Lo ocurrido recientemente en Gaza es un dejà vu: ocurrió en 2008  con la operación Plomo Fundido  y en 2014 con Margen Protector. Pero es algo que se viene dando desde 1947, cuando la ONU (Organización de las Naciones Unidas), sin consultar con los habitantes de Palestina (los árabes, desde el  siglo VII) ni con los países árabes vecinos, dividió el territorio, dando a los judíos (una minoría de origen europeo recién llegada) la mayor parte.  Puede que esto no nos impresione. Pero aunque sea solo por un momento, imaginemos que reviviera el conflicto entre  Costa Rica y Nicaragua por el Guanacaste; y que la ONU, mejor dicho su Consejo de Seguridad, sin consultarlo siquiera con nosotros, sabaneros o cartagos,  dividiera la provincia entre ambos países.  Innecesario decirlo: sería la guerra contra Nicaragua, aunque hubiera para eso que armar un ejército.  ¿Qué  pueblo con honor no reaccionaría así?

Pues eso fue lo que ocurrió con la decisión de la ONU en 1948, ya fundado Israel, origen de todas las guerras sostenidas por algunos países árabes contra ese Estado.  La última, la de 1967 en que Israel acabó apoderándose de Jerusalén (una ciudad bajo la responsabilidad de la ONU), de la Franja de Gaza y de Cisjordania, además de las Alturas de Golán, territorio sirio.  En los años siguientes, Israel ha desobedecido todas las resoluciones, emanadas de la ONU, que exigen su retiro de los territorios ocupados y anexados, así como permitir el regreso de todos los palestinos huidos o expulsados de Palestina después de esas guerras.

Este último ataque contra Gaza ha dejado una secuela de muertos y heridos que no tiene parangón con las bajas causadas en Israel por los cohetes hechizos disparados desde Gaza.  Lo mismo ha sucedido con la intifadas (rebeliones) palestinas de años anteriores.  Porque como habrían dicho nuestros abuelos: lo de Palestina e Israel es como aquello  de burro amarrado contra tigre suelto. La relación no puede ser más asimétrica entre Gaza (o aun entre Gaza-Cisjordania) e Israel: este tigre es un Estado consolidado, que  cuenta con el armamento más sofisticado y el apoyo incondicional de una gran potencia -los EE. UU.- , además de armas nucleares (y con eso se dice todo); en contraste, lo otro es un conato de Estado, minúsculo, sobrepoblado y que ni siquiera cuenta con el apoyo de los países árabes vecinos, muchos de ellos ricos y poderosos.   Israel, en cambio, recibe una ayuda militar anual de los EE.UU. de $3800 millones; y está próximo a recibir un préstamo de este país por $735 millones en armas para  su…seguridad. En este derroche de dólares, dos países más: Egipto, una democracia ejemplar, ya se sabe, y Jordania, un reino medieval, también reciben su ayuda millonaria para garantizar la seguridad del pequeño enclave occidental en Oriente Medio.

Puede asegurarse que ya han comenzado a movilizarse la ONU, los EE.UU, la Unión Europea, las oenegés, etc., para acudir en ayuda de los sobrevivientes en Gaza. Para reconstruir hospitales, escuelas, mezquitas, edificios habitacionales, calles, carreteras, servicios públicos, etc.  ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene hacerlo si pronto, como en un ciclo que no termina, cualquier pretexto le valdrá a Israel para salirse con la suya una vez más? Pues sí: para tranquilizar conciencias y, además, ver para otro lado porque  la “ayuda” que llega no es más que un lavarse las manos para la ONU y las grandes potencias occidentales pues, si lo quisieran realmente, la solución ha estado siempre en sus manos.

Que no es otra que acabar con la farsa de una negociación directa entre palestinos e israelíes que no ha funcionado nunca (de nuevo, burro amarrado contra tigre suelto), y aportar una solución definitiva desde arriba, que trate a los palestinos al mismo nivel que a los israelíes, con todas las seguridades y responsabilidades del caso. El retiro de los territorios ocupados en Gaza, Cisjordania, el este de Jerusalén y, de paso, de las Alturas de Golán (Siria) es la clave de la resolución del conflicto.  Y de terrorismo no hablemos, no solo porque Israel se expone a ser acusado de terrorismo de Estado, sino porque  muchos de sus dirigentes del pasado fueron en su momento terroristas reconocidos. Mientras prosiga el statu quo seguirá el riesgo de guerra en Oriente Medio e Israel mismo se está exponiendo a medidas más severas de la comunidad internacional, como el boicot comercial y de otros tipos, la ruptura de relaciones y hasta la expulsión de la ONU.  Sudáfrica y el apartheid son un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la ONU y la comunidad internacional se deciden a hacer cumplir el Derecho internacional.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.