América, Europa, Asia, Antártida, no importa dónde sea; sin distinción ni barrera geográfica, el plástico nos une a todas las naciones. Como un monstruo silencioso y ágil, con una mirada inocente pero un apetito voraz, el plástico poco a poco va tomando posesión de nuestros océanos, nuestros bosques, nuestras ciudades. Va a paso seguro, sabe que lleva la delantera.
Liderando la batalla, logró conquistar cada rincón de nuestro planeta. Más de 150 millones de toneladas de plásticos enferman hoy los océanos, cifra que aumenta hasta 12 millones de toneladas cada año.
El problema con el plástico es que está presente en casi todos los aspectos de nuestra vida. ¿Se han preguntado por qué? Bueno, es un producto “barato” y muy funcional; “barato” entre comillas porque el costo que estamos pagando es altísimo y si no se ataca a tiempo, irreversible.
Como en una guerra mundial contra una criatura inmensa y amenazadora, muchos estados han elevado sus banderas y combaten la crisis ambiental generada por los plásticos con estrategias individuales, ignorando que este monstruo es demasiado grande para atacarlo desde un solo flanco. Lamentablemente, como es de esperarse, estas acciones no logran los resultados esperados.
En América Latina, Panamá prohibió algunos tipos de bolsas plásticas. En Colombia, se discute y discute la aprobación de una ley que prohibiría varios artículos de plástico de un solo uso y que impulsaría esquemas de responsabilidad extendida del producto para botellas de plástico y otros productos.
En Costa Rica, con timidez, las autoridades han aprobado algunas leyes y estrategias para reducir el consumo de plástico de un solo uso, con más promesas que acciones. Recientemente, la Asamblea Legislativa aprobó en segundo debate la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor en la Gestión de Residuos y, aunque es un gran avance, entre aceites lubricantes, baterías y aparatos eléctricos, los plásticos salieron victoriosos y ganaron esta batalla: no fueron incluidos.
Es cierto que existen avances y esfuerzos, pero no son suficientes. Las diferentes acciones públicas implementadas en Latinoamérica no resuelven ni siquiera el 7% de la crisis de contaminación por plásticos.
Sí, como región hemos impulsado esquemas de economía circular del plástico, sin embargo, cada país regula de manera distinta los procesos de recuperación separación, recolección, y etiquetado de estos desechos. En la teoría parece funcionar pero en la práctica no tiene sentido que una compañía transnacional intente aplicar 50 regulaciones distintas para producir y comercializar el plástico a nivel global. No es pesimista asegurar que esto no va a funcionar. ¿Por qué creer que estas acciones podrían salvarnos del plástico? Solo el 9% del plástico producido desde 1950 ha sido reciclado, y el problema solo puede crecer.
Bajo el esquema del “sálvese quien pueda”, el 100% de los desechos plásticos recolectados, que es menos del 5% de los generados, se exportan a países subdesarrollados como Filipinas, Honduras, Ecuador y Bangladesh para ser “tratados”. Sin embargo, son naciones que no cuentan con la infraestructura adecuada y, siendo realistas, no tienen las posibilidades reales de gestionar este abrumador golpe de plástico, por lo que el resultado final es inevitable: se queman, acaban en ríos o dispuestos en el ambiente sin ningún control, contaminando y devorándonos por miles de años.
La solución no está en mover los problemas de sitio o esconderlos bajo la alfombra, así solo nos engañamos a nosotros mismos. La buena voluntad no es suficiente, estamos ante un enemigo difícil de vencer, sobretodo si lo atacamos de forma aislada. Aunque suene trillado, la unión hace la fuerza.
Debemos unirnos y trabajar con estrategias coordinadas. Esto justamente es lo que plantea la propuesta de un nuevo tratado internacional sobre contaminación por plásticos, iniciativa apoyada por más de 100 países, sociedad civil y empresas privadas y que por primera vez, genera una asociación internacional y un marco legal para dar soluciones concretas globales.
Desde Fundación MarViva reiteramos el llamado vehemente a los Estados de América Latina para que tomen decisiones urgentes, coordinadas y eficientes en el combate de la crisis de contaminación por plástico. Uniendo nuestras tropas y luchando desde una sola trinchera, es la única forma en que podemos enfrentar y derrotar a este gran monstruo: el monstruo del plástico.
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