviene cada cuatro años. La esperanza del cambio la llevamos todos los que añoramos ver al país, más allá de estándares propios, la generación perdida no lleva dos años, es un mal de décadas, que se adorna en cada período electoral.

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