A las puertas del cierre de este 2021, es inevitable sentir agradecimiento. Cada uno de nosotros, desde las diferentes trincheras, tuvo que dar lo mejor de sí para sobrellevar un año igualmente atípico y complicado que el anterior.

Desde los profesionales de la salud hasta los empresarios y productores que dan dinamismo a la economía del país, todos han jugado un papel preponderante a lo largo de todo el año.

Pero debido a la coyuntura de nuestro trabajo, hemos sido testigos directos de un grupo de 180.000 costarricenses que realmente han entregado su alma cada día, enfrentando muchísimos desafíos: esos son los trabajadores de la educación.

Basta conversar con algunos de ellos para darse cuenta lo que llena su corazón: recorrer los pasillos de los centros educativos e interactuar con los estudiantes. Lamentablemente la pandemia vino a distanciarlos físicamente, pero, aunque las mascarillas les tapa la sonrisa, las miradas han conectado los corazones.

¿Cuántos recordamos a esa persona que en la escuela o colegio nos marcó la vida? Casi todos guardamos con cariño alguna anécdota de esta etapa de la vida, imagínese lo que puede significar para ellos.

La vocación y mística que caracteriza a la mayoría de los miembros del Magisterio Nacional sobresalió en los últimos dos años, porque, aunque ya existían algunos obstáculos, la llegada de la COVID-19 les hizo familiarizarse con nuevas tecnologías, hacer mayores esfuerzos para mantener el contacto con la mayoría de estudiantes que fuera posible y conocer muchas historias sensibles de algunos de ellos.

Fue así como esta situación nos ha dejado grandes testimonios de vida, que hemos visibilizado a través de la campaña Aquí estamos, presentes, organizada por las instituciones socioeconómicas del Magisterio.

Por ejemplo, muchos misceláneos que vieron su trabajo duplicado al punto de tener que limpiar hasta 500 pupitres al día, además de las instalaciones como tal.

Además, directores y docentes de Talamanca atravesando montañas para entregar guías de trabajo y paquetes de alimentación a quienes vivían en zonas remotas y a profesores y maestros de educación especial, ingeniando estrategias para que sus estudiantes tuvieran el menor impacto posible por la situación.

Ellos, son tan solo una pequeña muestra de las historias que dimensionan la parte más humana de educadores, personal administrativo, conserjes, oficiales de seguridad y personal de cocina, entre otros.

Son casi 180.000 funcionarios en ejercicio, pensionados y jubilados los que pueden contar historias de entrega y superación en las diferentes instancias de los centros educativos del país.

La labor y capacidad de adaptación de cada una de estas personas han sido clave para que la formación académica de niños y jóvenes continúe a pesar de las circunstancias.

Por esto y más, sale de nuestro corazón un profundo agradecimiento. Por cada colón que han salido de su propio bolsillo, por cada recurso, clase virtual o conversación a la distancia que han ofrecido a nuestros niños y jóvenes.

Por cada pupitre desinfectado, cada plato servido con amor y cada bienvenida al centro educativo. Por su servicio y dedicación aún en momentos de incertidumbre y dificultad.

Hoy agradecemos que nuestras futuras generaciones están siendo formadas no solo en el área académica, sino en la humana y social, con la mejor esencia del costarricense.

Deseamos que este cierre de año esté cargado de satisfacción y pueda ser disfrutado en el calor del hogar y auguramos muchos éxitos para el 2022, que esperamos, esté lleno de esperanza y optimismo.

Una vez más, ¡gracias trabajadores de la educación!

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