Agosto es un mes fundamental que nos ubica en la antesala del inicio de la campaña electoral en pleno.

Si hacemos la lectura de lo que nos dicen los números hasta el momento, haciendo un abordaje desde el punto de vista político del estudio hay varios elementos que destacar. En primer lugar, aunque en términos generales puede resultar interesante ver cuál es la intención de voto a la fecha, esta información no aporta absolutamente nada. Nada. Ello por varias razones, primero porque es un escenario que aún no está definido (faltan candidaturas, hay partidos aún en procesos internos o recién acabados, las estrategias reales de los nombres que ya están definidos aún no “arrancan” realmente) y además porque en términos políticos falta una eternidad.

Si aprendimos algo de los procesos como los del 2002, 2006, 2010, 2014 y 2018… es decir todos los del presente siglo (sería el colmo que aún se les crea a los vendedores de humo), es que los procesos electorales en Costa Rica además de impredecibles son altamente volátiles y quienes por un momento puntúan alto, al tiempo cae, o bien, quienes aparecían en el margen de error luego resultan presidentes. Nada está escrito y falta mucho, mucho tiempo en términos políticos para que valga siquiera la pena molestarse en ver cómo anda la cosa. ¿Entretenido? Sí. ¿Útil en este momento? Para nada.

Por otra parte, dado que precisamente las estrategias de comunicación política están en etapa de construcción, casi que de inercia del resultado de procesos internos en algunos casos, lo que se tiene en el estudio de opinión pública son hallazgos relevantes respecto de apoyos y rechazos temporales. Esto es determinante. Cualquier persona, que medianamente entienda —no digamos comunicación política sino— de marketing político, sabe lo determinante que es un nivel de “conocimiento sano” (Good awareness).  Por ello, son relevantes las preguntas de si existen opiniones favorables o desfavorables hacia ciertas personas, así como los escenarios que (a la fecha, no que pronostican) explican si las personas están dispuestas a apoyar a una persona en una primera o segunda ronda (independiente de sus oponentes o según quienes sean sus adversarios).

Todo esto permite ir perfilando las preferencias de la ciudadanía, así como definir “pisos” y “techos” de las distintas candidaturas, a sabiendas que el escenario político electoral aún no está definido. Ello porque, de antemano se pueden leer tendencias (que es muchas de las veces tan o más importante que el dato en sí mismo).

Sabemos, desde hace muchos años, que la política es fundamentalmente emocional, no racional. Personas que hoy dicen jamás votarían por un candidato o candidata – porque su percepción hacia él o ella es negativa – es casi imposible que cambien de opinión y raramente se desvían de esta intención. Por ejemplo, si usted hoy opina de manera negativa hacia un candidato o varios candidatos es muy probable que gire su atención hacia el resto de la oferta electoral de candidaturas (la elección es un acto vivo, constante y en movimiento). De igual manera, si la opinión es favorable hacia una candidatura o candidaturas habrá una mayor tendencia a tratar de sostener una intencionalidad hacia esta o esas personas, poner atención a sus ideas y a sus acciones durante la campaña, para ir descartando y decantarse finalmente por alguna.

Agosto será un mes importante por dos razones.  Primero será una lectura más cercana a un panorama definido, en el que nuevas figuras han ido apareciendo en el mapa o consolidando sus equipos de trabajo para una eventual elección.  Y adicionalmente porque en estas lecturas tempranas, se genera influencia importante para el financiamiento.

Terminaremos esta columna, dedicando una sentida condolencia a la familia del investigador y politólogo William Ramírez, quien durante varias décadas se dedicó al estudio de la opinión pública nacional.  Una sensible pérdida.  Para su familia, amigos y personas cercanas, nuestro deseo de paz en estos momentos difíciles.