Por Luis Carlos Mora – Estudiante de la carrera de Ingeniería en Seguridad Laboral y Ambiental

En estos últimos meses todos nosotros nos hemos visto bajo las repercusiones negativas que consigo ha traído el COVID-19. Ya sea de manera directa o indirecta, nos ha involucrado a todos por igual, y ha deja con su paso ciento de miles de muertes, escasez, crisis, desempleo, desabastecimiento y varios factores más que, por supuesto, son igual de negativos o incluso peor que los mencionados anteriormente. Si lo vemos con una perspectiva más general, nos damos cuenta de que esto nos ha servido para salir de nuestra zona de confort, permitiéndonos crecer no solo profesionalmente, sino también personalmente. Es un hecho verídico que nuestra vida cambió por completo en estos meses de pandemia. El dejar de verse con los amigos, sin poder ir a las reuniones familiares los fines de semana, tener que salir con tapabocas y adaptarse a la nueva metodología de estudios son ejemplos que nos hacen entender mejor lo que se está viviendo en la vida de cada individuo en la actualidad.

Ahora bien, antes de entrar en materia es importante aclarar qué es la inmunidad de rebaño, esto nos brinda claridad del tema y bases sólidas que no nos permitan flaquear. La inmunidad de rebaño ocurre cuando una población se hace inmune a una enfermedad, ya sea debido a la existencia de una vacuna o por exposición. En la medida en que el porcentaje de personas inmunes va en aumento, la probabilidad de que una persona que es contagiosa se encuentre en medio de una población e infecte a una persona que no sea inmune disminuye. Llega el momento en que las probabilidades de propagación de la enfermedad son tan bajas que se considera que esa población ha adquirido “inmunidad de rebaño”. Claro está, hoy en día no nos hemos visto bajo este concepto con el COVID-19

Cuando una persona se infecta con un patógeno, como por ejemplo un virus, el sistema inmune libera una batalla contra este virus y si sale victorioso la persona se cura y el virus desaparece. Pero, además, algunas de las células que participaron recuerdan al virus, y esto hace que si vuelve aparecer la persona ahora sea inmune y no se enfermará, pues el virus será destruido rápidamente. A este fenómeno se llama memoria inmunológica, esto quiere decir que si esta persona inmune se encuentra con otra que esté infectada entonces no habrá contagio, mientras que si una persona susceptible entra en contacto con esta persona infectada sí se va a contagiar, y se genera una nueva persona infectada. Cuando un virus nuevo llega a la población no hay ningún individuo inmune, por ende, la enfermedad se disemina rápidamente en la población a la mayor velocidad posible.

Por otra parte, a pesar de los beneficios que puede brindar las vacunas al ser humano, existen grupos que exponen ideas antivacunas y cada vez están teniendo más consecuencias en la población. Los grupos antivacunas creen que las enfermedades estaban desapareciendo debido a un mejor saneamiento e higiene, no a las vacunas, lo cual se ha demostrado que es falso por el resurgimiento de enfermedades infecciosas previamente erradicadas. Debido a la ausencia de una vacuna que genera confianza y la insuficiente inmunidad de rebaños, las estrategias de salida de COVID-19 plantean desafíos sin precedentes para los responsables políticos y la comunidad científica en la reducción de la transmisión.

Como premisa final, pero no siendo menos importante, es necesario aclarar que la inmunidad de rebaño, se da cuando hay suficientes individuos protegidos inmunológicamente como para que el virus no avance. La teoría es que cuando una persona infectada expele virus, estos no pueden infectar a los individuos inmunes y, por lo tanto, acaba por desaparecer antes de alcanzar a individuos susceptibles.

 

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