Con apenas 38 años, Luis Antonio Sobrado González fue nombrado magistrado propietario del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), allá en 1999. Ese relevo generacional no fue de panfleto, él entró de lleno, a esa edad, a liderar una profunda transformación en el TSE y, así, en la democracia costarricense. Las juventudes, llenas de nuestro idealismo sincero, requerimos ejemplos que nos digan: sí podemos cambiar la realidad que tenemos al frente. A don Antonio debemos verlo como un gran referente, de esos que tanto hacen falta.
Por diversas razones, la primera como el profe Sobrado de Constitucional, he estado cerca de él desde el 2010. Muchísimas y valiosísimas lecciones me ha dado, pero quiero escribir sobre dos. Ambas las vi a los años; pero la segunda, como si fuese una de sus clases, me la dio el pasado miércoles.
Don Antonio es, ante todo, un académico. Estudió en España su doctorado en Derecho, nunca ha dejado de producir conocimiento y es profesor universitario. Con todo eso, no sólo compatibilizó sus dos trabajos, sino que, tal simbiosis, alimentó a uno con el otro. En pocas palabras, en su labor cumplió con un artículo medio olvidado de una ley importante, que dice: en ningún caso podrán dictarse actos contrarios a reglas unívocas de la ciencia o de la técnica, o a principios elementales de justicia, lógica o conveniencia.
Y así, con menos de 40 años, propuso y fundó el primer mecanismo de protección de nuestros derechos político-electorales: el recurso de amparo electoral, eso es ¡IMPORTANTÍSIMO! Ahí fue cuando el Tribunal empezó a creérsela como juez constitucional en materia electoral —sólo el TSE y la Sala son tribunales constitucionales—. Luego, fue el TSE quien propuso el texto base del nuevo Código Electoral, aprobado en 2009 —vivíamos con uno de 1953—; que, entre mucho, reforzó el control de las finanzas partidarias y creó la jurisdicción electoral. Además, él entendió el papel que el Estado debía tener en la educación en democracia y, el propio código, creó el Instituto de Formación y Estudios en Democracia, al que después se sumó el aporte de conocimiento, con la Revista y Editorial del TSE.
En tiempos donde parte de la élite política se aleja más y más de ese artículo citado arriba, es decir, de la ciencia y la lógica; la lucidez de don Antonio nos enseña que debemos estudiar mucho el espacio de realidad que queremos cambiar y, cuando llegue el momento, no perder la oportunidad.
Y la segunda el pasado miércoles, de forma contundente. Una lección de lealtad. Dejó el cargo que ocupó en el TSE y al que le entregó 22 años de su vida. Eso, para evitar hacerle daño alguno. Sin importar las condiciones personales, las circunstancias lo ameritaron y fue leal a la democracia que fortaleció, la más antigua de América Latina.
Ser inteligentes y leales. Eso nos enseñó don Antonio y, por ello, debe ser un referente para nosotras y nosotros, las juventudes. La cercanía de los hechos es ingrata, los aullidos y gritos de desprecio hacia él no se dejaron esperar, pero queda en nosotras y nosotros no ser idiotas, alejarnos del ruido ensordecedor e interiorizar -aún si no estamos de acuerdo del todo con él- las lecciones que nos deja un grande, uno de los protagonistas más importante de las democracias latinoamericanas, el profe Sobrado.
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