Si hay un fenómeno social que debemos estar siguiendo con atención es lo que está pasando en Colombia. Puede ser el espejo en que no queremos vernos. Colombia y Costa Rica comparten muchos elementos comunes: la entrada casi simultanea a la OCDE, como muestra de lo desarrollados que en ciertas cosas podemos ser, pero acompañada por una inadecuada distribución de la riqueza. Más polarizada eso si en Colombia, donde según estadísticas oficiales prepandemia, pobreza y pobreza extrema eran casi el doble de la de Costa Rica (35.7% y 9.6%).
Al igual que en Costa Rica la pandemia ha traído desempleo y empujado dramáticamente a muchos más a la pobreza y la miseria. Al igual que en Costa Rica las finanzas públicas se vieron fuertemente afectadas y al igual que en Costa Rica el Gobierno busca un ajuste tributario para alcanzar el equilibrio macroeconómico.
En Colombia, el gobierno del presidente Duque planteó su ajuste bajo el título de “Ley de Solidaridad Sostenible" Ese fue el detonante de amplias protestas populares. Volviendo a las similitudes, fue algo similar a lo que ocurrió en Costa Rica en 2020, cuando el ajuste tributario propuesto descansaba en impuestos indirectos y resultó en importantes protestas y bloqueos. A diferencia de Costa Rica 2020, en Colombia 2021 el anuncio del retiro del paquete tributario no condujo al cese de las protestas.
El ultimo año nos ha dejado secuelas de cierre de empresas, aumento en el desempleo, caída en los ingresos de los informales, aumento en la pobreza y aumento en la pobreza extrema. En promedio todos esos cambios se dieron en magnitudes del 5%, es decir uno de cada 20 personas. Escondido en las fronteras estaría un 5% de la población cuya disminución de ingresos lo aproximó al límite de pobreza.
¿Qué significan esos movimientos? Es un terremoto para la clase media, que ve como muchos de sus miembros se sienten ahora al borde del abismo y un relevante número de ellos perdieron su condición y pasaron a ser pobres. Fenómeno igual ocurre en la clase baja donde el movimiento hacia abajo llena de temor a muchos porque están cada vez más cerca de no poder tener ingresos suficientes para tener un acceso a vivienda y costear una dieta básica, la definición de pobreza extrema y otros muchos ya bajaron ese peldaño al más bajo de los círculos económicos de nuestra sociedad.
La lección de lo que ocurre en Colombia es que, en esta olla de presión social, una reforma tributaria mal planteada puede ser el detonante para una explosión que no se extingue únicamente por cambiar aquello que la detonó. Muchos son, y se sienten, los perdedores de la pandemia y no están dispuestos a tolerar nada que los suma más en sus hondas crisis. Con el riesgo de que las legitimas protestas sean explotadas por oportunistas políticos y delincuentes.
Ojalá, aunque el refrán dice nadie aprende en cabeza ajena, tengamos la sabiduría de hacerlo, porque los sabios sí aprenden de las experiencias ajenas.
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