Respeto el derecho de los que piensan que el planeta tierra es plano; que la tecnología 5 G es causa de muchos males; que las vacunas son una forma de dominación mundial a través de nanochips; que los cientólogos creen en Xenu, una especie de dictador galáctico maligno y que su jerarquía en la organización tiene mucho que ver con sus finanzas; puedo entender incluso a personas desesperadas que se adhieren a cultos de todos los olores y sabores, basados en la espectacularidad de los ritos sin una solidez teórica; mi tolerancia, a veces, permite la intolerancia, mientras no lastime a los demás. Pero una cosa está clara: las creencias no son hechos, mucho menos ciencia, y por lo tanto no pueden, ni deben tener un carácter coercitivo. Cuando la imposición de un dogma, fe o sistema de creencias recurre a la violencia moral, física, exclusión o discriminación, se deslegitima y se transforma en una tormenta autoritaria que divide entre los unos y los otros; los salvados y los condenados, los iluminados y los oscuros. Entonces la creencia deja de serlo y se transforma en dominación y barbarie.

Yo tenía fe en muchas cosas cuando era joven, probablemente usted también picaba la luna para hacer una fondue mental, pero la realidad se impone como la conquista española, portuguesa, holandesa, u otra. La agenda verdadera de los colonizadores era hacerse ricos, no hacernos cristianos, eso fue un efecto colateral. Los pueblos originarios americanos tenían su propio panteón de dioses, sistema normativo, valores y costumbres, pero llegaron otros, con mentiras y mejores armas, incluso el nombre de Dios fue invocado para arrasar la cultura y las gentes.

El poder oscuro. Existe un poder formal, aceptado y necesario para mantener un cierto orden social y jurídico en la convivencia social, que se regula a nivel normativo, pero de forma paralela existe un poder de igual o mayor entidad: que denomino el poder oscuro, a veces confluyen, se confunden, rivalizan, se oponen, pactan o conviven. Con lo mucho que quiero a México, es imposible gobernar ese país sin transar con los cárteles de la droga, porque su poderío en todas las esferas posibles es inconmensurable, ello no forma, ni podría, ser parte del discurso oficial, pero sí lo es de su realidad cotidiana. Aún antes de llegar al caos que vive hoy el estado mexicano, hace unos 30 años o más, en la denominada “Tierra Caliente” en Michoacán, concretamente en el Municipio de Apatzingán, ya se cultivaba todo tipo de drogas ilegales con su respectivo comercio, lamentablemente su gente tiene muy mala reputación, al punto que se dice que ahí pueden matar a alguien por tocar el pito a la persona equivocada. Ese territorio actualmente es disputado por la Unión (lo que queda de los Caballeros Templarios, los Viagras, y otros) para impedir la toma de la plaza por parte del Cártel Jalisco Nueva Generación (que se rumora según los propios mexicanos goza de la protección del gobierno actual).

Tan linda (era) mi Costa Rica. En una ocasión hablé con un jefe policial de la más alta jerarquía porque sabía de un hecho de corrupción, pero su respuesta fue contundente: ¿tiene pruebas? No, respondí. No me dedico a los negocios turbios, ni a los asuntos cuestionables, por eso no estaba preparado para lo que descubrí, pero la decepción fue inmensa e irreparable. Gente que asiste a misa, cultos, que persigue a minorías y se pega en el pecho con la piedra de Aserrí, que huelen a colonias caras, personas que procuran no salir en las fotos, pero ocupan puestos destacados, ejercen el poder oscuro. No me lo contaron, lo sé, pero debo ser prudente, son los mismos que me amenazaron de muerte mediante terceros cuando el tema del matrimonio igualitario estaba en la palestra. Es paradójico que, en tantos años de ser juez, nunca un delincuente conocido me ha prometido algún mal de ninguna manera, ni ha pretendido comprarme, pero quien(es) menos imaginan, los más inocuos, los que darían mucho para sacarme del Poder Judicial, los elocuentes, los fantasmas de la sombra, los que no votarían por mí ni para ser portero en el infierno, siguen allí, y soy incómodo, porque ellos saben que sé quienes son y peor aún, ellos están conscientes que nunca seré como ellos. Mientras tanto leo las noticias y la inundación del mismo poder oscuro está por todas partes, pero fingimos que no pasa nada, y sí, pasa mucho, las personas cercanas a mí me dicen que no hay nada que puedo hacer, se equivocan, la parte de mi trabajo (que necesito para vivir) la hago con honradez y que este artículo sea una especie de algoritmo descifrable para quien pueda leerme.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.