Costa Rica es un país que ha demostrado con hechos que es un líder en materia de desarrollo sostenible, por décadas ha puesto en marcha exitosas políticas de protección al medio ambiente, que permitieron aumentar la cobertura forestal, promover medidas para la reducción de emisiones de carbono, pero además ha tenido la visión de involucrar en cada proceso a las comunidades, empresas y sectores de la sociedad promoviendo toda una cultura en pro de la protección de los recursos naturales y el medio ambiente.

El Programa Bandera Azul Ecológica (PBAE), es un ejemplo más en esta línea. Este programa que nació en 1996, liderado por el Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AYA) con el auspicio del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) con la finalidad de proteger el recurso hídrico a través de la implementación de buenas prácticas ha tenido una acertada conducción para involucrar a distintos actores de la sociedad en el proceso.

Para ello año con año han ampliado el rango de cobertura, premiando anualmente el esfuerzo y trabajo de comunidades, centros educativos, instituciones, gobiernos locales, centros de salud y empresas. A través del voluntariado de diversos comités locales se ha logrado la mejora de condiciones higiénicas y ambientales para coadyuvar en los procesos de mitigación y adaptación al cambio climático.

Cerca de veinte categorías que involucran este programa, promueven un adecuado manejo del agua, pero también la protección del medio ambiente y la educación para generar cultura ambiental. De esta manera se reconoce el esfuerzo del voluntariado que se involucra en el programa a través del galardón ecológico.

Más de 5.000 comités locales participan de este proceso año con año, lo que implica un esfuerzo significativo y un enorme ejemplo para muchos países. Es de admirar cómo en medio de un momento de pandemia, el programa continuó avanzando, incorporando además la categoría de la Promoción de la Higiene, por medio del cual se reconoció el esfuerzo de aquellas empresas que se han esmerado por brindar espacios públicos y de trabajo seguros para la población.

Este es un gran acierto porque, además, favorece el proceso de reactivación económica al mostrar espacios seguros para los clientes de las organizaciones, ya que esto tiene un gran impacto en las condiciones de salud pública, otro aspecto en consonancia con la línea del programa.

Gracias a la implementación de espacios seguros y medidas sanitarias para reducir el riesgo de contagios, varias organizaciones y empresas alcanzaron este reconocimiento, integrándose positivamente a las políticas de desarrollo sostenible del país.

Desde mi punto de vista esta es una gran oportunidad, especialmente para aquellas que compartimos la visión de salvaguardar la seguridad y reducción de riesgos de contagio de nuestros colaboradores especialmente ante la emergencia sanitaria actual.

Esto refuerza el compromiso del sector empresarial en contribuir al resguardo del medio ambiente y al derecho de la colectividad de vivir en un ambiente ecológicamente equilibrado y sano, es ser parte de esa cultura que promueve el desarrollo sostenible, en este caso aportando fomentando acciones y medidas higiénicas importante para la tranquilidad de nuestros colaboradores, clientes y proveedores.

Es un aporte que incide en la calidad de vida de las personas ya que las buenas prácticas de higiene previenen enfermedades y crea buenos hábitos que contribuyen a sociedades saludables.

Ser parte del Programa de Bandera Ecológica va más allá de recibir un galardón, es integrarse a una sociedad que prioriza el bienestar común, y que da el ejemplo de cómo desde nuestro propio espacio podemos contribuir en salvar el planeta con buenas prácticas que resguarden el medio ambiente y la salud de las personas. Es comprometernos solidariamente al progreso de la salud pública y al combate de los efectos del cambio climático. Es una responsabilidad que desde todos los ámbitos abrazamos por el bienestar de nuestra gente.

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