Como lo haría una persona con adicción en un grupo de rehabilitación, hoy vengo a decir quién soy y cuál es mi lucha. Mi nombre es Diego Venegas, soy ingeniero ambiental y soy parte del problema.
Cierto efecto tiene sobre nuestras vidas la cultura pop de la que somos parte, yo crecí viendo el Capitán Planeta y los Planetarios, aquel azul superhéroe de pelo verde que reunía a un grupo de jóvenes entusiastas en la lucha en contra del despilfarro de recursos naturales, la lluvia ácida y la generación de desechos tóxicos.
Vamos a sobre simplificar y decir que esta fue la razón de fondo, que me llevó a tomar la decisión, ya hace más de diez años, por una carrera que argumenta, entre otras, ser la solución al desarrollo insostenible, al crecimiento desacelerado, a la mala planificación y en última instancia a la extinción de los recursos y destrucción de nuestro planeta. Vamos, que yo quería ser un planetario…
La crisis climática actual, como efecto del calentamiento global, a su vez, producto de la emisión de gases de efecto invernadero y sus nefastas consecuencias en el mundo, ya son una realidad. Sequías, inundaciones, deslizamientos, entre otras tragedias, constituyen todos eventos con pérdidas materiales y humanas. Según el Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático (IPCC, 2013), el cual presenta información científica relevante sobre fenómenos climáticos indica:
El calentamiento en el sistema climático es inequívoco y, desde la década de 1950, muchos de los cambios observados no han tenido precedentes en los últimos decenios a milenios. La atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado Cada uno de los tres últimos decenios ha sido sucesivamente más cálido en la superficie de la Tierra que cualquier decenio anterior desde 1850... En el hemisferio norte, es probable que el período 1983-2012 haya sido el período de 30 años más cálido de los últimos 1 400 años (nivel de confianza medio).
Así de esta forma, saquemos el elefante de la habitación, el Cambio Climático es real, no es una ideología, en su concepción y realidad objetiva, no forma parte de agendas de grupos políticos. Que así haya sido adoptada por tirios y troyanos, esa es otra historia. Que el planeta se está calentando año con año, no se puede negar, que existe una relación directa de este aumento en la temperatura con la emisión de gases de efecto invernadero producidos por combustibles fósiles, en su mayoría, es una realidad científica, es un hecho, una data, una tabla con información veraz, y no una opinión.
¿Qué, hay que hacer algo? Pues por supuesto, si algo caracteriza al ser humano es su instinto de supervivencia, esa intrínseca condición de lucha ante lo que creemos, la destrucción de nuestra vitalidad. Y he aquí donde viene mi crisis. Como una de las propuestas a la apocalíptica destrucción de nuestra ecología y forma de vivir, se plantea que la ciencia y la tecnología nos salvarán, con algunos artefactos y modelos sacados de la academia y la experimentación, que los Ingenieros, científicos y pensadores sabrán que hacer con el tema. Así entonces me he convertido en un accesorio, una garantía de la sostenibilidad de un proyecto, una verde luz de esperanza en la maraña de verdaderas propuestas insostenibles.
El que yo, con mi camiseta de Ingeniero Ambiental, forme parte de un proyecto, una actividad, un planeamiento, etc., no convierte dicha propuesta en algo verde, cool, o sostenible. La realidad es que existen un conjunto de procesos, prerrogativas, y sistemas que imposibilitan, en muchos casos, que en la realidad los proyectos sean realmente sostenibles. Mucho menos así un sello o una etiqueta, todo lo cual forma parte del mismo sistema. El modelo de crecimiento imperante en la industria, se superpone sobre la propuesta de agendas de responsabilidad social, metas de desarrollo sostenible u otras etiquetas de lo ambiental. En esta lógica, no me extraña entonces que entre los más entusiastas propulsores de lo "sostenible", hoy en día se encuentre la industria financiera.
Lo cierto es que la respuesta a un problema global, estructural y sistémico debe estar a la misma escala de su generación. Lo que quiero decir en simples palabras, es que tomar refresco sin pajilla en el restaurante no está salvando al mundo, y así tampoco, los Planes de Gestión Ambiental, las tecnologías de restauración, minimización y remediación a menor escala, entre otras. Empezar por disminuir las acciones leoninas de los verdaderos grandes contribuyentes a la contaminación global, mediante propuestas a gran escala y políticas que ataquen la realidad del problema, ahí es donde está el meollo. ¿Al final, el capitán Planeta, era tan solo otro idealista?
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