La tecnología y la virtualidad llegaron para quedarse. Eso está claro, nadie duda de que no hay vuelta atrás en relación con todo lo que el universo virtual ha llegado a modificar, entiéndase, las relaciones sociales y todo el juego intersubjetivo, el espacio público y el privado (¿se han invertido quizás?). La seducción se reproduce en las redes sociales de modo circular, hacia el infinito, se le presupone constantemente al otro una, dos, tres, o más cualidades, siempre el juego intersubjetivo, de modo automático ¿Estamos realmente presentes en todo este juego virtual?
No podemos más que preguntarnos no solo por las relaciones sociales virtuales, sino, además, por los procesos de relación con la propia subjetividad (esto es salud mental precisamente). ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Realmente somos completamente conscientes del atravesamiento de la tecnología y virtualidad en nuestra cotidianeidad? En esos pequeños detalles, en lo simple, en nuestras decisiones…Freud ya se planteaba en El Malestar en la Cultura sobre la posibilidad de que a cada cual avance tecnológico corresponde no solo un progreso técnico y práctico, sino, además, un nuevo problema por abordar como humanidad, que previamente no se tenía, lo que representa un progreso por un lado, significa un retroceso por el otro. ¿Ha venido realmente a mejorar nuestra calidad de vida y nuestra salud mental la virtualidad? Es un hecho que la virtualidad ha sido un gran instrumento para afrontar la pandemia, llámese, reuniones, encuentros, educación, videollamadas, eso es claro… más sin embargo, ¿no sería justo afirmar que no todos o todas pueden contar con este recurso tecnológico de la misma manera? Y muy precisamente por este hecho, la virtualidad vino a traer y representar un gran mecanismo de exclusión y segregación para muchas personas ¿es esto salud mental? La virtualidad claramente no es la responsable.
La gran paradoja, tan comentada por muchos sobre la capacidad de la virtualidad de alejarnos o acercarnos de los demás y de nosotros mismos, quizás no sea la pregunta adecuada. Podríamos más bien abordar el problema desde la óptica de la realidad de eso virtual, no como ficción o mundo imaginario que nos aleja de lo real, sino más bien, desde lo real y realidad de esa ficción en nuestros pequeños encuentros y en lo más íntimo que nos compete. ¿No viene precisamente, y fundamentalmente por ese mismo punto, la tecnología y lo virtual a acentuar lo que ya en sí mismo se aloja y se encuentra estructuralmente en cada uno de nosotros? Esto es, somos seres hechos de ficciones, de virtualidades, de encuentros, muchas veces fugaces, en un incansable juego y mundo de espejos y espejismos, de miradas y de desencuentros también, un devenir constante, loco e irrefrenable, el cambio y el contraste, siempre y en todo momento, incluso antes de la llegada de la virtualidad, esta solo vino a acentuar algunos de nuestros pilares vulnerables de nuestra salud mental y subjetividad, la gran pregunta: ¿qué me quiere el Otro?
La tecnología y la virtualidad no vino a traernos y crear nuevos problemas en nuestras vidas, sino a acentuar lo que yacía en cada uno y una sin darnos cuenta. ¿Cuál es el camino por seguir? Probablemente muchos, pero sin embargo, la salud mental puede ser un buen eje para pensarnos y guiarnos tal cual brújula, y tanto más podemos acentuarlo cuanto más avancemos en el tiempo, no para perdernos en el incansable mar de lo virtual, sino para dejar de ser marionetas en el tiempo…
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