Debemos entender que las encuestas son al análisis electoral lo que la maquila es a la artesanía: hay productos que aún con la más sofisticada tecnología no pueden superar la calidad de la mano artista. Por ejemplo una carreta típica sarchiseña. Algo de semejante naturaleza ocurre con la incertidumbre política: la técnica no podrá nunca reemplazar al razonamiento.

Los últimos dos procesos electorales de nuestra historia nacional han sido ciertamente volátiles, y a pocos días de percibir aún con más agresividad las campañas de quienes pretenden llegar a Zapote y a Cuesta de Moras, es patente la indefinición de un interés marcado en la ciudadanía sobre quiénes merecen la banda presidencial o las suntuosas curules del nuevo edificio legislativo. Y lo que es peor: las adhesiones, coaliciones, y reuniones -unas veces evidentes y otras subrepticias-, hacen y deshacen a su antojo, enlodando el mapa mental (quizás adrede) del electorado. Debemos esperar las sorpresas incluso hasta el último día de campaña.

Dado que el término ha estado de moda, utilicemoslo. Lo más “sintomático” del proceso conducente a los comicios de febrero próximo, es el altísimo número de personas indecisas (o al menos eso nos dicen los instrumentos que se han aplicado hasta el momento) sin embargo, debemos mantener presente que la realidad puede (y de hecho va a) diferir de esas mediciones. Los desatinos de las encuestas han sido tan recurrentes que no es posible conferirles la confianza máxima de última palabra.

Como el ojo clínico del médico viejo para diagnosticar una patología, debe ser la acuciosidad y sutileza del análisis político en medio de un ambiente tan voluble como el actual. De ese diagnóstico se desprenderá (estoy seguro) un elevado número de votos vergonzantes, aunque legítimos, que van a beneficiar a más de una candidatura. El soberano tiene vergüenza de evidenciar su voto y por ello tiende a ser complaciente con algunas posiciones discursivas, pero ¿vergüenza de qué? Quizás vergüenza de darle continuidad al oficialismo, que para unos ello es mejor que los otros escenarios posibles; que un expresidente cuestionado (quizás ingratamente o quizás no) vuelva a la cabeza del Ejecutivo; o que un cristiano evangélico que ha sido percibido como amenaza por buena parte de la población, pretenda ese mismo título escrito con P mayúscula. (y no… no me refería a  “hijo de P”)

Los nublados del día son sobre hacia dónde se orientará el voto vergonzante y a quién nombrará él como cuadragésimo noveno Presidente de la República. En 2018 el poderoso soberano expresó su rechazo a las posiciones ultra conservadoras que tanto dividieron a la opinión pública. Fue una contienda en la que las opciones estaban evidentemente polarizadas y ésta de 2022 no parece que se defina en términos diferentes. Lo que sí es claro, es el cuidado que debemos tener de los que enarbolan banderas de colores partidarios particulares… El secreto de las urnas y el poder de las crayolas nos sorprenderán a las 20:00 horas del 6 de febrero próximo.

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