Por José Pablo Hernández Villalobos – Estudiante de la Maestría en Gerencia de Proyectos

Como agentes económicos individuales, seguramente muchas veces nos habremos enfrentado al dilema de cómo financiar un proyecto personal, tal como la compra de una casa, un vehículo, una computadora; alguna intervención de salud; o cualquier otro evento que no es recurrente pero que, como necesidad, nos demanda cierto nivel de recursos que no disponemos de manera inmediata.

Las empresas también se enfrentan a este dilema, con la particularidad de que este tipo de necesidades deben —en un plazo determinado— generar un retorno que permita justificar su financiamiento. En esta línea, son muchos los mecanismos que pueden utilizar las compañías para financiar sus proyectos o actividades, así como hay múltiples tipos de empresas, de manera que no habrá una receta estándar que pueda ser aplicada por igual y ser exitosa, sino que será clave analizar las condiciones en que esta se encuentra y la forma en que se gestionará dicho financiamiento, a fin de que asegure la sostenibilidad sin afectar su funcionamiento y la generación de flujos de efectivo.

Dentro de la actividad normal de una empresa, mes a mes se generan flujos de efectivo producto de las operaciones que esta desempeñe, y es en este sentido en el que cualquier decisión que se tome puede afectar de manera positiva o negativa la salud financiera de la empresa, ya que será a través de la gestión de estos recursos, que los indicadores financieros vayan mejorando o empeorando. Por lo tanto, un adecuado análisis del costo de financiamiento permitirá identificar la idoneidad del mecanismo por utilizar para llevar a cabo el proyecto en estudio. Esto acompañado de un análisis de rentabilidad y ligado a los objetivos estratégicos de la compañía, le permitirá una adecuada gestión basada en indicadores, resultados y disciplina financiera, a fin de no comprometer a la empresa por encima de sus capacidades ni en actividades que no formen parte de su razón de ser o de su visión.

Los procesos de planeación financiera son tan importantes como los de control de la gestión de recursos, y es a través de estos que se pueden tomar las decisiones basadas en indicadores de lo que es mejor para la empresa. Los índices de solvencia resultan determinantes a la hora de analizar y gestionar una estrategia de financiamiento, ya que miden la capacidad de la empresa de llevar a cabo sus operaciones y a la vez cumplir con las obligaciones financieras que posean. De igual forma, los indicadores de cobertura sobre el EBITDA permitirán evaluar tanto a nivel histórico como proyectado la capacidad que tiene la empresa para cumplir con sus deudas según las estrategias que se planteen para mejorar sus flujos de efectivo tanto por medio de proyecciones de incremento en ventas o de ahorro en temas de gasto.

Ligado a lo anterior, el hecho de que una empresa genere análisis internos que permitan la toma de decisiones y el establecimiento de políticas ligadas al endeudamiento, a la gestión de pasivos y a la estrategia de inversión, permite que haya un marco sobre el cual se puedan tomar las decisiones. No existe una estructura de financiamiento óptima, sino que las empresas deben buscar priorizar dentro de los diferentes instrumentos los que más les convengan según sus necesidades y según sus condiciones y las del mercado en el que se desempeñan. Por esto, la búsqueda constante de esa priorización les permite a las empresas adaptarse a las siempre cambiantes condiciones del mercado, que sin duda podrían significar el éxito o fracaso de una estrategia de financiamiento.

En conclusión, resulta fundamental que las empresas elaboren estrategias de financiamiento adaptables a los cambios que sufren los mercados y que sean motivo de monitoreo constante dentro del ejercicio de la planeación y el análisis financiero. Así como los agentes económicos individuales debemos analizar cómo gestionamos nuestras deudas, de igual forma las empresas deben asumir la responsabilidad que tienen con sus accionistas en el manejo de su patrimonio para poder mantenerse generando valor dentro de las economías de manera responsable y sostenible.

 

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