Es un día de esos soleados que suelen darse a principios de año, mi ruta, Cerro Negro, una comunidad al norte de mi pueblo el Patio San Cristobal, llena de grandes y amplios potreros que por dicha aún tienen ganado y no piña. Quienes han andado por estas zonas de Ticabán saben de lo que hablo, de esos paisajes desolados y condenados a la producción irracional de piña química, esto a manera de enunciar y mencionar un poco de lo que se vive al pasar por esas comunidades. En sus afueras una gran casona me recibe, a su lado un corral se expone imponente y macizo, a lo largo el cerro con su verdor y exuberante vegetación.

Junto con mi amigo nos abrimos paso, a los lados de la calle hay infinidad de potreros, llegamos a una laguna, donde la vegetación nos cobija frescamente y los tubos de agua enuncian el encuentro con una naciente, se mira entre los árboles como brota el agua.   En la cascara del palo hay impresiones escritas, quizás decía mi amigo era su padre que escribía algunas cosas en esas cortezas, grabadas con iniciales y fechas.

Continuamos bordeando al Cerro Negro para encontrar su laguna, árboles gigantes, macizos y viejos nos recibían, enraizados con la tierra y más cerca del cielo que cualquiera, se explayan en esas tierras llenas de vida, un coco y algunos rastros humanos decían que estábamos a la puerta del ingreso al cerro y por ende a la laguna que era nuestro primer encuentro. Nos adentramos entre la vegetación, el crujir de las hojas secas nos conducían por pequeños senderos que nos llevaron a la hermosa laguna, como un espejo gigante se exponía y confrontaba con los rayos del sol, un lugar lleno de paz, aun hoy al recordarle la sensación es de agradecimiento.

Allí estuvimos contemplando el lugar y en lo personal también ahí en ese espejo gigante pude verme un poco más, ese lugar está lleno de una belleza natural genuina, tuve tiempo hasta de poder hacer algunos cierres simbólicos, allí mi collar de Agatha tomo la decisión de quedarse.  Después de unos cuantos minutos seguimos adentrándonos bajo el cobijo de la montaña, encontrándonos todo tipo de figuras en las raíces y bejucos, maravillados con sus formas, algunas con espinas, otras con grabaciones naturales exóticas y diversas, unas semillas preciosas, cantares de pájaros y todo tipo de sonidos a nuestro paso, entre ranas, grillos, chicharras etc.

Caminamos por las laderas adentrándonos hasta tener la sensación de estar perdidos, nuestro ideal era salir al otro lado, caminamos por diferentes lugares de la montaña ya medio oscura, entre árboles, laderas y subidas caminábamos buscando una salida, a su paso la montaña se exponía tal cual es, sin máscara, solamente se permitía ser, serena, indomable, mi cuerpo ya para esos momentos se sentía un poco ansioso, desorientado como si esa experiencia fuera ajena para mí, pero ahí estaba viviendo en tiempo presente el trajín de habernos perdido en ella.

De repente a unos 50 metros de distancia, un retumbo en el suelo me volvió a conectar, nos volvió a conectar con el aquí y el ahora, un animal de dimensiones grandes había sacudido una parte de la montaña, como si un caballo golpeara fuertemente el piso, me desperté  en ese momento, eso había hecho que volviera a conectar con lo que estaba viviendo, la primer sensación fue buscar protección refugio, subimos a la parte más alta de un árbol y empezamos a especular hasta que llegamos a la conclusión que era una danta, suena sencillo decirlo, pero vivirlo es otra cosa, la conexión que tiene ese animal con la tierra y con su montaña me sorprendió, podría decir que también a mi amigo, pues nuestros rostros expresaban miles de sensaciones en ese momento, como si de un hechizo se tratara, la danta con su relinchar nos volvió a sacar de la montaña.

Hoy lo más triste la Comunidad de Cerro Negro se encuentra bajo la más grave amenaza de destrucción con el paso de los años, la piña que se acerca aceleradamente estando ya a pocos kilómetros del cerro, personas, comunidades, bosque, animales, mantos acuíferos, vegetación, semillas, entre otras se ven amenazados por las decisiones que se toman favoreciendo por la zona a las grandes concesiones de tierra para la siembra de estos monocultivos.

Finalmente, me despido reflexionando sobre ¿quién decide en materia ambiental en este país? ¿Qué están haciendo las regencias públicas y privadas? ¿Cuál es el costo de ganancia para este país? ¿Aspiramos a ser un país ecológico y verde? ¿Estamos dispuestos al cambio, a cuidar lo que aún tenemos?

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