La labor de la Comisión Nacional de Rescate de Valores de Costa Rica, puede ser poco conocida por algunas personas, es por ello que deseo exponer un poco su labor, trayectoria y limitaciones.

Aun cuando, desde la creación de la comisión en 1986, no se le ha asignado presupuesto de forma directa, se ha mantenido trabajando sin pausa gracias al aporte de otras Instituciones del Estado, Municipalidades, Empresas Públicas y Colegios Profesionales que conforman el Sistema Nacional de Ética y Valores (SNEV).

El SNEV está actualmente conformado por 80 instituciones que cuentan con su propia Comisión de Ética y Valores, encargadas de conducir técnicamente la gestión ética institucional, bajo la responsabilidad del o de la jerarca, los y las titulares subordinados y la participación de toda la administración activa.

De estas instituciones, 69 cuentan con diagnósticos de oportunidad ética, 57 con Código de Ética y Conducta y 11 con Política Ética, sin mencionar los diversos programas de comunicación y capacitación interna de cada institución, todos realizados a la luz de los Lineamientos para la gestión ética emitidos por la Comisión Nacional, cuya versión más reciente es de 2018.

En este orden de ideas, la Comisión Nacional cuenta con un programa de formación mensual para los integrantes de las comisiones, así como procesos de formación específicos, como el Curso de Inducción al Sistema de Ética y Valores o el curso de fundamentos y aplicaciones de la ética que se da en convenio con la UNED, y brinda asesorías para la implementación y el seguimiento de los procesos de gestión ética institucionales.

Durante los últimos años, la Comisión ha generado guías para que las instituciones incorporen la ética y los valores en sus sistemas, como el de recursos humanos y el de valoración de riesgos, entre otros y, recientemente, en colaboración estrecha con la Procuraduría de la Ética Pública, presentó la Norma modelo sobre regulaciones disciplinarias relacionadas con conductas ímprobas, fraudulentas y corruptas. Adicionalmente, se encuentra en conversaciones con la Contraloría General de la República para la actualización de la Guía Técnica para el Desarrollo de Auditorías de la Ética, vigente desde 2011.

Siendo así, sobre todo al estaremos refiriendo a una institución sin asignación directa de recursos, resultaría injusto afirmar que su trabajo ha sido nulo.

Cabe preguntarse sobre la efectividad de ese trabajo, si seguimos viendo casos de corrupción. En primer lugar, hay que recordar que 30 personas que cometen actos de corrupción hacen más ruido que mil desempeñándose éticamente. Es más fácil contabilizar a las personas que hicieron algo incorrecto que a aquellas que tuvieron la oportunidad y no la tomaron.

Así como no podemos decir que el quehacer de los médicos es inútil solo porque hay personas que siguen enfermando, tampoco podemos descartar el trabajo preventivo desde la ética porque la corrupción sigue existiendo. Si bien son importantes la detección y sanción, el ideal será siempre implementar medidas para disminuir —ojalá erradicar— los casos de corrupción antes de que ocurran.

Pero, dándole algo de razón a don Fernando, sí hay que reconocer que hay algunos vacíos en nuestra institucionalidad que requieren atención para que esté tipo de medidas sean más efectivas, empezando por el tema presupuestario. Quizá sea tiempo de asignar recursos a una comisión que viene trabajando con las uñas desde hace 35 años, de hacer un jalón de orejas a las instituciones que están obligadas a conformar comisiones de ética y jamás lo han hecho; de confrontar a los jerarcas que obstaculizan su labor por las más diversas razones, que ponen integrantes sin las competencias requeridas, los cambian según sus intereses o les impiden trabajar porque tienen otras prioridades.

La gestión ética de las instituciones es un proceso serio con etapas definidas y requisitos a cumplir, que en muchas ocasiones no avanza a nivel institucional por pereza, miedo, desidia o desconocimiento; pero para que el medicamento funcione, hay que tomarlo. La Estrategia Nacional de Integridad y Prevención de la Corrupción, a ser presentada próximamente, contiene acciones para fortalecer el Sistema Nacional de Ética y Valores, dándole el apoyo gubernamental que hasta ahora ha fallado, puede ser que sea el empujón que haga falta que esta labor preventiva sea universal y obtenga mayores resultados.

Pero, aunque no lo sea, conviene que recordemos la importancia de invertir en la prevención, en la educación y en la ética constantemente y no solo cuando los casos de corrupción nos recuerdan cuánto las necesitamos. Como el oxígeno en el aire, la ética en la función pública se nota cuando nos hace falta, no esperemos a sentirnos asfixiados para preocuparnos por ella.

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