Todos los días me pregunto si estamos seguros del aire que respiramos, si este tiene algún nivel de contaminación que pueda afectar la salud de las personas con alguna enfermedad respiratoria, que esta pueda terminar incidiendo en un sistema de salud que por el contexto actual se encuentra frágil y necesita de gran inversión para afrontar a las personas que lo requieran.
Algunos estudios acerca de la calidad de aire realizados por la Universidad Nacional apuntan a un aumento de partículas de dióxido de nitrógeno en los últimos años (estos en altas concentraciones son lesivas para la salud), sin embargo, aún están en los rangos establecidos por la ley. De continuar con esta tendencia de crecimiento en pocos años podríamos estar viendo el cielo de la GAM de otro color.
Esa contaminación produce daños en el ambiente como en la salud de las personas, la cual no se contabiliza hoy, por lo tanto, no se dimensiona su magnitud y nadie se responsabiliza de manera monetaria por esos daños, en la economía a esto le llamamos externalidades.
Estas externalidades conceptualmente son determinadas cuando “una persona o una empresa emprende una acción que produce un efecto en otra persona o en otra empresa por el que esta última no paga ni es pagada” (Stiglitz, et al. pag 182)
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente por cada kilómetro que transita un bus con 12,7 pasajeros se producen 68 gramos de CO2 y 1,5 personas en un carro por la misma distancia recorrida es capaz de producir 104 gramos de CO2, esa contaminación no es gravada en el país, pero si tiene un efecto en la salud de medio ambiente y la población.
La plataforma IQAir que mide el nivel de contaminación del aire en el mundo estima que durante el año 2020 se perdieron alrededor de 163 mil vidas a causa de los altos niveles de contaminación en 5 ciudades (Tokio, Delhi, Shanghái, Ciudad de México, Sao Paulo) y que represento la pérdida de productividad de alrededor de $85.1 mil millones de dólares.
Lo cierto es que si apostamos por un país que descarboniza la económica alguien tiene que asumir ese costo. Se deben de crear los mecanismos en que las personas productoras de gases que provocan contaminación en el aire paguen los daños a las personas que se ven afectadas o al estado para mejorar las condiciones ambientales.
La información disponible, las investigaciones realizadas y la ciudadanía apuntan por un transporte cada vez menos contaminante y consciente de la importancia de contar con aire limpio para las actuales y futuras generaciones.
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