Derek Chauvin, el policía condenado el pasado mes de abril por la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, se ha declarado culpable este miércoles de violar los derechos civiles de la víctima, evitando así otro proceso judicial que podría ampliar la pena de más de 22 años de prisión que le fue impuesta.
Chauvin ha comparecido ante un tribunal federal para reconocer que hizo un uso excesivo de la fuerza cuando presionó con su rodilla el cuello de Floyd durante más de nueve minutos en mayo de 2020, cambiando así su declaración de inocencia lanzada el pasado mes de septiembre con respecto a estos cargos.
Al asumir la responsabilidad de estos cargos, Chauvin hace más viable la posibilidad de alcanzar un acuerdo con los fiscales en un intento no solo por reducir los 22 años y medio de prisión a los que fue condenado, sino también por evitar, en el peor de los casos, cadena perpetua.
La Fiscalía ha solicitado este miércoles que Chauvin fuera condenado a una pena de entre 20 y 25 años en una prisión federal, con cinco años de libertad condicional supervisada y sin la posibilidad de volver a trabajar como policía, un castigo que se sumaría a los más de 22 años de cárcel ya impuestos por un tribunal del estado de Minesota.
Al mismo tiempo, Chauvin también se ha declarado culpable de restringir los derechos civiles de un menor de catorce años, también afroamericano, en otro episodio en septiembre de 2017, cuentan medios estadounidenses.
Junto a Chauvin, otros tres policías --Thomas Lane, J. Alexander Kueng y Tou Thao-- fueron acusados por estos hechos. Los tres se declararon inocentes y tienen por delante un juicio estatal el próximo año por cargos de complicidad en asesinato y homicidio involuntario.
Floyd fue detenido en mayo de 2020 a la salida de un establecimiento por haber utilizado un billete falso para pagar un paquete de cigarrillos. Durante el operativo, fue esposado y colocado en el suelo sobre su pecho.
Chauvin clavó su rodilla sobre el cuello de la víctimas durante nueve minutos, pese a los avisos de que no podía respirar. Su muerte, registrada en un vídeo que dio la vuelta al mundo, generó una ola de indignación a nivel global, con movilizaciones y marchas que en ocasiones derivaron en disturbios, y puso nuevamente sobre la mesa el racismo de las instituciones estadounidenses.