El título de este artículo lo tomo prestado del gran libro del psiquiatra canadiense Eric Berne del mismo nombre, publicado en 1964, que se ha utilizado para gestionar la inteligencia emocional, la psicología gestáltica y también en muchos otros ángulos posibles del saber; en donde, en general, este pensador desarrolló el Análisis Transaccional (la forma en que nos relacionamos con los demás), de dónde proviene nuestra necesidad de estímulos, reconocimientos, estructura del tiempo, planeamiento, ceremonias, máscaras y en última instancia los juegos (dañinos o no).
He notado sin sorpresa, que cuando en un medio informativo interactivo se hace una nota de algún bandolero que paga por matar policías y es claramente muy peligroso, pasa que los tertulianos anónimos, espurios y auténticos son muy cuidadosos en sus comentarios, o simplemente no escriben nada, porque sienten miedo de quién(es) se escribe. En cambio, si la noticia trata de homosexuales, o de la comunidad nicaragüense, los odiadores de siempre, salen de sus reductos y guaridas, dejan de lavar los platos, y de decirle siempre que sí a la doña, e inician una especie de rito “heterosexualtico” que se han autoimpuesto, para reafirmar su superioridad por designio divino, se suben a la lata más alta del barrio y aúllan que son superiores, no por méritos propios, sino por su no pertenecía a “ese montón de playos” y a esos “nicas ignorantes”. Lo que da risa es que insultan a muchos de sus familiares, amigos, jefes, dueños de las empresas en que trabajan, fingiendo demencia, lo importante es decir “yo te odio”, que es lo mismo que implicar “me das miedo, porque no estoy seguro de quién soy” o “mi bisabuelo materno era nica”, y entonces el circo de estupideces, aunque no creativo, es muy revelador.
Confesiones de un tertuliano. En una noticia reciente de la Eurocopa, leí algo relativo a un desaire en un partido de Croacia hacia la Comunidad de casi todo el alfabeto (LGBTI+), disculpen porque seguro olvidé una letra, y un comentario (de hecho, el único), indicaba algo así como que los heterosexuales estamos hartos de la propaganda gay que se ha metido hasta en el futbol. De lo anterior, derivé lógicamente las siguientes conclusiones:
- El varón lomo plateado que escribió esa prosa es permeable a la publicidad, por ende, con una campaña de marketing bien dirigida puede tornarse fluido en su orientación sexual.
- Eso explica su terror a ver colores arcoíricos en su televisión a colores
- El insigne televidente da por un hecho que el futbol solo lo juegan y ven los heterosexuales, los cuales son el blanco de la publicidad maliciosa de la mafia del alfabeto.
Más allá de la estupidez de esta sátira, no conozco ninguna persona no heterosexual que la publicidad tradicional (dirigida en un 99% a las parejas hombre y mujer) haya tenido el poder de modificar lo innato de sus sentimientos, tampoco conozco un caso de contagio (voluntario o no) de orientación sexual en ninguna dirección. Hasta donde tengo entendido no existe una agenda oculta de las personas diversas para que los hombres y las mujeres dejen de amarse entre sí y no puedan expresarlo públicamente. Es notorio, que, en sentido contrario, sí existen verdaderas campañas de odio que se han sostenido en el mundo como programas políticos. Pero al final del día, son los juegos que juega la gente, la personas que se conocen y saben quiénes son y cómo aman, no sienten la necesidad de perseguir a nadie, porque no sienten miedo, ni se sienten amenazados por la manera de amar de otras personas. La generación del temor y el castigo está muriendo, es parte del ciclo de la vida, los jóvenes de hoy no hacen de esto ni siquiera un tema, y, como dice el doctor Jacobo Schifter (2020) en un libro de reciente publicación, la verdadera clase trabajadora en Costa Rica está constituida en la actualidad por la mano de obra nicaragüense. Pero como dijo mi admirado Voltaire:
La estupidez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás".
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.