Cuando los japoneses se saludan entre sí, o a un foráneo, se inclinan hacia adelante sin hacer contacto visual, contrario a lo que podría pensarse, ello no es una señal de sumisión, ni humildad. Es un saludo al vacío reconociendo la existencia del otro, pero sin la carga agresiva de la mirada, es una forma zen de saludarse sin insertar la duda de un potencial combate. En los comienzos de la humanidad, en la gestación del lenguaje verbal, los incipientes homínidos emitían pocos sonidos guturales que podían significar diferentes escenarios según el peso de la mirada y el carácter gestual de los presentes.  Por eso, en occidente el saludo conlleva una carga consciente o no de agresividad, desconfianza y expectativa. En Japón el saludo se abre a la ausencia de la presencia lo que parece un oxímoron. (Un oxímoron es una figura retórica en la que aparece una contradicción, combinándose dos palabras o expresiones de significado opuesto y que dan lugar a un sentido nuevo).

La filosofía griega, origen del pensamiento que domina esta parte del planeta, fue evolucionando de la explicación de cómo se formó el universo visible hasta centrarse en el ser humano como razón de ser de todas las cosas. Este antropocentrismo tuvo un alto precio, porque entonces, ya desde la metafísica aristotélica se incrusta el concepto de esencia que perdura hasta el día de hoy, y aunque ha tenido variados significados según las escuelas filosóficas, se podría decir que la esencia es aquello que permanece inmutable a través de tantos cambios. Por ejemplo, si usted observa, sus fotos de niño y ya es un adulto rumbo a la vejez, su forma ha mutado físicamente, pero usted o quienes lo conocen pueden reconocerlo porque algo aún suyo permanece en ese proceso. De igual manera, sus ideas, forma de ser, idisiosincracias, sentido del humor, algo se pierde, pero algo que lo distingue aún lo acompaña. Esa es su esencia. Y en occidente, eso tiene un enorme valor, porque lo que usted es, también es lo que usted ama, sus pasiones, sus posesiones, e indudablemente eso le trae problemas para conservar, retener y adquirir todo lo anterior. De hecho, la manera en que usted llegue a lograr sus metas, será también objeto de escrutinio y se convertirá en parte del objetivo.

En cambio, en el pensamiento oriental, que aún no se ha dejado alienar por occidente, lo importante es fluir, para un japonés, un tibetano o un chino no impregnado por el consumismo, lo más importante no es conseguir cosas, afectos, ni dinero, sino el camino en sí mismo, es decir el Tao. Y en eso existe una gran coincidencia con el budismo, para quien la raíz del sufrimiento se encuentra en el apego. Yo no intento convencerlos de algo, ni que se conviertan a ninguna religión o filosofía, pero sí les puedo trasmitir de mi propia experiencia, que cuando uno se esfuerza muchísimo en obtener un logro profesional, por ejemplo, al menos en mi caso, no se me ha dado. En cambio, cuando asumo una actitud más relajada, zen, despreocupada, de meditación con una sinceridad sin excusas, la vida abre cauces como ríos y las realizaciones son todavía mayores que las que no se dieron, especialmente cuando no compito con nadie, y brindo una mano a todos aquellos, que dejan de ser rivales potenciales y los veo ahora como compañeros de una travesía interminable si fuese cierto que no todo termina en este pequeño ciclo que llamamos vida.

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