El miercoles de esta semana se cumplió uno de los plazos que, conforme a nuestra tradición democrática y electoral, señalan el inicio del proceso que nos llevará el 6 de febrero próximo a escoger al próximo presidente constitucional de Costa Rica por los próximos cuatro años.

Algunos se alegrarán de que ver 27 candidaturas a la Presidencia y muchos de ellos, casi como confesión de su poca expectativa electoral, con doble postulación. Es una perversión del sistema democrático, que nuestros legisladores se inventaron irresponsablemente, y que convendría ser revisar para el futuro.

Viendo la lista de pretendientes al solio presidencial, en lugar de alegrarnos, debemos preocuparnos. ¿Cuándo y por qué, lo que antes era una competencia seria, se convirtió en una charada entre cirujanos plásticos, comunicadores, pastores, predicadores, soñadores, motivadores, empresarios y figuras de la farándula? ¿En qué momento de irresponsabilidad habrán, algunos de ellos, confundido dirigir los destinos del país, con un programa de radio o televisión, un acto de magia, o una tentación a la suerte, sin tener algunos de ellos capacidad o experiencia para el cargo? ¿Cuándo se convirtió nuestra democracia participativa en mero populismo? ¿Cuándo pasamos de elegir al mejor, para escoger al menos malo, o a cualquiera, como en nuestra última contienda electoral? ¿Tan bajo hemos llevados los estándares de exigencia ciudadana, para que cada cual se mire en el espejo y crea tener la bendición del Altísimo para aspirar al mayor honor que la nación concede a sus hijos? ¿Estamos entre la consolidación o derrumbe del sistema democrático, y el surgimiento de un sistema populista al que se nos ha ido arrastrando, con algunos candidatos serios y un montón de improvisados e irresponsables que creen que gobernar un país es como administrar una tienda, un consultorio, o pulpería?

Por ese camino podríamos terminar en el despeñadero. Ante ello debemos ejercer nuestro deber ciudadano con responsabilidad. Ejerzamos nuestro voto responsablemente. Pongamos la mirada en el futuro y sentémonos con paciencia a discutir, después de pasada la jornada electoral, los cambios que debamos hacer para mejorar el sistema electoral.

El Tribunal Supremo de Elecciones está en deuda con Costa Rica, por no proponer medidas correctivas, a tiempo, para evitar esta charada a la que nos enfrentamos hoy. No puede ser que este pequeño, pero grandioso país, esté graduando aspirantes a la Presidencia, por cantidades jamás vista en otro país, ni en democracias como la Suiza, la americana o la francesa. No puede ser que a pesar del aumento de la población, para constituir un Partido político se requieran apenas tres mil firmas de ciudadanos empadronados.

O ¿será que alguien quiere que nos incluyan en los récords Guinness de la improvisación y las ocurrencias? Votar es un ejercicio de libertad, que demanda también responsabilidad. Hagámoslo racionalmente en febrero, para no tener que lamentarlo en mayo y por los cuatro restantes años.

Aún hay tiempo, sin embargo, para que, en un gesto de sensatez, algunos depongan su candidatura y se concentren en su verdadera aspiración al Congreso.

Lo que se ofrece es un menú engañoso y que confunde al electorado. No hay ideología, ni propuestas serias sobre la mesa. Abundan, eso sí, las ocurrencias. Algunos parecieran motivados solo por sus ganas de figurar, o han crecido al amparo de una falsa popularidad por su presencia en medios de comunicación.

Otros se montan sobre las esperanzas del pueblo y ofrecen un cambio, sin decir cómo, cuándo, ni para qué, y hasta irresponsablemente ofrecen derogar leyes, lo que no está dentro de las facultades constitucionales del presidente (artículo 140 de nuestra Constitución Política). ¿Será que los traiciona el subconsciente y sus sueños de llegar, por lo menos a formar parte de nuestra Asamblea Legislativa?

Para otros sus egos son más son más importantes, que la salud de la República. Como con acierto predicaba Marco Tulio Cicerón “Salus populi suprema lex est” ( la salvación del pueblo es la Ley Suprema).

Aún hay tiempo para la reflexión.

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