La cumbre de Glasgow (COP26) ha llegado a su fin y el fracaso de dicha reunión ha sido evidente. Ni siquiera sus mayores defensores, aquellos que esperaban un cambio de eje en la cuestión ambiental, han quedado satisfechos. Seguimos viendo al cambio climático como un problema a futuro, algo que simplemente no es esencial en la actualidad, a pesar de que las evidencias y las nefastas consecuencias son evidentes día a día.

El documento final en lo que respecta a la reducción de emisiones deja entrever ciertas “esperanzas” en cuanto a mantener el calentamiento global de 1.5 grados respecto a los niveles preindustriales. Una buena noticia a medias, ya que los compromisos asumidos por los países para reducir sus emisiones en los próximos años no van acorde a la meta de 1.5 grados establecida en el Acuerdo de París. De acuerdo con la evidencia científica se espera que con la trayectoria actual haya un aumento de 2.4 grados para fin de siglo, lo cual provocaría efectos devastadores para nuestro planeta.

Otro de los puntos que no ha obtenido la atención necesaria o soluciones concretas es la cuestión ligada a las necesidades actuales: el financiamiento de los países empobrecidos en su adaptación a los cambios en el clima y reclamaciones por pérdidas y daños no ha encontrado en la COP26 una propuesta que haya salido a flote para resolver este dilema.

Cabe resaltar un elemento que hubiese sido histórico en esta cumbre: la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre el carbón. En algún momento de las negociaciones surgió la posibilidad de encontrar un punto de encuentro en cuanto de “acabar” con su uso, pero a último momento el texto sufrió una modificación por “reducir” el uso del carbón. Al parecer la esperanza no es buen “augurio” en este tipo de cumbres.

Las cumbres climáticas organizadas por Naciones Unidas se han convertido en una crónica de un fracaso anunciado, por lo menos en lo que respecta a los objetivos propiamente ecológicos. En lo que respecta al mantenimiento de nuestro sistema económico sigue siendo un éxito rotundo. Desde su inicio todas las COP (Kyoto, Copenhague, París y ahora Glasgow) han sido calificadas como un fracaso en cuanto a lograr verdaderas propuestas para la agenda ecológica. No nos debe sorprender en lo más mínimo este nuevo fracaso.

Lo cierto es que en este tipo de cumbres los compromisos siempre están por debajo de lo que la situación y evidencia científica nos demuestra. Y los más lamentable es que en estas cumbres se tiende a desplazar a una próxima cumbre la obligación vinculante de las medidas más necesarias para superar la crisis climática. Por ello las cumbres del cambio climático se han convertido en un éxito para desplazar a futuro cualquiera de las contradicciones acumuladas del capitalismo: seguir manteniendo el statu quo de nuestro sistema a costa de mínimas concesiones. Treinta años de conferencias lo han demostrado.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.