La madre profesora se sienta por horas a planear su día interminable. Las tareas se van acumulando y ella se vuelve una suerte de Sísifo.

Planea, enseña, revisa, evalúa y vuelve a planear.

La madre profesora tiene una colección de calendarios y su computadora tiene más pestañas que un rolodex.  De pronto, le cambian el calendario en una sola conferencia de prensa.

Antes, trataba de controlar el tiempo agitadamente. Ahora, lo persigue, resignada.

La madre profesora trabaja más horas de las que debiera. No se le paga la jornada doble que lleva como profesora y mucho menos el tiempo y medio como madre.

La madre profesora es una trabajadora esencial de primera línea. Pero, más bien, pareciera estar en la cola, estirando el cuello, quejándose mucho y con dolor en los pies.

Y se siente mal al quejarse… tantas personas sin trabajo…

La madre profesora ha tenido que ir a dar clases. Y cuando va, tiene contacto relativamente cercano con cientos de personas por semana.

La madre profesora se preocupa por cómo andan puesta las mascarillas, por asear su espacio, por embadurnarse las manos en gel y por ese tic raro cada vez que suena la campanita del Zoom.

Llega a la casa a pelarse la piel con agua y jabón como Vincent Freeman en Gattaca.

Tiene que aislarse en su propia casa cuando le dan la noticia que estuvo cerca de un positivo.

La madre profesora ha tenido que aprender a conectarse con sus alumnos hijos a través de la tecnología. Ve su reflejo cansado, sonriente y ojeroso sobre ese collage de chiquillos. Ellos tratan de esforzarse sin apagar la cámara y sin apagarse ellos.

¡Cuántas caras confundidas, encerradas en ‘cajitas’ y con audífonos de orejas de gato ve de lunes a viernes la madre profesora! A veces, muy felices. A veces, dormidos. A veces, completamente absortos. Muchas veces, tristes.

Después de terminar con sus alumnos hijos, la madre profesora se sienta a supervisar y revisar el trabajo de su hijo alumno. Tiempo de trabajar en la GTA, la evidencia, el video, la fotografía, el archivo, la caligrafía, la ortografía… De matemáticas no se acuerda de nada.

Se queda dormida en la mesa.

A la madre profesora le duele la cabeza, la espalda, la panza, y la mano derecha. Salud mental es escuchar Hooverphonics mientras se desenreda el cabello.

La madre profesora hace malabares con los horarios de su hijo alumno. Cuando ella está en presencial, él está en virtual. Cuando ella está en virtual, él está en presencial. No ha logrado llevar la casa en sincrónico con la escuela. La vida de la madre profesora es asincrónica y bimodal: profesora y madre.

La madre profesora siempre se siente culpable. Teme quedar como mala madre y mala profesora. Ni hablar de cómo se siente como ama de casa y jefa de hogar.

A la madre profesora le dio Covid 19. A la madre profesora se le murió la madre durante la pandemia. Se le murieron familiares y amigos… La verdad…

¡La madre profesora está hasta la madre de la pandemia!

Debe de partirse en cinco y ver quien puede cuidarle a su hijito alumno. Debe pedir ayuda a sus familiares porque ya no puede más. Piensa en lo duro que debe ser para otras pagar por el cuido. Todas con el sobresalto constantemente pensando: ¿Tendrán la mascarilla puesta? ¿Se habrán lavado las manos?

Enfermedad cabrona…

La madre profesora no ha sido vacunada.

La madre profesora se da ánimos cada mañana. Manda memes diariamente a sus amigos profesores. Hace bromas y cuenta las anécdotas de abuelita que se mete en las clases a dejarle el pinto  al nieto, de que dio media clase con el micrófono apagado sin darse cuenta y de cómo una madre, muy madre, salió corriendo en cámara, envuelta en un paño y gritando que le metieran la ropa.

¡Cómo le gusta su trabajo a la madre profesora!

Añora volver al aula, cantar, tirarse al piso, llenarse de tinta y de pintura, oler los libros de su amplia biblioteca y dejar toda esta pesadilla atrás.

Añora tener más tiempo para su pequeñito de ojos negros y brillantes. ¡Cómo admira la madre profesora a ese chiquito! Admira a todos los hijos alumnos y alumnos hijos del mundo.

Añora abrazar a sus compañeros profesores quienes son hijos profesores, nietos profesores, hermanos profesores, abuelos profesores, esposos profesores…excelentes profesores.

Una vez más, la madre profesora se sienta por horas a planear su día interminable. Las tareas se van acumulando y ella se vuelve una suerte de Sísifo.

“Mamá… Usted es la profesora más profesora de mi galaxia. Y la mejor mamá, también.”

Todo vale la pena.

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