Por Viviana Morales Hernández - Estudiante de la Maestría de Gerencia de Proyectos

Con una tasa de desempleo superior al 21 % y ya de por sí un crecimiento en los emprendimientos en nuestra generación con ganas de “cambiar el mundo”, y el recelo por los horarios y empleos rígidos y quizás hasta considerados “aburridos”, los millennials presentan un alza en los emprendimientos y nuevas empresas que salen al mercado. Pero ¿qué tienen en común las empresas que fracasan? Si pudiéramos hacer una autopsia para determinar la causa de su muerte, ¿no valdría la pena revisar y corregir lo necesario con el fin de volver a intentarlo? ¿Cómo identificarían los emprendedores un mal cuyo entendimiento financiero no les permite ver?

Según varios estudios, un 82 % de los emprendedores fracasarán a los cuatro años. El profesor de Economía y Finanzas de la UPF Barcelona School of Management, Oriol Amat, atribuye como principales causas de esta mortalidad, el error de cálculo en las necesidades de inversión y la falta de financiación como dos de las tres más importantes.

Uno de los errores de cálculo a los que hace referencia el profesor Oriol en su diagnóstico es el desconocimiento de las reglas de solidez, que establece que la empresa debe financiar su activo fijo con pasivo a largo plazo, y su activo circulante con pasivo de corto plazo; este es un error que lleva a que las empresas tengan que responder ante obligaciones mucho antes de que hayan empezado a generar ingresos. También en esta línea, es primordial para las empresas entender su estructura de financiación, y comprender si tienen la capacidad de fondearse con capitales propios, y cuál debe ser la proporción adecuada de estos versus la deuda. Otro error de cálculo común es no contemplar o desconocer la estructura de costos en el momento de definir el precio, lo que resulta en sorpresas cuando inicia la operación, como es el caso de patentes, permisos o comisiones aplicables que se desconocen cuando se realiza el planteamiento del negocio. Un estudio respaldado por el Instituto del Emprendimiento Eugenio Garza Lagüera señala que hay “planeación deficiente o fallas en la hipótesis de negocio”; es decir, no es que los ingresos sean menores a lo esperado, sino que los gastos están mal administrados, de forma que los ingresos no son suficientes para cubrirlos.

¿Cuál sería, por lo tanto, conociendo la enfermedad, la medicina correcta? Pues un análisis financiero basado no solamente en estados de resultados y balance general como se acostumbra, sino uno más a fondo, que valide el cumplimiento de las reglas de solidez, y un profundo análisis de los flujos de efectivo que valide las ratios de autosuficiencia líquida. A mi parecer, la solidez y la liquidez son en las finanzas de una empresa, lo que es una dieta sana y ejercicio para el cuerpo.

Como sucede con el cuerpo humano, el diagnóstico es de tal importancia que debe ser realizado por un profesional capacitado para realizarlo. Es común, lamentablemente, que los emprendedores no consideren prioritario un robusto plan financiero, y es frecuente ver empresas ya consolidadas y operativas, que recurren a un contador para realizar lo estrictamente necesario para cumplir con sus obligaciones tributarias, sin valorar que un ajuste en sus estructuras de financiación, inversión o políticas de fijación de precio podrían ser la diferencia entre un fracaso prematuro o un correcto crecimiento y maduración del negocio.

 

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