La pandemia por COVID-19 es una de las mayores crisis de salud global y uno de los mayores desafíos que el mundo ha tenido que afrontar. Pero más que una crisis de salud, esta tiene el potencial de una crisis social, económica y política que ha puesto a prueba incluso a las grandes potencias, lo cual nos lleva a plantearnos las siguientes interrogantes: ¿Es culpa nuestra la crisis provocada por esta pandemia? ¿Estamos bajo el mejor sistema sociopolítico para afrontarla o es algo inevitable?
Lo cierto es que esta crisis no solo pone en duda el funcionamiento del sistema, sino también el estilo de vida que muchos han adoptado. Se ha dado lugar a una era hipermoderna, caracterizada por una cultura de exceso que nos obliga a producir y consumir de manera irracional, más de lo necesario. Pero cuando una pandemia como esta nos obliga a detenernos, la estructura económica y social se empieza a debilitar y la mejor opción es seguir y no parar, poner la economía y los intereses personales antes que la vida.
Vivimos en una sociedad alejada de lo real. Referente a esto Carlos Ruiz en su libro: Filosofía ante el desánimo, plantea que: “Lo que en principio se presentaba como un estímulo para la diversidad, la pluralidad y el florecimiento, donde la singularidad de mi identidad y la de mi comunidad sólo experimentaban mejores, de repente empezó a fundirse con miles de identidades alejadas de nuestro contexto y de nuestras circunstancias”. Se ha pasado de una identidad propia a una global, en la que lo establecido o lo que todos hacen es visto como lo correcto.
La economía siempre se ha determinado por ser resistente a los cambios radicales. Pero en tiempos de una crisis profunda, se abre una ventana de oportunidad al cambio. A veces, esta ventana de oportunidad se maneja a propósito para cambiar el curso de acción. Ya que si bien sabemos esto conlleva varios factores tal como el hecho de que hemos dejado a un lado lo principal. Por ejemplo, en el caso de Costa Rica en los supermercados se ha llegado a impedir la compra de artículos innecesarios, que no sean de la canasta básica, ya que no son prioridad lo cual nos hace darnos cuenta de que esta época se caracteriza por el hiperconsumo y el individuo hipermoderno.
El hiperconsumo es un consumo que absorbe e integra cada vez más esferas de la vida social y hace al individuo consumir cada vez más para ascender en la esfera social, para su satisfacción personal; la sociedad hipermoderna se caracteriza por el movimiento, la fluidez y la flexibilidad, y se distancia más que nunca de los grandes principios estructurales de la modernidad. El individuo hipermoderno, va de la mano del placer y el hedonismo, que lo hace sentir una especie de tensión e inquietud que surge de vivir en un mundo que se ha disociado de la tradición y afronta un futuro incierto. Los individuos están gastando la angustia, el miedo se ha superpuesto a sus placeres y la ansiedad a su liberación. Todo les preocupa y les alarma, y muchas veces ya no disponen de sistemas de creencias en los que encontrar seguridad.
¿Qué papel juega en esto la filosofía en una coyuntura tan compleja? Es importante mencionar que esta surge como una reflexión sobre la posibilidad que el tiempo nos da para ser mejores personas, para vivir mejor, más humanamente, para ser más reales y darnos cuenta del daño que podemos llegar a causarle no solo al planeta sino también a nosotros mismos cuando pasamos de ser ciudadanos a consumidores.
Así mismo, también nos invita a concentrarnos más en lo que es y dejar a un lado lo superficial para dejar de adoptar identidades homogéneas, porque pensar diferente, bordear o romper los límites de lo establecido para generar un bien común no debe ser motivo de denuncia ni de exasperación, al contrario, nos hace más humanos, más solidarios y en eso consiste la filosofía en hacernos reflexionar sobre lo que puede ser mejor y así crear una sociedad más justa.
Es importante ser conscientes de nuestro consumo y que su exceso puede llevarnos a un agotamiento o debilitamiento del mismo sistema económico, el coronavirus que ocasiona la enfermedad COVID-19 ha demostrado lo volátil y frágil que es depender de una economía irregular excesiva. Tenemos como obligación ética, ayudarnos y apoyarnos. No podemos asentarnos en una conformidad solo porque nosotros estemos bien, debemos eliminar aquellos rasgos egoístas, excéntricos y buscar el bienestar en nuestra sociedad.
Y aunque sigue siendo preocupante la situación, la filosofía no está por encima de su tiempo, esta es solamente la conciencia de lo sustancial. El mundo ha vivido en estos tiempos un ajedrez de circunstancias mortales frente a las cuales la filosofía se ha visto expuesta a probar su poder o su debilidad: la crueldad de la muerte representada como el “enemigo”. Por esa razón, el aplicar la responsabilidad individual y social para evitar contagiarnos y no seguir propagando más la pandemia, podrá salvar la vida de los y las costarricenses, las cuales son indispensables.
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