Las alarmas se encendieron en agosto del 2021 cuando el duro informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) nos advirtió que las continuas emisiones de gases de efecto invernadero podrían poner en jaque el límite de la temperatura global en poco más de una década.

"Una alerta roja para la humanidad", esa fue la descripción que el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, dio al documento de la IPCC.

El informe se sumó a una larga lista de llamadas de atención a las naciones para atender la crisis climática. En esta ocasión, sin embargo, su cercanía con la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP 26), puso el tema en agenda con más presión para la toma de decisiones políticas determinantes.

Pero, ¿realmente fue la COP 26 un evento que marcó un punto de inflexión para el futuro climático?

Tras una semana de terminada la cumbre climática llevada a cabo en Glasgow, Escocia, Alonso y yo conversamos con el embajador de Reino Unido en Costa Rica y Nicaragua, Ben Lyster-Binns, con el objetivo de conocer sus perspectivas sobre la herencia de la COP 26 para el mundo. 

El acuerdo final de Glasgow dejó a muchas personas con opiniones encontradas; desde falta de ambición y tendencia a seguir pateando la bola para crear pactos más fuertes, hasta el reconocimiento de los países de que falta mucho más por hacer. 

Uno de los logros más importantes de la cumbre es que los países volverán el otro año, a la COP 27 en Egipto, con sus promesas y objetivos climáticos revisados al alza, como dirían los economistas, y no en cinco años como lo sugería el Acuerdo de París. 

Para Lyster-Binns el evento en Glasgow fue exitoso, pero es el comienzo de un trabajo más arduo:

Hemos visto un consenso global que tiene el resultado de mantener la esperanza de un límite de aumento de temperatura de 1.5 grados. También se lograron consensos sobre adaptación, mitigación, financiamiento y mejorar las emisiones actuales”. 

La Organización Ecologista Greenpeace indicó que “la decisión final es sumisa, es débil y el objetivo de 1,5 ºC apenas está vivo, pero que se ha enviado una señal de que la era del carbón está terminando. Y eso es importante”.

Para el embajador el disgusto de los activistas por hacer más es normal y es necesario para presionar a los países a ser más responsables con las políticas.

El cambio climático es un tema que involucra a todas las personas y sectores de la sociedad. El sociólogo Zygmunt Bauman dijo una vez que no podemos abordar como sociedad problemas globales con soluciones locales. La adaptación contra el cambio climático es un ejemplo de ello.

Lyster-Binns considera que este es un tema donde las diferentes partes (sector civil, sector empresarial y gobiernos) deben estar unidas, de forma que se logre proyectar un futuro más sostenible:

La articulación con el sector empresarial es una parte vital para mitigar el impacto ambiental y desarrollar soluciones. Es una colección de presiones en todo el sector privado ante las responsabilidad del mundo entero entonces ellos tienen que escuchar a los líderes y a la gente en la calle que quiere un mundo más sostenible”.

Crisis climática en primera persona

Este año tuve la desagradable experiencia de vivir una ola de calor. Según los informes meteorológicos, en la región noreste de Estados Unidos hubo dos olas, pero yo solamente recuerdo una.

Es una experiencia de otro mundo. El termómetro marcó 41°C el día más caliente.

Esta es una zona normalmente de clima templado, casi nadie tiene aire acondicionado en la casa, como sí sucede en otras partes del país. Pero, bueno… Es muy abstracto imaginar cómo se sienten 41°C si una nunca lo ha experimentado. No estaba preparada.

Realmente no pensé que fuera tan terrible. Sin embargo, lo cierto es que entre el 26 de junio y el 4 de julio murieron 100 personas por el calor en mi ciudad.

A 700 km de mi casa, más o menos, está la provincia canadiense Columbia Británica (BC), ahí murieron 569 personas por causa directa de esa ola de calor, que alcanzó temperaturas de hasta 52°C. 

Esta misma semana, BC y otras zonas del noreste estadounidense estaban inundadas, incluso devastadas, por la inusual intensidad de las lluvias. En 24 horas ha caído la cantidad de agua que cae en un mes.

El meteorólogo canadiense Tyler Hamilton achaca los extremos al cambio climático y lo resume así: “en solo 140 días, Abbotsford, BC, registró su día más caliente de la historia (42,9° C) y ahora, su día más húmedo de la historia (100,4 mm)”, el 15 de noviembre.

Considerando lo que les acabo de contar, parece que los avances, acuerdos y compromisos de Glasgow —aunque importantes todos— no son coherentes con la urgencia de atender la crisis climática a tiempo.

Igual que Alonso, conversé con el embajador Ben Lyster-Binns sobre el balance de la COP 26, pero antes de hacerle las tres preguntas que consideré importantes, también le pregunté sobre su niñez.

Crisis climática en tercera persona

Don Ben, cuando usted era niño ¿tenía alguna noción sobre el cambio climático? A mí me enseñaron en la escuela que el agua era un recurso inagotable, cosa que hoy sabemos no es así. Y aunque sí nos hablaban sobre los gases de efecto invernadero, no recuerdo que nos explicaran los efectos tan devastadores que hoy —20 años después— estamos viviendo.

— Cuando era niño el mundo era un poco diferente. Yo crecí en el campo, casi casi un pueblo con cinco casas, creo. Teníamos una huerta y animales.

Entonces, mi entendimiento de la naturaleza era muy básico; teníamos un estilo de vida muy simple. Pero sí sabíamos que había que conservar para vivir de una manera responsable.

En la escuela sí hablaban de gases de efecto invernadero y la contaminación, pero relacionado con los temas agrícolas, por ejemplo, balancear la productividad vs el uso de productos químicos. No lo pensábamos en términos de cambio climático.

Ahora, siendo adulto, pienso el cambio climático no solo en torno a la elevación de la temperatura global, sino también relacionado con el desarrollo, derechos humanos y la responsabilidad individual. 

El embajador Lyster-Binns está convencido de que el asunto, el cual yo considero existencial porque lo es y lo he sufrido, debe ser abordado desde una perspectiva constructiva, para poner soluciones sobre la mesa.

Uno de los principales asuntos discutidos en la COP 26 fue mantener el compromiso de evitar que la temperatura de la Tierra suba más de 1.5° C hacia el año 2100. Y aunque los líderes mundiales reafirmaron la causa, la ciencia advierte otra realidad. 

Aún cuando todos los gobiernos que asistieron a la COP 26 logren sus compromisos climáticos para el 2030 la tierra se calentará 2,4˚C para finales de este siglo, de acuerdo con la principal coalición de investigación climática del mundo, Climate Action Tracker (CTA).

De cara al calentamiento global nos enfrentamos a tres escenarios, en cualquiera de ellos se incumplirá la meta del 1.5°C, CTA 

Siendo optimistas, el CTA dice que si los países que se han comprometido a emitir cero gases de efecto invernadero al 2050 logran el cometido, la temperatura habrá subido 1.8°C hacia finales del 2100.

El embajador dice que él es optimista, no necesariamente porque el objetivo se va a cumplir, sino porque cada avance cuenta: 

— Todo lo que se alcanzó en la COP 26 responde al objetivo de aplanar la curva de las emisiones globales y del aumento de la temperatura terrestre. 

Es cierto que cuando vemos el gráfico del Tracker y no concuerda con el 1.5° C es chocante. Es difícil comprender por qué no se hace más para lograr el cometido. 

Mi opinión personal es que, en un contexto donde se debe responder necesidades inmediatas, como ofrecer empleos y sustento a las personas, y también se debe ir resolviendo cómo transicionar hacia un futuro que ofrezca recursos, surgen discusiones políticas respecto de cuál es la mejor manera de lograr ambos objetivos. Eso no es poca cosa.

Actualmente, se piensa en lo inmediato, pero cada día que pasa estamos más cerca de un cambio catastrófico. Para mí el cambio climático está sucediendo hoy. La urgencia es ya.

No podría estar más de acuerdo con don Ben. 

Durante el peor día de la ola de calor permanecí casi inmovil en el suelo y a ratos en el sofá de la sala. Me puse sobre el abdomen un trapo congelado que tardó tres minutos en derretir el hielo. Cuando movía mis manos fuera del frescor del trapo sentía que me quemaba. Es algo impresionante, indescriptible. La emergencia climática es ya.

Sin embargo, la urgencia sobre el asunto a menudo se sigue diluyendo entre el mundo de los negocios, nada ilustra mejor esto que el mismo texto final del acuerdo COP 26. 

Un cambio de último minuto varió la redacción de uno de los párrafos más significativos del acuerdo. Nunca antes un pacto de COP había hecho referencia directa a los combustibles fósiles. Este año eso cambió.

Inicialmente el pacto hacía un llamado claro y directo a “eliminar gradualmente el uso del carbón”, el más sucio de los combustibles fósiles, pero tras la iniciativa mediáticamente achacada a India, un país que depende en gran medida del carbón, el llamado fue a “reducir gradualmente”. 

No me malinterpreten, es decir, la sola inclusión de la referencia a los combustibles fósiles es un enorme avance, sin embargo debe analizarse también a la luz de otros asuntos. 

En medio de lo que parecía la dirección correcta —eliminar— parece incomprensible el retroceso de último minuto.... Pero, considerando que la delegación más grande acreditada en la COP 26 fue la de lobistas del sector de combustibles fósiles la cosa no parece tan incomprensible después de todo.

Un análisis publicado en BBC señala que esta industria acreditó a 503 personas, más que cualquier gobierno o sector participante en la cumbre climática de Glasgow. 

El embajador Ben no ve del todo negativo que estos grupos se sienten a la mesa de las negociaciones “el sector es parte de las soluciones”, dijo refiriéndose a la capacidad económica y tecnológica de la industria para mejorar el panorama actual. 

Crisis en plural

Prometí no hacer este texto demasiado largo, pero ya ven. No he perdido la maña de hablar ni escribir demasiado. Si han llegado hasta acá gracias. Y no me voy sin antes compartirles la reflexión final.

Cuando hablamos de crisis climática, de porqué unos entienden y dimensionan mientras otros dicen entender al tiempo que patean la bola, es como cuando intentamos articular ideas en otros idiomas. 

El idioma de la crisis climática y del calentamiento global es nuevo para todos. Y al mismo tiempo que lo aprendemos, lo digerimos y lo adoptamos como estilo de vida, lidiamos con este mismo proceso de aprendizaje de las otras personas. 

De alguna manera las personas más jóvenes nos sentimos más amenazadas. Es razonable y desesperante al mismo tiempo cuando la capacidad real y política de la gente mayor parece no responder a lo que estamos experimentando ya. El clima es errático. 

Malik Amin Aslam, asesor del primer ministro de Pakistán, lo explicó en simple: “con una edad promedio de 60 años, dudo que alguien en la sala de negociaciones esté vivo para experimentar ese cero neto en 2070”, dijo tras la promesa de India de emitir cero gases en ese año.

No se deben desconocer los avances, como el compromiso por eliminar la deforestación, eliminar la emisión de gases metano, incluso el acuerdo medio nebuloso entre China y Estados Unidos para reducir más emisiones en la presente década. Pero, reconocerlos no debe ser sinónimo de complacencia. No way José. El embajador Ben cierra: 

— Número uno. Con Glasgow conseguimos que los ojos del mundo volvieran a ver este problema. Nosotros sabemos, y el mundo entero sabe, que tenemos un problema con el cambio climático. 

Para muchas personas, sobre todo las más jóvenes, es un poco abrumador porque suena como si tuviéramos una catástrofe inevitable, lo cual es una preocupación demoledora seamos jóvenes o viejos. 

Pero, en la COP 26 logramos que todas las personas dijeran “bueno, tenemos este problema, intentemos cambiar el idioma del desafío y resolvamos”.

Lo segundo importante es que, fuera de la COP, hay un elemento estratégico de compromiso para efectivamente resolver el problema, más allá de los tecnicismos que no significan nada para la gente común.

Pero, respecto a los asuntos grandes, los líderes globales han tenido que trabajar para reconocer dónde ubicar el siguiente nivel de ambición climática.

La ambición actual no se ha cumplido completamente, lo cual no es una sorpresa porque es enorme. Pero, lo realmente importante es que todos han aceptado que la ambición debe ser mayor y debemos hacer más.

El mundo se ha dado cuenta que el desafío climático existe y que hay líderes políticos globales 100% comprometidos para cumplir el objetivo. Ellos lo hicieron bien, pero no es suficiente.

Y es ahí donde inicia el compromiso individual, ¿qué es lo que vamos a hacer cada uno? porque es sencillo sentirse indignado con los políticos, pero todos tenemos un grano de arena que aportar para vivir responsablemente. Y el esfuerzo individual realmente importa.

Si todos hacemos algo, el impacto será enorme.