Cuando me encuentro con una criatura, encuentro la voluntad del poder.
F . Nietzsche
Todo indica que en el país del suspiro limeño se consolida un poder Marxista Leninista que hundirá a la nación en una crisis que, se avizora desde el inicio, tendrá repercusiones importantes en el Perú y en la región.
Nombres como Verónika Mendonza y Vladimir Cerrón, toman presencia como figuras importantes para ser claves en el posible gobierno de Castillo. La primera, es una excongresista que ha saludado con buen ánimo al candidato y que tiene reputación por gravar a los ricos, el segundo, es un marxista —dueño del partido Perú Libre — que inclinará un gobierno de Pedro hacia el radicalismo dogmático. En especial, este último personaje debe ser temido por su peso y habilidosa estrategia en el dominio de una política que no buscará adelantar ningún proceso, sin antes arrasar a su paso con lo que exista de democracia.
No hay que ser un erudito de la política para aprender de la experiencia de casos tan tristes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Sin embargo, aunque parecen ser tan obvios, un poco más de la mitad de la población del Perú ha votado a favor de un candidato que sin tapujos ha hecho una campaña comunista, exponiendo lo que bien es sabido para todos: apoderamiento del aparato económico, asistencialismo estatal, control de la política con una pestilencia a totalitarismo y más Estado que libertad. ¿Por qué? ¿Es un triunfo de la izquierda? ¡Vaya triunfo!
La verdad es que: la derecha democrática ha fracasado una vez más en su intento de, creyendo que compite contra otro poder democrático, impedir que estos proyectos políticos se adueñen de todo el espectro Estatal. No sé si es una saturación de debates entre ellos mismos para definir quién es más derechista que otro, o una pérdida de tiempo entre conflictos de liberales progresistas contra liberales conservadores, lo que finalmente les impide ponerse de acuerdo para atacar a un enemigo común: la izquierda. Pues mientras los democráticos nos ponemos de acuerdo en asuntos que no son medulares, en Chile intentan de cambiar la constitución, en Argentina toman el poder, en Colombia se crean revueltas con dirigencia de líderes no democráticos, en Venezuela siguen cercenando las libertades y en Nicaragua aplican la misma fórmula que el chavismo. Para luego darse golpes de pecho frente a entidades internacionales y otros gobiernos que solo enviarán comunicados “contundentes” para golpear las tiranías, como si esto fuese suficiente.
Hemos subestimado por un tiempo exagerado la organización de la izquierda y sus tentáculos con todas sus entramadas con el narcotráfico, el totalitarismo y la sumisión de pueblos; creyendo que hay suficiente tiempo, nos ahorcamos con las corbatas de nuestros propios trajes, pues utilizan nuestros mecanismos democráticos para luego destruirlos.
El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama, es la tomada de pelo más grande que nos han contado y que hemos creído. Estos poderes fácticos se han aprovechado la cultura latinoamericana, que funciona como caldo de cultivo, para usarlas a su antojo e inyectar sus dosis letales en las sociedades.
“La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos", infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios” Antonio Gramsci.
La responsabilidad
Hay un camino que emprender, corregir y actualizar frente a la avanzada de poderes contra democráticos, y solo existirá cuando haya un entendimiento que organice los esfuerzos por resguardar las democracias. El tiempo es corto y los peligros que arropan a toda la región se desplazan con rapidez.
Hay un claro llamado de alerta para los países democráticos en su responsabilidad de resguardar las democracias: entender que hay un proceso cultural al cual se debe prestar suma atención, proponer gobiernos que ataquen verdaderamente las problemáticas de la sociedad y tomar todos los espacios para disminuir nuestras diferencias y apuntar al verdadero desarrollo de los países que aún cuentan con libertades.
Y aunque no falta el que nos recuerda que hay un mundo globalizado que se entiende más allá de las luchas de derechas e izquierdas, pues es esta última la que parece estarse acomodando muy bien en América Latina.
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